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La nueva artesanía gallega: de zocos y ecoprint a lencería erótica de lujo

Arriba a la izquierda, Nuria, Antía e Uxía, de ‘Las flores de Greta’; a la derecha, Raquel Espiña, de House of Malasanta; y abajo a la derecha, Montserrat Álvarez, de Heimat Atlántica; por último, Elena Ferro, Alba Villar, Marta G. Brea y cedidas

Los creadores ponen en el centro de los diseños su tierra y la tradición pero sin miedo a innovar

Las historias pueden contarse de muchas maneras. Y también con muchas herramientas. La palabra parece ser el código estrella, desde el cuento de un abuelo a un niño, un mensaje de texto a través del móvil o estas mismas líneas. Las imágenes son el otro gran idioma universal, cada vez más relevantes en una realidad dominada por Instagram o TikTok. Pero no son los únicos. Los aromas, las texturas, las sensaciones o las emociones son mecanismos fundamentales para dar a conocer una realidad. También para hablar de la tradición y de evolución. Encontrar el medio a través del que engranar todos estos elementos se convierte en una misión al alcance de aquellos que logran conjugar talento y sensibilidad, arrojo para innovar e inteligencia para valorar lo clásico.

Entre estos afortunados se encuentra los creadores gallegos, artistas en el sentido más amplio de la palabra. Porque la artesanía gallega no se detiene y, poniendo en valor productos atávicos, también se atreve con mercados menos convencionales. Así, terminan sorprendiendo con zocos adaptados al siglo XXI y prendas ecoprint o lencería erótica de lujo y ropa o complementos de diseño que triunfan en Tokio y Estados Unidos.

En realidad, más que productos tratan de capturar y trasladar experiencias. Lo hacen mediante procesos de elaboración que garantizan estándares de calidad y exclusividad. “En nuestro caso creamos prendas con valor emocional en las que representamos una parte de los bosques gallegos”. Así resumen Antía Vargas y Uxía y Nuria Benlloch el trabajo que desde 2017 realizan con ‘Las flores de Greta’. Ingeniera, diseñadora gráfica y artesana respectivamente, las tres se unieron en un proyecto en torno al ecoprint, una técnica basada en la búsqueda de los distintos elementos colorantes que ofrece la naturaleza y su traslado de color y forma a textiles. Surgió además como “la búsqueda de un camino vital, de un proyecto sostenible coherente con lo que pensábamos”.

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Antía Vargas, Uxía y Nuria Benlloch, artesanas de ‘Las flores de Greta’ Alba Villar

Hace cerca de cuatro años que se dedican en cuerpo y alma a esta actividad desde su taller de Gondomar. Trabajan principalmente con algodón orgánico y seda además de comenzar a explorar la lana merina o el lino. Imprimen las flores sobre el tejido plano y lo derivan a un taller local para la confección. Así, convierten blusas, vestidos o chales en lienzos para el recuerdo. De hecho, ‘Las flores de Greta’ surgió pensando en imprimir ramos de novia y otras flores con un significado especial, un servicio que siguen ofreciendo. “Nos llegan pedidos de ramos de jubilación, aniversarios señalados… Este verano una clienta nos hizo un encargo muy especial. Su madre venía todos los años a pasar unos días a Galicia y por la pandemia este año no pudo. Así que quiso mandarle las flores del jardín en una prenda”, cuentan.

Sobre valores similares pivota el trabajo de una de las artesanas más reconocidas actualmente en Galicia. Elena Ferro ha salvado los zocos de su desaparición adaptándolos a la realidad actual. Es más, no solo los ha rescatado sino que los ha convertido en tendencia reivindicando, al mismo tiempo, el trabajo en el campo y el mundo rural.

Creció en un taller de zoqueiros y vio como en las últimas décadas tuvieron que virar hacia la elaboración de otros productos. “Entre os anos 70 e o 2010 un 20% do que se facía no taller eran zocos mentres o outro 80% era marroquinería. Foi a partir do 1995 cando empecei a pensar como readaptalos para que non desaparecesen. Non me parecía xusto que un calzado que protexera tanto á xente do campo morrese”, explica.

Elena Ferro, en la tienda-taller de Merza, rodeada de sus diseños EDUARDO ARMADA - FUNDACIÓN ARTESANÍA DE GALICIA

Pero no solo debía adecuar los materiales o la forma a un nuevo terreno -como ella misma explica no es lo mismo la tierra y el barro que el duro asfalto- sino que tenía que luchar contra el concepto negativo que lastraba a este calzado.

Los cambios fueron progresivos, siempre respetando los conceptos que caracterizan a los zocos: “Debían seguir sendo quentes, illar da auga e ser o máis confortables posibles”. Modificaron las formas de las maderas para hacerlas más flexibles y le dieron un giro a la estética porque “primeiro teñen que entrar polos ollos” pero sin renunciar a la esencia. También “escoitando aos clientes xurdiron os zocos veganos, aínda que o noso forte sexa a pel estamos en constante evolución”.

Y así, “coas miñas tres loitas: os zocos, a posta en valor do rural e a defensa da lingua” junto con un empujón de las redes sociales, Elena Ferro ha logrado, además del Premio Nacional de Artesanía en 2019, que los zocos taconeen por medio mundo, hasta en Nueva Zelanda. Pero su mayor satisfacción es otra y llega cuando “xente maior que os usou de pequena e lles tiña certa manía ven e di ‘agora vounos comprar con gusto’, iso é o mellor”.

Las colareiras de O Grove mano a mano con Chanel

De una fusión de culturas y experiencias, pero con Galicia en el epicentro surgió Heimat Atlantica. Detrás de la marca se encuentra Montserrat Álvarez, una historiadora del arte formada entre Santiago, Roma y París. Precisamente se encontraba trabajando en la capital francesa con los hermanos Bouroullec cuando decidió volver al origen. “Necesitaba justamente eso, volver a mi identidad, a mi cultura después de tantos años fuera”, apunta. Y todo surgió casi por casualidad. “En un viaje descubrí las cestas tradicionales portuguesas de junco, me compré una que me encantó” y le añadió un amuleto que siempre iba con ella, una pieza de Sargadelos. “Cuando volví a París y en otros muchos lugares me paraban para preguntarme por el bolso, por la pieza de Sargadelos y me dije, ‘esto es lo que tengo que hacer’”, cuenta Montse.

Montserrat trabajando como artesana Felipe Ribon

Ese fue el origen de uno de sus productos estrella, pero igual de especiales son las piezas que nacieron de la colaboración con las colareiras de O Grove. Los tradicionales complementos hechos con conchas se dieron la mano con la Maison Desrues del grupo Chanel Metiers d’art. Ellos, los mismos artesanos que cincelan por ejemplo los botones para las tweed de Chanel, les pusieron los cierres a estos collares.

“Ese era mi sueño, juntar la artesanía, el diseño, las técnicas… dar a conocer, preservar y dignificar una tradición, poner en valor un oficio y que al mismo tiempo nos proporcione sustento económico como artesanos”, desarrolla la fundadora de Heimat Atlantica.

Así que cogió sus maletas y volvió a Pontevedra, donde está su atelier. La mayoría de las materias primas y la práctica totalidad de los procesos de creación se desarrollan en la capital del Lérez. Aunque actualmente Montserrat se mueve a medio camino entre Galicia y Estados Unidos en un afán por seguir labrando el mercado internacional -actualmente ya un 90% de sus ventas son en el extranjero aunque desde la pandemia ha crecido la demanda nacional- el arraigo a Galicia forma parte del ADN de la firma, con la creación de empleo y la dinamización económica que conlleva: “Para mi Heimat es un proyecto social y cultural que trabajo desde el contexto de la moda”.

El más arriesgado todavía

“Galicia es una tierra de grandes ideas. Me encanta y consumo la artesanía que trabaja e innova a partir de los productos que entendemos como más propios de la tradición gallega, pero somos sumamente abiertos. Nosotros también nos sentimos parte de un gremio tan rico como el de los artesanos gallegos”. Raquel Espiña, portavoz de House of Malasanta, se lanzó con el apoyo de su hermana gemela Andrea y el diseñador Eduardo Acqueroni a hacer lencería erótica de lujo con sello vigués.

Raquel Espiña, de House of Malasanta Marta G. Brea

Vio en ella un nicho de mercado interesante poco explotado. “Siempre me gustó el sector de la lencería, que se convierta en una experiencia, ese punto de misterio que aporta al ser una prenda que no se ve, o mejor dicho, que solo ve quien debe ver”, apunta Raquel. Así se atrevió a emprender prácticamente en plena pandemia. Su intención era hacer un producto gallego, pero no fue posible encontrar materiales o talleres que cumpliesen con los estándares de calidad que quería. La solución la encontró a miles de kilómetros, en Transilvania, donde comparte taller con la famosa firma La Perla. Allí se confeccionan las prendas prácticamente a mano, “pero el último toque siempre es gallego”.

Los best sellers tendrán continuidad en sucesivas colecciones, pero de las prendas más especiales tan solo se ponen a la venta unas 500 unidades. “Forma parte de esa experiencia de la que hablamos, de identificarte con el deseo, con la exclusividad, con sentirte poderosa con algo que llevas y que solo tú sabes que llevas”, explica Raquel.

El valor de lo hecho a mano

El precio y el valor de las cosas depende en ocasiones de quién mira, si es el que compra o el que vende, el que invierte horas en crear o el que tiene que ajustar el presupuesto para hacerse con el bien deseado. “Creemos que hay que desterrar esa frase de que la artesanía no se valora. Desde ‘Las flores de Greta’ opinamos que sí se valora pero que quizá no sea para todos los públicos. Desde luego que el que no valora nuestro trabajo no es nuestro público y no pasa nada por ello”, coinciden Antía, Uxía y Nuria, un sentir cada vez más extendido entre los artesanos.

“Tienes que saber a quién va dirigido y lo más probable es que ese segmento sí que lo valore”

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Desde House of Malasanta se suma a este pensamiento añadiendo que a la hora de crear “tienes que saber a quién va dirigido y lo más probable es que ese segmento sí que lo valore”.

Lo cierto es que cuando nos llevamos a nuestra casa un producto artesanal, ya sean zocos, cerámica, una blusa, un bolso, un vino o un sujetador no solo estamos comprando un objeto, estamos comprando la sabiduría colectiva de generaciones, la inteligencia de unas manos que materializan la destreza y el conocimiento de años, una tradición. En definitiva, todas estas iniciativas muestran que la artesanía se convierte en ese canal sobre el que plasmar palabras, imágenes, sentimientos, aromas y sensaciones que cuenta, al mismo tiempo, la historia de uno y la historia de muchos. 

Un círculo que se abre y se cierra en Galicia 

Todas estas firmas dan sentido a esa frase hecha de “desde Galicia para el mundo”. Aunque en ocasiones toque recurrir a algunos recursos más allá de la comunidad, la firma es gallega. Por ejemplo, las prendas de House of Malasanta llevan el toque final hecho en Vigo. De vuelta de Transilvania se etiquetan a mano en la ciudad olívica, poniéndole el broche en el mismo lugar del que surgió la idea.

Otro ejemplo con mayúsculas del sí se puede es la marca D-Due. Desde Rianxo Charo Froján y Alfredo Olmedo crearon la firma basada en tejidos nobles y sostenibles y prendas con vocación artística. ¿Y hasta donde llegaron desde su cuartel general en esta pequeña localidad costera? Ni más ni menos que a Tokio. Pero no de manera anecdótica. La presencia de D-due en el ámbito internacional tiene como eje principal el mercado japonés. Allí se consolidó de manera estable hasta el punto de contar con una tienda monomarca en Tokio y distribuir sus prendas a través de diferentes puntos de venta en todo el país. 

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