Una norma estatal sin un pelo de sobra

Julia García,con Darwin, en la playa de Chapela.

Julia García,con Darwin, en la playa de Chapela. / Ricardo Grobas

Vigo

“Un perro no es un peluche”, afirma Ana Mariño, propietaria de Mía y Frodo. Y esta premisa es también una de las bases del anteproyecto de Ley de Protección y Derechos de los Animales con la que el Gobierno que pretende establecer la obligatoriedad del bienestar animal. Esta pretensión no es nada baladí.

Cada año se abandonan en España 162.000 perros; en comunidades como Canarias y Andalucía las peleas de gallos aún son legales; Madrid continúa siendo el epicentro del tiro al pichón, con campeonatos nacionales e internacionales; en los montes gallegos aún pueden verse caballos con cepos; y muchos perros malviven en cubículos inadecuados y sin la mínima higiene, atados a cadenas o son maltratados. La norma que prepara el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 quiere acabar con todo esto y. convertir a España en un país comprometido con el bienestar y los derechos de los animales como seres vivos sensibles, aunque no toca la tauromaquia.

Protectoras, ecologistas y propietarios de perros y gatos aplauden la nueva ley de bienestar animal, aunque reclaman que se dote de herramientas para que se cumpla el texto | “Sin esto, no avanzaremos”, advierten

Las protectoras conocen muy bien el goteo incesante de abandonos de animales, especialmente de perros y gatos, porque es en sus refugios donde acaban muchos de ellos, en muchas ocasiones en condiciones pésimas. Y aun así son los más afortunados, porque otros se quedan en la cuneta de la carretera, cerrando así un círculo que comienza, muchas veces, con la adquisición no reflexionada del animal.

Por ello, que las tiendas de animales solo puedan vender peces y que los futuros titulares de perros tengan que hacer un curso de formación previo, dos de las medidas que contempla la futura ley, son vistas con buenos ojos tanto por los responsables de las protectoras como para quienes ya tienen un animal a su cargo. En la protectora do Morrazo, unos 70 canes esperan una segunda oportunidad, que no siempre es la definitiva. “Creo que hacer este curso hará que la gente que adopte sea más responsable y las adopciones más eficientes porque los filtros que hay que pasar no evitan que haya adopciones fallidas. ¿Qué hacer este curso disuada a alguien de adoptar? Puede, pero eso será porque no estaba tan seguro de responsabilizarse de un animal”, afirma Lorena Gago, secretaria y trabajadora de este refugio.

“Los filtros que hay que pasar hoy no evitan que haya adopciones fallidas”

Lorena Gago

— Protectora Morrazo

Lorena Gago  - Protectora Morrazo en una foto de 2018

Lorena Gago - Protectora Morrazo en una foto de 2018

De responsabilidad habla también Julia García, propietaria de Michelle, una gata de tres años y cinco meses, y de Darwin, un perro de poco más de un año. “Siempre quise tener un perro, pero solo cuando pudiese hacerme cargo de él con toda la responsabilidad que conlleva”, asegura esta bióloga.

La primera en llegar a casa fue Michelle, con la que volvieron después de visitar el pazo de Rivadulla. La gata de la propietaria acababa de tener una camada y les ofreció un cachorro. Sus hijas, de 19 y 14 años, llevaban tiempo insistiendo en tener un animal, así que la familia ese día regresó a casa, en Chapela, con un miembro más. Poco después llegó Axia, una perrita de unos cinco años adoptada en la protectora Os Biosbardos (Ponteareas), muy traumatizada por un maltrato continuado. Aixa encontró el cariño que nunca tuvo en la casa de Julia García, hasta que falleció, un año después.

En septiembre del pasado año, un amigo les ofreció un cachorro y así llegó Darwin. Un mes después, le diagnosticaron babesiosis, una enfermedad parasitaria endémica en Galicia similar a la malaria, provocada por protozoos del género Babesia –en su caso de la especie vulpes– que es transmitida por la garrapata. Sin un fármaco específico, Darwin es tratado con un medicamento, que requiere cada dos meses debido a la caída drástica de glóbulos rojos. A pesar de las continuas visitas al veterinario, el coste y los sobresaltos, esta bióloga asegura que tener a Aixa y ahora a Darwin es una de las mejores cosas que le han sucedido. “Los dos grandes cambios en mi vida han sido el nacimiento de mis hijas y tener los perritos. Tener un perro te da una visión de la vida diferente”, afirma.

“Mucha gente cree que un perro es un peluche. Aquí la gente coge un perro, cría, vende, saca dinero y cuando a la perra ya no le puede sacar beneficio, la abandona. O enferma y se deshace de él. Esto en otros países de Europa no pasa”

Ana Mariño

Ana Mariño, con Frodo (izquierda) y Mía, en uno desus paseos.   | // GONZALO NÚÑEZ

Ana Mariño, con Frodo (izquierda) y Mía, en uno desus paseos. / Gonzalo Núñez

Ana Mariño siempre ha vivido con perros. Ahora tiene a Mía, de 13 años, y Frodo, de 5, ambos adoptados. Aunque reconoce que hay razas de perros que le gustan especialmente, no concibe comprar uno cuando hay tantos esperando en las protectoras.

“Mucha gente cree que un perro es un peluche. Aquí la gente coge un perro, cría, vende, saca dinero y cuando a la perra ya no le puede sacar beneficio, la abandona. O enferma y se deshace de él. Esto en otros países de Europa no pasa”, critica esta canguesa, quien reclama multas más severas para quien maltrate o abandone a un animal.

Para Mariño, solo el cariño incondicional que obtiene de sus perros es razón más que suficiente para cuidarlos y quererlos. Porque sí, a los animales también se los quiere. Así lo aseguran quienes comparten su vida con ellos. “Siempre he vivido con perros y sigo. La primera perra que tuve, ya casada –recuerda–, me la encontré en un contenedor de basura”. A otra, la recató en el refugio de Vigo antes cuando iba a ser sacrificada.

A Mariño le gustaría también que se tuviesen en cuenta el estrés que provoca a los animales los espectáculos pirotécnicos y poder ir a más sitios con sus perros, un deseo que comparte Julia García, quien echa de menos poder entrar en una tienda, restaurante u hotel con Darwin, algo que la nueva ley pretende corregir. Concretamente propone que los establecimientos que no acepten mascotas luzcan un distintivo.

El anteproyecto de ley estatal prohíbe el sacrificio de animales de compañía sin una causa justificada, lo que incluye su sacrificio en centros de protección animal, clínicas veterinarias y zoológicos por cuestiones económicas, falta de plazas o abandono del dueño; prohíbe dejar a un perro solo 24 horas; contempla la creación de un registro estatal, que no será público, de personas inhabilitadas penal o administrativamente para tener animales; elimina la lista de perros peligrosos y propone evaluar a cada animal de forma individual; prohíbe las peleas de gallos y el tiro al pichón, y protege a las colonias felinas.

Pero una cosa es el texto y otra la práctica. “Si no hay un organismo que se ocupe de que la ley se cumpla no avanzaremos. En Galicia tenemos la Ley de Bienestar Animal, pero sigue habiendo perros encadenados, abandonos y maltrato animal”, afirma Lorena Gago.

“La norma gallega es avanzada pero tiene un bajo grado de cumplimiento”

Rubén Pérez

— Fund. Franz Weber

Rubén Pérez  - Fund. Franz Weber

Rubén Pérez - Fund. Franz Weber / Twitter

Rubén Pérez, de la Fundación Franz Weber, reconoce que la nueva norma es positiva en tanto y cuanto recoge muchas medidas que las organizaciones ecologistas y de defensa de los animales venían reclamando desde hace años, pero entiende que si no se dota de medios económicos y técnicos no será más que negro sobre blanco. “El problema fundamental que tiene la norma autonómica, que en su momento fue una de las más avanzadas de España, es su bajo grado de cumplimiento, que se está viendo cuatro años después. Hay expedientes que caducan esperando que haya una instrucción, por lo que casos de maltrato fragante no obtienen ninguna respuesta administrativa”, censura.

Uno de los puntos de la futura ley estatal que más controversia está levantando es la obligación por ley de esterilizar a animales en el caso de que convivan animales de la misma especie y distinto sexo para evitar camadas indeseadas, como ya contempla la ley de La Rioja o la normativa de Países Bajos. “En los núcleos más pequeños de Galicia hay mucha costumbre de dejar al perro suelto por la calle y luego aparecen esa camada de la que nadie quiere hacerse cargo. Esto es un gasto para la Administración pública, que es la que se hace muchas veces se hace cargo de ella, para la sociedad civil y para las protectoras”, afirma.

En su opinión, acabar con el abandono y con el maltrato animal en cualquiera de sus formas es una meta que debemos fijarnos como sociedad.

“Hay buena voluntad, pero poco acierto”

Luis Alberto Calvo

— Organización Colegial Veterinaria (OCV)

Luis Alberto Calvo  - Organización Colegial Veterinaria (OCV)

Luis Alberto Calvo - Organización Colegial Veterinaria (OCV)

Para el representante del sector veterinario, el texto de la iniciativa es “sorpresivo” y un “contrasentido” que está realizado de manera “superficial” y por personas “que no saben”. “Entiendo que hay buena voluntad pero poco acierto, porque no se han analizado las consecuencias”, se lamenta.

“A los veterinarios no nos gusta”, asegura Calvo, que ve con perplejidad que una ley que busca el bienestar animal le quita a los animales su derecho a la reproducción para garantizar la perpetuidad de la especie, al obligar a su esterilización mientras que se prohíbe, por ejemplo, “amputar una cola a un perro para evitarle un problema en su columna”.

“La ley no está pensada”, critica el presidente de la OCV, que representa al conjunto del sector y que, según asegura, no han sido llamados para elaborar este proyecto normativo. Por todo esto, anuncia que cuando llegue el momento de que el texto se apruebe como anteproyecto o proyecto de ley la OCV presentará alegaciones al texto.

En todo caso, afirma que los veterinarios están “cien por cien” a favor de identificar a los animales, de garantizar su trazabilidad, su bienestar y de frenar el maltrato, pero insiste en que la esterilización obligatoria “va en contra del propio bienestar animal, ya que se impide su desarrollo con una práctica que puede tener consecuencias en la salud de los animales, tanto en su crecimiento, como en el comportamiento, al desviar su desarrollo hormonal y al privar a las perras de su desarrollado instinto maternal”.

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