Almudena Grandes falleció ayer como consecuencia del cáncer que sufría desde hace poco más de un año. Según fuentes próximas a la escritora, la enfermedad ha tenido un desenlace inesperadamente rápido. El pasado mes de octubre, Grandes desveló que sufría esta enfermedad. La autora que desembarcó en las letras con “Las edades de Lulú” y se despidió con una larga serie de novelas sobre la larga posguerra escritas desde la conficción de que “hay que pasar página de la Guerra Civil y la posguerra pero antes hay que haber leído la página”, decía hace solo mes y medio: “Prometo solemnemente que volvere a sentarme en una caseta para firmar mis ejemplares y mirar a los ojos de mis lectores, de mis lectoras”. Lo escribió, pero no cuesta nada imaginarlo dicho con su voz grave y potente. No ha podido cumplir su promesa.

El año anterior, Almudena Grandes sí había podido participar en la inauguración de la Feria del Libro de Madrid. Explicó que, durante el confinamiento, dos semanas después de la declaración del estado de alarma, en cinco semanas armó una novela bajo la siguiente premisa: “¿Cómo sería la vida de una madre de una edad como la mía, con dos o cuatro hijos que no los vuelve a ver?”. La editorial Tusquets, a la que se mantuvo fiel desde su primer libro, está a la espera de conocer cuál ha de ser el futuro de este original inédito situado en un escenario de pandemia.

Historia y novela

Almudena Grandes, nacida en Madrid el 7 de mayo de 1960 y llicenciada en Historia, se dio a conocer a los 28 años con la novela Las edades de Lulú, ganadora del premio de novela erótica La Sonrisa Vertical promovido, en el seno de la colección de la editorial Tusquets a la que siempre se mantuvo fiel, por el cineasta Luis García Berlanga. Colección (y género) que en los años 80 aún vivía un auge cuyo final fue certificado por la defunción de esta colección de tapas rosa de la que Grandes fue su gran superventas. El desarrollo erótico de Lulú a partir de la tierna edad de 13 años levantó cierta polémica entonces aunque quizá lo hubiera hecho más hoy. Fue llevada al cine por el director Bigas Luna.

Grandes, de convicciones progresistas, republicanas y feministas, autoproclamada “roja”, pasó pronto a la novela social, cada vez más con elementos de vindicación de la recuperación de la memoria histórica. Tras “Te llamaré viernes” (1991) y “Malena es un nombre de tango” (1994), “Atlas de geografía humana” (1998), “Los aires difíciles” (2002), “Castillos de cartón” (2004) y “El corazón helado” (2007), que con su relato de las peripecias de dos familias encuadradas en los dos bandos de la guerra civil ya prefiguraba lo que vendría, su reivindicación de la herencia literaria de Benito Pérez pasó a ser explícita al emprender en 2010 su serie de novelas sobre la posguerra en España. Grandes se avanzó a muchos en su reivindicación de los frescos históricos realistas de Galdós, revalorizados ahora en el centenario de su muerte. “Todo lo que le pasa a Galdós es como si me pasara a mí, un triunfo personal”, explicaba hace poco.

Habrán sido finalmente cinco, de los seis volúmenes previstos por Grandes, los episodios publicados: “Inés y la Alegría” (2010), una historia de amor en la que se mezclaban la invasión de los maquis en el Vall d’Aran y la cocina, El lector de Julio Verne, protagonizado por el hijo de un guardia civil implicado en la persecución de los guerrilleros antifranquistas en la sierra de Jaén en 1947, Las tres bodas de Manolita, sobre la pobreza de la posguerra, “Los pacientes del doctor García” (2017), ubicado en el Madrid convertido en nido de espías tras la segunda guerra mundial por el que recibió el Premio Nacional de Narrativa y finalmente “La madre de Frankestein” (2020), en la que abordaba el destino final de Aurora Rodríguez, la madre de Hildegart, una chica de 18 años moldeada para convertirse en la mujer moderna ideal, que acabó siendo asesinada por su progenitora.

Honrar la memoria

Quizá algunos vieron el formato narrativo de Almudena Grandes como anacrónico, pero con él tomó el viento de la renovada lucha de las últimas dos décadas por recuperar y honrar la memoria de los derrotados en la Guerra Civil. En una entrevista en este diario explicaba que su decisión respondía al “deseo de explotar un filón de historias espléndidas que aún no se han contado además del impulso moral de enseñar al lector contemporáneo cómo miles de mujeres y hombres se jugaron la vida para que hoy nosotros pudiéramos tener democracia y libertades”.

Puestos a reivindicar a olvidados, su gato se llamaba Negrín, y no solo porque fuera negro.

Almudena Grandes estaba casada con el poeta Luis García Montero, actualmente director del Instituto Cervantes y candidato de Izquierda Unida a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2015.

En los últimos años Grandes, junto a García Montero y una enorme panda de orfebres de la pluma, pasaban juntos en verano y momentos propicios por el descanso por Rota, el pequeño paraíso que habían elegido en Cádiz. Allí tenían casa y allí se dejaban ver en sus playas –especialmente en Punta Candor– y calles junto a Felipe Benítez Reyes, Joaquín Sabina, Benjamín Prado, Miguel Ríos o el también fallecido ya Ángel González…

Todos hablaban de sus cenas estivales, que terminaban haciéndose eternas entre debates de literatura, política o simplemente la vida, a veces mojadas en risas y a veces, en lágrimas, como han reconocidos algunos de ellos cuando han intentado describirlas en público.