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El eco sempiterno de las cunetas y cárceles

Familiares de represaliados en la Guerra reivindican justicia con la nueva Ley de la Memoria Democrática en debate en las Cortes

En las imágenes pequeñas (de izq. a dcha.): Mario Granell, María del Valle y Francisco Cortés, de joven. Detrás (de izq. a dcha.): Cachi, con la caja de cartas de su padre desde la cárcel y Luz Cortés, sobrina de Francisco Cortés. M. M. / FDV

En cuestiones de memoria histórica sobre lo acontecido en la Guerra Civil y los años inmediatamente posteriores, hay una frase cuya reverberación prosigue a lo largo de 85 años pasando de generación en generación: “Para qué remover, mejor dejarlo como está”.

"Aún hay miedo a reivindicar. ¿Por qué se tienen que dejar ahí los cuerpos?"

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“Dentro de mi propia familia hay gente que también dice eso”, señala directa Paz Gómez del Valle, nieta de la represaliada ourensana María del Valle Lozano. “No lo dicen ni mis hermanos ni primos, pero otros sí. Cuando comenzamos a mover un poco la cosa, nos decían: ‘Ah, qué bien si encontramos a la abuela pero remover tanto...’. Aún hay miedo a reivindicar. Eso me pone muy mala. ¿Por qué se tienen que dejar ahí los cuerpos? Desde mi punto de vista, la Guerra Civil fue una brutalidad. Hubo pérdidas humanas por ambas partes. Pero a una, se le dio reconocimiento y a la otra, a los perdedores, ni siquiera nos los dejaron enterrar dignamente con sus familias y en sus cementerios”, reflexiona.

María del Valle. | FAMILIA DEL VALLE

Su lamento vuelve a latir más fuerte con el Proyecto de Ley de Memoria Democrática –aprobado en Consejo de Ministros en julio– a punto de ser debatido en las Cortes. Esta semana acaba el periodo de presentación de enmiendas.

El texto establece, entre otras consideraciones, establecer dos días oficiales de memoria: el 31 de octubre para el recuerdo y homenaje de todas las víctimas; y el 8 de mayo, para rememorar las víctimas del exilio.

El Gobierno aprueba la Ley de Memoria Democrática

El Gobierno aprueba la Ley de Memoria Democrática Video: Agencia Atlas | Foto: EFE

Los familiares luchan para que la llama de su memoria continúe brillando. “Lo que pretendemos es que la memoria no se pierda, que podamos seguir luchando por los que quedan todavía en las cunetas, ya que a nuestros familiares ya no los podemos recoger”, señala Paz Gómez.

Al hilo del teléfono, su deseo suena como el plomo del traje de buceo al zambullirse en el agua. De hecho, de eso se trata, de bucear en la historia, familias y sentimientos. “Que se haga justicia”, reclama Gómez. “Estamos cansados de escuchar desde niños: ‘Si las mataron, algo habrían hecho’. Pues no, solo queremos reivindicar que no hicieron nada. Si querer tener libertad en la palabra y perder a sus hijos era delito...”.

En el caso de María del Valle Lozano, asesinada en 1937, sus restos siguen sin sepultura. Tras años solicitando a la Iglesia una exhumación junto al templo donde se cree que fue enterrada, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) logró los permisos para la excavación.

“Intentamos recuperar el cuerpo pero solo había pedacitos muy pequeños de huesos. No había manera de saber de quién era”, lamenta Paz Gómez. En la familia Del Valle, María no fue la única víctima de la Guerra Civil. Su hijo, Manuel Gómez del Valle, fue el primer fusilado gallego junto a Fernando Cordón, tras un consejo de guerra. Otro hijo, Ricardo, luchó con los nacionales y al rematar la contienda recibió un tiro por la espalda de un falangista.

Estas tres muertes fueron como tres espadas que acotaron el silencio en la familia durante años.

Francisco Cortés, de joven. | FAMILIA DE L. C.

El silencio también rodeó a Francisco Cortés, tío de Luz Cortés quien recuerda que al igual que su padre y hermanas se mostraban “públicamente apolíticos”. Solo en las reuniones familiares recordaban sus ideales y por lo que habían pasado, pero siempre en una sala aparte. De hecho, los datos del vaivén vital de Francisco Cortés Martínez (Calvos de Randín, 1913-Vigo, 1987) fueron logrados por la ARMH.

Luz Cortés explica que toda su familia “pasó penurias” a raíz de la Guerra Civil. Su tío no falleció en ella ni fue paseado pero guardó en sus cicatrices exteriores e invisibles lo sufrido en los campos nazis de los que salió pesando 39 kilos. Medía 1,92 metros. “Él quería contarnos cosas pero sus sentimientos lo bloquearon. Aunque era un hombre muy sonriente, con muchas ganas de vivir, le veías en el rostro la tristeza”, explica.

Francisco Cortés –padrino de Luz– acabaría falleciendo en Vigo junto a su familia en 1987 con poco más de 70 años tras una vida que daría para una serie de éxito. De los campos de concentración, arrastraba como herencia los tímpanos rotos y los pulmones lastimados por las palizas.

Su destino se torció con el alzamiento militar. El joven universitario de origen gallego pero afincado en Madrid que iba para veterinario, estaba afiliado a la Federación Universitaria Escolar (FUE), de carácter laico y republicano. Al iniciar la Guerra Civil, con 23 años, él pidió incorporarse al Ejército ya que su abuelo y padre eran militares, como miliciano, primero; después, formando parte del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, de los servicios secretos, en Madrid.

Con el avance de la contienda, la familia en bloque acabaría marchando hacia Francia, acabando en el campo de Argèles junto a los Pirineos. “Mi abuelo iba en la retaguardia cerrando filas hacia la frontera. Mi tío estaba con él, mi abuela y las dos hermanas pequeñas partiendo de Madrid. Era 1939. Mi padre, Manuel, quedaba en Valencia, destinado en Inteligencia, que aún era republicana”, recuerda Luz.

Luz Cortés, sobrina de Francisco Cortés. M. M.

De Argèles, marcharía Francisco Cortés para colaborar con la Resistencia y acabar en 1943 en el campo de Compiègne, primero; después como preso político con el característico triángulo rojo, en el campo de concentración de Buchenwald, cerca de Weimar, en Alemania, donde aseguró ser carpintero, de lo que trabajó. Era el preso 43.539. Corría el año 1944. El siguiente destino serían varias fábricas de armas y otros subcampos hasta 1945 hasta que llegó el final de la II Guerra Mundial lo que le salvó de la muerte. De regreso a España, acabaría trabajando en Oviedo.

Mario Granell | FAMILIA DE M. G..

La Guerra Civil también le cambiaría la vida a Mario Granell, hermano de Eugenio Granell, a quien el estallido cogió en Galicia de vacaciones. Su hija, Cachi Granell, que vive en Vigo recuerda fielmente el periplo de su padre en aquellos meses primero huyendo de A Coruña a Vilagarcía, después regresando a la ciudad herculina donde se refugiaría en la vivienda de su amiga, Oliva, quien acabaría siendo su mujer años después. “Mi abuela lo acogió como a un hijo”, recuerda Cachi.

Cachi, con la caja de cartas de su padre desde la cárcel. M. M.

Parecía que todo estaba predestinado para que Mario Granell se exiliase tomando un barco rumbo a Francia pero un amigo lo delató. Acabaría pasando varios años en la cárcel herculina, “donde la mitad fueron fusilados” y donde ejerció de profesor de pintura de presos compañeros. Desde allí, enviaba cartas de amor a Oliva, llenas de dibujos espectaculares, ilustraba libros a mano suyos o de compañeros. Estos recuerdos los guarda Cachi en una caja de cartón de tapa roja, donde cada papel es una joya. Para Cachi, que recuerda el exilio en Venezuela de sus padres, hay algo claro: “No se puede dejar como estaba. Esto existió y se sufrió y por eso mataron a gente que tenía otra idea política. La democracia es tú tienes una idea y yo otra; tú me respetas y yo te respeto. Podemos convivir”.

Carta escrita por Mario Granell desde la cárcel coruñesa a finales de los años 30. MAR M.

Ilustraciones de Mario Granell hechas en la cárcel

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