Jeremy Corbyn | Parlamentario británico

“El granjero y el sintecho saben algo que tú no sabes”

“El COVID ha hecho que la gente se dé cuenta de que dependemos los unos de los otros”

El líder del 
Partido Laborista, 
Jeremy Corbyn, 
abandona su casa 
en Londres.  | // NEIL HALL

El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, abandona su casa en Londres. | // NEIL HALL / Nuria Navarro

Nuria Navarro

Barcelona

En 2017, en unas elecciones marcadas por los atentados del Manchester Arena y del puente de Londres, estuvo a pocos votos de ser el inquilino de Downing Street. Dos años después, apechando con la ofensiva de los tories y del establishment mediático, fue vencido por Boris Johnson y expulsado por el ala derecha del laborismo (violó 500 veces la disciplina de partido). Jeremy Corbyn, 72 años, hoy diputado independiente en el Parlamento británico, inauguró el viernes el World Peace Congress de Barcelona, impactado por el asesinato del conservador David Amess, con el que tenía una “buena relación personal”.

–¿Ha sentido usted la amenaza de cerca?

–Desde que soy miembro del Parlamento solo me han atacado una vez: un hombre muy airado entró en mi oficina, pero no fue nada serio. Nunca he tenido miedo.

–Quienes lo tenían enfilado eran multitud.

–He recibido cientos de correos agresivos, pero han sido más los de apoyo: en 2019 me mandaron 10.000 felicitaciones navideñas.

–Quizá su oferta llegó antes de tiempo.

–¿...?

–El 67% de los jóvenes del Reino Unido quieren hoy un socialismo distributivo.

–A los jóvenes se les trata mal. Arrastran deudas estudiantiles, tienen trabajos precarios, pagan precios muy altos por viviendas de mala calidad y el papel de la ayuda estatal –gracias a la que yo crecí– ha sido barrido por las políticas de austeridad neoliberales.

–El laborismo no estuvo a la altura.

–En 2015 consintió que la crisis de 2008 fuera pagada por la clase trabajadora. Yo desafié ese postulado, conquisté el liderazgo del partido, lanzamos un manifiesto radical y el voto aumentó hasta casi 13 millones, el 41%, el porcentaje más alto de cualquier partido socialista europeo. Incluso en 2019, cuando ganó Boris Johnson, logramos el 32% (en Alemania los socialistas están orgullosos de su 26%). Así es que no me siento vencido.

–Si me permite, eso es tener moral.

–Johnson lanzó un mensaje nacionalista muy simple: ‘El Brexit lo resolverá todo’. Por otra parte, yo llevaba cinco años siendo objeto de una agresiva campaña mediática: era un monstruo malvado.

–¿No lo es?

–Juzgue usted misma.

–Los muy ricos de Gran Bretaña le han temido más que al Brexit.

–Sí. Durante la campaña electoral de 2019 hicimos cien actos a lo largo del país. Tuvimos que difundirlos por redes sociales porque la mayoría de los medios de comunicación tradicionales los silenciaban.

–Su propio partido también lo demonizó.

–Fue como nadar hacia la orilla con todos tus amigos y, al llegar a la arena y darte la vuelta, ver que estás solo. Se quitaron la máscara y fui apartado del liderazgo.

–¿Cómo se encaja todo eso?

–Simplemente haciendo. Soy práctico.

–Y alérgico a la controversia. Una debilidad, según sus partidarios.

–No es mi manera de ser. Como Edith Piaff, je ne regrette rien [no me arrepiento de nada]. He llevado la vida que quería.

–Se ofuscará, como cualquiera.

–Entonces leo poesía, cultivo mis propias hortalizas, hago mermeladas y tengo a mi lado a mis tres hijos y a mi esposa, Laura. Y me gusta escuchar a la gente. No solo los académicos tienen voz autorizada. Cada persona que conoces, sea un profesor, un granjero o un sintecho, sabe algo que tú no sabes.

–¿Qué hay que saber de usted?

–Soy una persona normal que hace cosas en las que cree.

–Entonces, ¿qué les levanta tanta ampolla?

–Desafío a la riqueza de una minoría en Inglaterra. Quiero acabar con la evasión fiscal, invertir en servicios públicos y redistribuir el poder y la riqueza.

–¿Diría que cualquier proyecto transformador está condenado al fracaso?

–No hay que desesperar. El voto femenino, la victoria sobre el fascismo y tantos otros logros proceden de la lucha del pueblo. Podemos abandonar y usar nuestras habilidades para avanzar individualmente, ignorando a los que duermen en la calle, a los que mueren a los 50 años simplemente por ser pobres. No hacerlo te complica la vida, pero hay que perseverar. Los cambios radicales son posibles.

–¿Que no probables?

–Se consiguen. Con el amor y la fuerza. Y es tiempo de esperanza. El COVID ha hecho que la gente se dé cuenta de que dependemos los unos de los otros y de que no podemos seguir explotando los recursos del planeta.

–Pero ya no estará al frente...

–Sigo trabajando. No me he detenido.

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