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Aguirre, el Teilhard de Chardin gallego

Aguirre, en Atapuerca. Foto del archivo de Bermúdez de Castro. FDV

“Tenía una formación científica y humanística de las que pocas quedan”, dice la paleoantropóloga ourensana María Martinón

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“Una persona como pocas ha habido y como pocas habrá. Con una brillantez y una capacidad descomunal, científica y humanística. Era un hombre muy completo y muy generoso, de esos que marcaban por donde iban”. Así describe a Emiliano Aguirre la paleoantropóloga ourensana María Martinón-Torres, directora del centro de investigaciones del complejo burgalés de Atapuerca. Ella y otras muchas personalidades de la ciencia española han ensalzado la figura del paleontólogo ferrolano, considerado “padre” del proyecto de Atapuerca, fallecido el pasado lunes a los 96 años. Dirigió las excavaciones de Atapuerca desde 1978 hasta su jubilación, en 1990.

Los codirectores de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro –también de ascendencia gallega– rindieron ayer homenaje al maestro que fundó la paleontología moderna en España. Aunque no coincidió con Aguirre en activo en el Proyecto Atapuerca, ya que cuando se incorporó, en 1998, ya estaba jubilado, María Martinón era su vecina de despacho en el Museo de Ciencias Naturales del CSIC, donde estaba haciendo su tesis doctoral. Habló muchas veces con él “de temas científicos y no científicos. Teníamos la complicidad de ser gallegos”, comenta a FARO, entre la pena de la pérdida y el orgullo por tener el privilegio de haberle conocido.

Aguirre y Eudald Carbonell en 2018 Jaume Sellart

Nacido en Ferrol el 5 de octubre de 1925 e hijo de baionesa, Emiliano Aguirre fue un alumno brillante. El cuarto de diez hermanos, con el estallido de la Guerra Civil se trasladó de Madrid a Vigo, donde pudo continuar sus estudios, aunque poco después se estableció con su familia en Bilbao y de nuevo en la capital de España. En la ciudad olívica falleció su madre, ya centenaria, y todavía residen cuatro hermanas, entre ellas Pilar Aguirre, que fue directora xeral de Pesca en la Xunta siendo conselleiro Enrique López Veiga.

Emiliano Aguirre estudió humanidades y filosofía en la Facultad Eclesiástica de Alcalá (1944-1950), se licenció en Ciencias Naturales por la Universidad de Madrid (1955) y en Teología por la de Granada (1959); y era doctor en Ciencias Biológicas (1966) con una tesis sobre elefantes extintos.

Todas estas titulaciones apenas alcanzan a perfilar la talla humana y científica de Aguirre, como dice María Martinón, “una persona completísima, no solo un científico brillante, también un gran humanista”. Para la científica ourensana, Aguirre era “de esas grandes personalidades que no cubren un ámbito restringido de la ciencia, sino que sabían de todo: ciencia, evolución humana, geología... Fue el primero en viajar a China a estudiar elefantes. Era uno de esos hombres del Renacimiento, nuestro [Pierre] Teilhard de Chardin –paleontólogo y jesuita, como Aguirre–, un pionero con una formación científica y humanística de las que pocas quedan hoy en día”.

María Martinón abajo a la derecha en una fotografía de grupo con Emiliano Aguirre

María Martinón abajo a la derecha en una fotografía de grupo con Emiliano Aguirre Rosa Hughet

Hombre de convicciones religiosas, Emiliano Aguirre decía que “fe y religión tienen muy poco que ver con lo que es objeto de ciencia”. Lo afirmó en una entrevista con motivo de su intervención en el Club FARO en marzo de 1998, tras recibir el Premio Príncipe de Asturias. Contaba la oportunidad perdida con el yacimiento paleolítico de As Gándaras de Budiño, en Porriño, cuyas excavaciones dirigió en 1963 y que la industrialización de la zona malogró.

María Martinón destaca que Aguirre no solo fue el padre de Atapuerca, también estudió el homo erectus, investigó los yacimientos de Ambrona y Torralba (Soria) y “conocía cualquier yacimiento del mundo con una mente privilegiada”.

El libro de 1966 “La evolución”, del que Aguirre era codirector junto a los también paleontólogos Miguel Crusafont y Bermudo Meléndez, fue, como ha recalcado Juan Luis Arsuaga, “el trabajo fundacional de los estudios de paleontología humana”. Al haber sido avalado por Editorial Católica y contar con el nihil obstat del censor eclesial, los católicos tenían la garantía de que su contenido no contravenía la doctrina oficial de la Iglesia, lo cual supuso un gran impulso en pleno franquismo. “Una figura histórica, un maestro, un pionero. La ciencia española le debe mucho y Atapuerca le debe todo”, señaló ayer Arsuaga en su cuenta de Twitter.

Aguirre se consideraba afortunado por haber podido disfrutar el éxito de Atapuerca, un privilegio que no tuvo Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888), el descubridor científico de la cueva de Altamira. Desde el principio supo que el proyecto burgalés iba a dar de sí muchas décadas de investigación. “En 1976, cuando presenté la idea para las excavaciones, había que pedir dinero para un trienio –recordaba en 2006, en una entrevista con la periodista de FARO Ágatha de Santos–. Yo ya dije entonces que con un trienio no había ni para empezar, porque había trabajo para decenas de años. Llevamos tres décadas y estamos empezando”. Y lamentaba la pérdida del yacimiento de As Gándaras: “Fueron expoliadas y son irrecuperables”.

Recuerda María Martinón que cuando hizo su tesis doctoral con José María Bermúdez de Castro empezó a plantear que creía que el origen de los europeos no era africano, sino asiático. “Bermúdez de Castro me dijo que eso, que parecía una herejía, ya lo había dicho Emiliano”.

“Emiliano Aguirre no se muere porque el legado que ha dejado es brutal”

María Martinón-Torres - Paleoantropóloga Atapuerca

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La científica gallega destaca el mérito de Aguirre de haber planteado que se podía hacer en España un proyecto de investigación que cubría varias disciplinas, y que esa buena “materia prima”, los materiales paleontológicos extraídos en nuestro país, no fuesen derivados al extranjero para que los estudiasen otros. “Nos hizo creer que nosotros podíamos hacerlo, no solo por un material excepcional, sino también por nuestro talento e imaginación para generar proyectos de investigación únicos en el mundo”, resalta María Martinón. Añade que Emiliano Aguirre es “no se muere, porque el legado que ha dejado es brutal, deja muchos bisnietos [investigadores] en Atapuerca”. Y deja escapar un “¡cómo me alegra de que sea gallego, caramba!”.

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