Cinco días aislados en la residencia de la Embajada de España en Jartum (Sudán) y casi cuarenta horas de viaje, entre vuelos y escalas, para poder regresar a casa. Esta es la odisea que vivieron el artista catoirense Alejandro Guillán, conocido artísticamente como Baiuca, y los otros cuatro componentes de su proyecto musical: la cantareira Andrea Montero, el percusionista Xosé Lois Romero, el artista audiovisual Adrián Canoura y el técnico de sonido Alfonso García.

Los cinco habían viajado hasta el país africano para participar en el festival Sama de músicas del mundo, invitados por la embajada española en ese país. Sin embargo, el golpe de Estado del pasado 25 de octubre les hizo cambiar el escenario por un nuevo confinamiento, esta vez a casi 5.000 kilómetros de casa. “No tuvimos miedo en ningún momento porque el golpe de Estado nos pilló estando ya en la residencia de la Embajada de España, por lo que nos sentimos protegidos. No es lo mismo que sea un policía español el que te cuente que ha habido un golpe que lo haga otra persona en otro lugar. Si nos hubiésemos alojado en un hotel supongo que la cosa hubiera sido distinta”, afirma Alejandro Guillán, alma máter de Baiuca.

Sin conexión a la red ni teléfono, y sin poder abandonar el recinto debido a los enfrentamientos en las calles, los miembros de Baiuca se entretuvieron charlando y, pasados los primeros días, tocando. “Al principio no teníamos ganas porque, aunque estábamos muy tranquilos, siempre estaba la incertidumbre de no saber cuándo podríamos regresar”, explica.

A pesar de este aislamiento, sus familias estuvieron informadas en todo momento de lo que pasaba a través de la Policía de la embajada, ya que en la residencia, que se encuentra en otro edificio separado de esta, no hay teléfono. “Por seguridad, el tránsito entre una y otra lo hacía la Policía y esta era la que llamaba a la familia para decirles que estábamos bien. En ese sentido, estaban tranquilos porque sabían que estábamos en el mejor sitio posible”, explica Guillán, que agradece el trato recibido del embajador y también los mensajes de apoyo recibidos. “Nos sentimos arropados en todo momento”, asegura.

“Lo que más rabia nos daba era no poder tocar ni poder tener esa experiencia de juntarnos con músicos de otras partes del mundo"

Solo pudieron hablar directamente con sus casas en dos ocasiones. El martes 26, ya que durante una hora se restablecieron las redes móviles, y el jueves desde la embajada, aprovechando que tenían que ir allí para cumplimentar los trámites para el viaje de vuelta. “Lo que más rabia nos daba era no poder tocar ni poder tener esa experiencia de juntarnos con músicos de otras partes del mundo ni de conocer el lugar. Esperamos que si vuelve la normalidad al país podamos volver y tocar”, afirma.

El viaje de vuelta fue otra odisea. El pasado sábado, a las nueve de la noche, aterrizaban en el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas de Madrid después de más de 36 horas de viaje con dos escalas: la primera en Adís Abeba (Etiopía) y la segunda en Roma, donde permanecieron diez horas. “Si salíamos del aeropuerto teníamos que pasar la cuarentena en Italia, así que nos tuvimos que quedar en la terminal”, explica.

Por suerte, y como dice Guillán, todo se ha quedado en una anécdota. Ahora lo que desean es volver a subirse al escenario, algo que harán los próximos 11, 12 y 13 en Santiago, y el 14 en Pontevedra.