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Javier Yanguas Gerontólogo y Director científico del Programa de Mayores de ‘La Caixa’

“En esta pandemia se ha culpabilizado excesivamente a los mayores”

Javier Yanguas, gerontólogo.

Los mensajes en pandemia apuntaban hacia “los mayores”. Día tras día. Según Javier Yanguas, gerontólogo y Director científico del Programa de Mayores ‘La Caixa’, de un modo “excesivo”. Todo lo que estaba pasando, con víctimas de esas edades, provocó miedo en muchas personas. Se refiere Yanguas, experto a nivel internacional en nuevos modelos de atención a personas mayores, a los/las que pasaron la pandemia solos en sus casas. También a los que cuidaron de otros.

Y para mejorar la gestión, un año y medio después de la irrupción del coronavirus, Yanguas propone caminar hacia nuevos modelos de vejez, en los que el ser, tener un objetivo de vida, tenga mayor peso. El día 21, este experto impartirá una conferencia en Vigo, de la mano de AFAGA (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer y otras demencias de Galicia). Será en el Marco (a las 19.30 horas). “Soledad y demencia: aprendizaje basado en la experiencia COVID”, se titula.

  • JAVIER YANGUAS

    (San Sebastián, 1963).
    Es doctor en Psicología Biológica y de Salud por la Universidad Autónoma de Madrid, con dos másteres: Neuropsicología Clínica de la Autónoma del Barcelona y el MBA en Deusto, entre otros títulos. Su carrera se centra en el ámbito de las personas mayores y la psicología. Es Director Científico del Programa de personas mayores de la Fundación ‘La Caixa’.

–Se dice que los niños/as nos han dado muchas lecciones en esta pandemia. ¿Qué lecciones nos han dado los mayores?

–Los mayores que se encuentran en una buena situación han demostrado una gran capacidad de resiliencia y de apoyo al resto de la población. Y los mayores muy mayores, o que no se encuentran tan bien, son los que han sufrido de manera importante. Hablo en este caso de los que pasaron la pandemia en sus casas.

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–¿Con presencia de pensamientos negativos igualmente?   

–Que hayan superado bien la pandemia o que hayan sido resilientes no significa que no se hayan sentido vulnerables o no hayan tenido pensamientos negativos o emociones negativas. De hecho, uno de cada tres mayores reconoce haberlos tenido. Varios estudios internacionales indican que la tristeza se ha multiplicado por tres, la depresión también; la ansiedad por cuatro, el estrés postraumático por cinco.

–¿Qué han demostrado?   

–No es que la pandemia no tenga consecuencias. Es que teniendo consecuencias son capaces de gestionar esas consecuencias; esa es una de las grandes cosas que han demostrado las personas mayores. No es que no les afecte sino que cuando les afecta saben qué hacer con ello.

–Usted se muestra descontento por el tratamiento “del colectivo de mayores” en la pandemia...

–Me ha dolido el tratamiento que se ha hecho, sí. Esa idea de que todos los mayores son iguales, esa culpabilización excesiva por la edad... También en los mensajes lanzados, de meter a todos los mayores en el mismo saco, cuando los mayores han demostrado esa capacidad de resiliencia.

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–¿Qué le ha sorprendido?   

–Mucha gente mayor se ha puesto las pilas y se ha puesto a colaborar en el bien común: cuidar de hijos y nietos, llamar por teléfono... preocuparse por la gente que estaba mal, colaborar, hacer la compra... La aportación al bien común que han intentado hacer me parece relevante.

–¿Y los/las más frágiles?   

–Sí, claro. Hay esa otra realidad. Los mayores frágiles que viven solos en casa. Los que se cuidan unos a otros, por ejemplo, que cuidan de su pareja con alzhéimer . Entre los que vivían solos la soledad ha aumentado. Y entre esta gente hay quien se ha sentido abandonado. Hay quien se ha sentido decepcionado con sus hijos... Quiero decir, así como hay mayores que han superado muy bien esta crisis sanitaria también hay otra gente que ha sufrido mucho, con problemas de salud o también de recursos.

“Muchos mayores ayudaron a otras personas, colaboraron con el bien común y se preocuparon por los demás: hijos, nietos, vecinos...”

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Javier Yanguas

–¿Esa soledad ha dejado cicatrices?   

–Indudablemente. Cicatrices distintas. Por ejemplo, los que pensaban que iban a recibir más apoyo. Algunas cicatrices tienen que ver con la sensación de que este año y medio que han perdido significa mucho para ellos porque no tienen mucho más tiempo de vida por delante. Todos hemos perdido. Pero hay algunos que tenemos la sensación de que podemos recuperarlo. Mucha gente mayor cree que no. Hay cicatrices que tienen que ver con la acumulación del sufrimiento emocional, especialmente en situaciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, los cuidadores de enfermos de alzhéimer, que han tenido que estar 24 horas, 7 días a la semana, cuidando. Al mismo tiempo, se ha hecho un énfasis excesivo en la edad, desde medios. Y muchos mayores pasaron miedo pensando que era su fin. Todo eso cuenta.

“Los nuevos modelos de vejez deben centrarse en el ser y no tanto en el hacer. Hacer cosas pero con un objetivo de vida”

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–¿Qué aprendizaje podemos sacar?   

–Hay aprendizajes para todos. Creo que tenemos que aprender a vivir con la vulnerabilidad. En cuanto a los que trabajamos en envejecimiento, los modelos de vejez están muy centrados en el hacer. Ser un buen viejo o un buen mayor, vinculado al que hace ejercicio físico, al que hace muchas cosas... ¿Qué pasa cuando el hacer no es posible? Quizás debamos darnos cuenta de que los modelos de envejecimiento tienen que estar más centrados en el ser: tener un proyecto de vida personal, colaborar con el bien común. Tenemos que cambiar la mirada sobre el bienestar. Se suele vincular a disfrutar de la vida. Está bien disfrutar de la vida y descansar. Pero no solo eso. Creo que los nuevos modelos para entender la vejez deben unirse al bienestar de los demás.

–Basa su teoría en ‘tener un proyecto de vida’.  

–Es que muchas personas que han superado muy bien esta pandemia demostraron tener un alto sentido de la vida, proyectos acordes con sus valores... Me refiero a caminar hacia eso. Pasar del: hacer, hacer, hacer... llenando la agenda de cosas y actividades a algo más. Claro que hay que hacer cosas pero esas cosas tienen que tener un sentido. Y con ese sentido darle valor a la vida.

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–Realmente se trata de mantener un proyecto vital hasta el final...   

–Claro. La vida es continuidad. El que era un triste de joven, lo es en el presente y será un triste de mayor (bromea...).Quiero decir, al final es continuar con un objetivo vital.

–Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la soledad no deseada es uno de los mayores riesgos para la salud. ¿Se ha podido constatar un deterioro cognitivo en muchas personas tras esta pandemia?   

–Sí. La última encuesta del CIS de salud mental en España ya habla de esto, del aumento de problemas de salud mental. Claro, claro que la soledad mata. De si algo hay bibliografía es de las consecuencias de la soledad en la salud. Lo que pasa es que esas consecuencias de la soledad en la salud no nos las hemos creído, ¿no? Sabemos que es así pero decidimos ignorarlas.

–¿A_qué se refiere?   

–Pongo un ejemplo curioso para ver otro tipo de pensamiento. En Navidad estaba leyendo y encontré un artículo en ‘The New Yorker’ que hablaba de una senadora demócrata del Estado de Nueva York. En septiembre (de 2020) sacó una ley de excepción: como la soledad mata en algunas residencias de Nueva York se podían hacer excepciones para que los familiares visitaran a sus seres queridos. Nosotros, en este aspecto, creo que hemos tenido una postura demasiado rígida, aún sabiendo que la soledad puede matar. Quiero decir con este ejemplo que en Estados Unidos, en este caso, entendieron que había que hacer las cosas de otra manera. Si el coronavirus no te mata puede matarte la soledad. Me quedé perplejo al ver que en algunos sitios se permiten empezar a pensar diferente. Y me lleva a pensar también en que aquí nos hemos situado en una postura excesivamente rígida en ese momento. Pero, oye, nos puede dar ideas para pensar y actuar de otra manera en el futuro.

“Tenemos que cambiar la mirada: la vejez es una parte de la vida tan importante como la niñez o la juventud”

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–¿Hay muchas ideas negativas preconcebidas sobre la vejez?   

–A veces creo que algunos piensan que la vejez es como el tiempo extra al final de un partido, en el baloncesto, por ejemplo. Cuando quedan tres minutos y el partido está finiquitado y salen los suplentes. Es como lo que sobra y, al final, parece que no se acaba nunca. Tenemos que cambiar ciertas miradas. Es muy importante que aprendamos que la vejez es una parte de la vida tan importante como la niñez o como la juventud.

–Si volvemos a tener una pandemia similar, ¿qué propone para mejorar con respecto a esta?   

–En residencias tenemos que transformar el modelo de atención. No solo en Galicia, País Vasco; en España, en general. También en Francia, Canadá, Reino Unido... En Canadá el ejército tuvo que entrar en residencias de Ottawa, no hay que olvidarlo. Hay que revisar el modelo de atención residencial. Mejorar la atención y la coordinación sociosanitaria. Y en las casas hubo sensación de abandono en ciertos momentos. Hay que construir comunidad, relaciones comunitarias. En los barrios que han tenido más engranaje comunitario la cosa ha estado mejor. También tenemos que cambiar el modelo de vejez. Menos hacer y más ser. Creo que tenemos que tener un pensamiento más flexible. Una mirada más allá. Si solo miramos lo físico no es suficiente. Hay que mirar los efectos de un virus como este en el sufrimiento mental. La vejez no solo es una etapa de disfrutar: se necesita hidratar el alma, aportar al bien común. He escrito un libro sobre este tema (“Pasos hacia una nueva vejez” -Destino-) que pronto saldrá publicado (actualmente en preventa).

“Hubo mucha soledad y sufrimiento”

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En esta pandemia, desde el programa de mayores de la Fundación ‘La Caixa’ realizaron un análisis de la situación de personas en distintos puntos del país. “Se hizo un seguimiento a más de 300 mayores en domicilios de toda España y encuestas telefónicas a 3.000”, cuenta Yanguas. Ocho de cada diez decían que tenían miedo al futuro pero temían más por el futuro de las nuevas generaciones que por el suyo.

–Cuenta usted que una señora con la que hablaron en la investigación llevada a cabo en esta pandemia le explicaba que esto no es comparable con la guerra... 

–Sí, claro. Me decía: ‘Tú no sabes lo que era la guerra. No había agua, ni luz, ni ropa... ni muchas veces comida”. Me comentaba que nada que ver. Evidentemente ella ahora podía estar preocupada por tener el pelo sin arreglar debido a la pandemia o cosas así.

–¿Existe una especie de gerontofobia?   

–Es que es una tontería. Porque, en el mejor de los casos, vamos a llegar a viejos. Los años no nos los saca nadie. Y es una suerte poder seguir cumpliendo. Entonces, ¿cómo es posible odiar o marginar lo que vamos a hacer-ser en el futuro, es decir, a nosotros mismos? A mí me cuesta entender esto.

–No le he preguntado por los mayores que han pasado el coronavirus en casa solos...

–Imagínate el conjunto del miedo, síntomas físicos... porque lo de las residencias ha sido un drama, con tantos muertos, es evidente. Pero de lo que ha pasado en los domicilios nadie habla. Supervivencia, mucha soledad y sufrimiento...

–Tenemos que ser más flexibles...   

–Tenemos que mejorar la atención, la coordinación sanitaria y sí, una mirada más flexible teniendo en cuenta las características, las necesidades... Porque puede haber soluciones intermedias para poder visitar a una persona que realmente lo necesite, que está sola. También se precisan habitaciones individuales.

–¿Y usted hace hincapié también en valorar a las personas mayores?  

–Por supuesto. Es que uno no pierde valor porque tenga un deterioro cognitivo, porque tenga 85 años...

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