El magma que hasta hace cinco días dormía plácidamente en el interior de La Palma está alcanzando ya la superficie. Tras cinco días de movimientos sísmicos continuos, el terreno de la zona suroeste de La Palma, donde están ocurriendo los seísmos, se ha elevado seis centímetros, según los últimos datos registrados. Pese a ello, el Comité Científico del Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico (Pevolca) ha descartado la erupción inminente, y por ello, ha optado por mantener a los municipios palmeros situados en Cumbre Vieja (El Paso, Los Llanos de Aridane, Mazo y Fuencaliente) en prealerta o semáforo amarillo, que pone en alerta a la población y garantiza su preparación en caso de tener que evacuar rápidamente.

El miércoles se celebró la segunda reunión que el Gobierno de Canarias convoca para evaluar la actividad sísmica del sur de La Palma, que, desde la madrugada del sábado, ha registrado un enjambre con varios terremotos fuertes (de una magnitud superior a 3), y con una profundidad cada vez menor. Por otra parte, la frecuencia de estos seísmos ha variado ligeramente, produciéndose menos terremotos por hora. No obstante, este tipo de registros puede tener periodos de baja actividad para volver a reactivarse apenas unos días después, como ocurrió en El Hierro.

Tras cinco días de temblores continuos, el miércoles el enjambre provocado por una intrusión de magma en el edificio volcánico de La Palma se acercó más a la población. De esta manera, se registraron 20 seísmos a menos de 3 kilómetros de profundidad, aunque todos ellos de baja magnitud.

Para Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), “el por qué” de esta modificación del comportamiento aún “no está claro” y por ello, advierte que “hay que seguir de cerca la evolución del proceso y mantener la vigilancia 24 horas, como hasta el momento”.

Los terremotos que se produjeron el miércoles también se sintieron de manera más generalizada por parte de la población de la zona, como es el caso de un terremoto de magnitud 3,1 que se produjo a las 6.15 horas de la mañana a 9 kilómetros de profundidad y que tuvo una intensidad 4. Esto quiere decir que fue sentido por la mayor parte de la población, concretamente la del barrio de Jedey en El Paso, especialmente dentro de los edificios. La vibración fue moderada y muchos pudieron sentir un temblor en la habitación, la cama o del propio edificio.

También pudieron sentir la oscilación de los objetos colgados y el temblor de los muebles. Por fortuna, no se registró ningún daño. Durante la jornada del miércoles, la media de profundidad en la que se localizaron un centenar de terremotos fue de 8 kilómetros, lo que supone una posición más superficial con respecto al día anterior.

Esta circunstancia, según Domínguez, se da porque la corteza terrestre es un “sólido elástico” que el magma caliente, por tanto, puede moldear. “La intrusión magmática deforma el terreno porque la roca no es rígida, y donde lo es, la energía que genera provoca terremotos”, señala el sismólogo.