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Una madre que es la leche: más de seis años amamantando a sus hijos

Iria Blanco, de 38 años, amamantando a sus hijos Iñaki Osorio

Iria Blanco, una ourensana de 38 años, alimenta de su pecho a su hijo mayor y al pequeño, de 24 meses, una experiencia “intensa y maravillosa”, pese a las miradas que suscita

‘Esa leche ya no alimenta’, ‘te está usando de chupete’, ‘si sigue mamando acabará siendo un rarito’, ‘¡qué esclavitud eso de dar teta!’… Seguro que buena parte de las madres que han decidido (y logrado) amamantar a sus hijos han escuchado en algún momento alguna de estas frases lapidarias, incluso de profesionales del ámbito sociosanitario a todas luces desactualizados. Aunque pocos se atreven a cuestionar de entrada los beneficios de la leche materna, respaldados por la Organización Mundial de la Salud, según pasan las semanas de vida de un recién nacido el objetivo parece diluirse.

Todas las presiones externas se traducen, en muchos casos, en un abandono prematuro de la lactancia. Si bien la OMS mantiene que la lactancia materna exclusiva (LME) debe ser la fuente de alimento de los bebés hasta los seis meses de vida y prolongarse, cuando menos, hasta los 24 en combinación con la incorporación progresiva de otros alimentos, la Encuesta Nacional de Salud arroja unos datos completamente opuestos. Un 70% de las madres la mantiene hasta las seis semanas, en torno al 66% alcanza los tres meses, un 50% llega a la barrera de los seis y tan solo un 20% pasa del año.

“La sociedad no ayuda a la lactancia, 16 semanas de baja maternal no son suficientes ni siquiera para los 6 meses de lactancia exclusiva que recomienda la OMS”

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“La sociedad no ayuda a la lactancia, 16 semanas de baja maternal no son suficientes ni siquiera para los 6 meses de lactancia exclusiva que recomienda la OMS”, apunta Carmen Lara Benítez, matrona con experiencia en atención de partos en los hospitales de Ourense, Verín y Vigo y también en atención primaria en Ribadavia. Además “los seres humanos solemos repetir los patrones que observamos, y cada vez vemos menos madres amamantando. Antes siempre había una hermana, amiga, vecina... que estaba dando el pecho y ayudaba a la nueva madre que empezaba en ello. Ahora te animan a darle un biberón ‘para que así descanses’”.

Iria, con sus hijos y su marido en un parque público de Ourense. IÑAKI OSORIO

Contra todos estos patrones se ha impuesto Iria Blanco. Esta ourensana de 38 años lleva más de seis dando el pecho, y lo continúa haciendo en tándem: amamanta a Pablo, de seis años y medio, y a Iván de dos, algo natural que, en la actualidad, ha tomado tono de gesta.

“Yo si que tuve la oportunidad de ver dar el pecho en casa. Mi madre tuvo cuatro hijas y tres lactamos, la última hasta los cinco años, algo por lo que mi madre ya fue bastante señalada”, cuenta.

Con todo, los inicios no fueron sencillos. Un parto por cesárea y protocolos estandarizados la privaron del piel con piel y de la primera toma del bebé, clave para una lactancia exitosa. Además “en la planta maternal de CHUO no recibí apenas ayuda, tan solo una auxiliar con muy buena disposición pero que lo hacía casi a escondidas. Fue mucha más la insistencia para que suplementase con biberones, poner el foco de atención en que si tenía los pezones planos… cosas que solo contribuyeron a aumentar mis dudas y mi ansiedad tras un parto duro y un largo camino marcado por una muerte perinatal anterior”. Y es que “el sistema sanitario no está totalmente comprometido con la lactancia materna, hay una falta de información y recursos que se está dejando de lado” cuando “siempre se debe fomentar la formación en lactancia materna. Tanto en los profesionales como en las familias. Es un compromiso de todos por los múltiples beneficios, que afecta a nivel personal, social y económico”, subraya a este respecto Carmen Lara desde su experiencia como matrona.

Ya en casa con su pequeño, Iria y su compañero, “un pilar fundamental”, siguieron “persistiendo con la teta”: “Fueron muchas horas de paseos por el pasillo dando el pecho, con las molestias de la cicatriz, tuvimos cuatro meses complicado hasta que en una escapada de camping desconectamos del reloj y del móvil, unos días con estilo de ‘vida salvaje’ fueron un punto de inflexión”.

Y hasta hoy. Pablo tiene seis años y medio y hace dos se sumó a la familia Iván. “Durante el embarazo afronté ciertos miedos, en parte infundidos por profesionales que me desaconsejaban por completo continuar con la lactancia sin hacer seguimiento específico de mi caso”, pero siguió su instinto y empezó el tándem, una etapa “con momentos intensos pero maravillosa que repetiría siempre”, pese a las miradas que suscita.

Iria, con sus hijos y su marido en un parque público de Ourense Iñaki Osorio

“Posiblemente mi actitud cuando amamanto en público ya evita comentarios, lo hago sin tapujos, con naturalidad, sin esconderme porque no hay nada que esconder”, explica. Pero sí que nota cómo la miran: “Las personas más mayores lo hacen con cariño, como recordando esa etapa de su vida, pero la gente de mediana edad y la más joven mira entre escandalizada y sorprendida, alguna con cierta compasión por ese ‘sacrificio’ que en absoluto lo es”. También se encuentra, todo hay que decirlo, con quien la empodera y sustenta, con su tribu, la física llena de familia y amigos, y la virtual con la Asociación de Apoyo a la Lactancia “Arrolos de Teta” donde siempre hay alguien de guardia para sostener en la travesía. 

Vínculo y terapia

“La leche materna es el mejor regalo que podemos ofrecerle a nuestros hijos. Y nunca es un sacrificio como a veces se dice, la lactancia materna se vive y se disfruta. Es cierto que se lucha mucho, y hay que dedicarle mucho tiempo, pero nunca debería ser con sufrimiento. Si lo es, si por ejemplo hay dolor es porque algo no marcha bien. Hay que localizar el problema (un frenillo lingual corto, una postura inadecuada…) y solucionarlo”, apunta Carmen Lara. Todo pensando para lograr ese “vinculo único que se crea en la teta” tanto entre madre e hijo como, en el caso de Iria, entre hermanos. “Al principio el mayor no quería mamar cuando lo hacía su hermano, luego el pequeño tuvo una fase más territorial, pero han generado una conexión más especial si cabe, se buscan con la mirada, se acarician, también aprenden a negociar e incluso juegan, a veces parecemos un poco el Circo del Sol”, bromea.

“Es el mejor regalo”, defienden las matronas

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Iria con Pablo e Iván de recién nacido. Cedida

Además, la lactancia de Pablo también fue en su momento un balón de oxígeno para Iria. “Cuando él tenía tres años tuve que dar a luz a una niña sin vida en la semana 27. Pablo seguía mamando, el aprovechó el calostro tras ese parto y a mi me ayudó a recuperarme mejor físicamente y también fue un bálsamo emocional”.

Porque, dure mucho o dure poco, de eso se trata la lactancia materna: no solo de alimento, sino de amor, de apego, de refugio y de vínculo, un nexo que solo el binomio madre hijo deberían decidir cuándo empieza y cuándo termina, sin atender a mitos o presiones. 

Iria con Pablo e Iván al pecho en la actualidad. Cedida

La losa de los mitos 

“Somos el único mamífero que se cuestiona no tener leche, nuestro cuerpo es capaz de parir y amamantar”. Así de rotunda responde Carmen Lara, que sí apunta a una dolencia “muy poco común”, la hipogalactia, como causa única que impide la producción suficiente de leche materna. 

Para comprender esto, la matrona explica cómo es el proceso de producción: “La subida de leche se desencadena por un componente hormonal, pero se mantiene y estimula por la succión del bebé”. Por eso “quien dice que no tienes leche lo dice desde el desconocimiento total de la lactancia materna”. Es importante en estos casos buscar asesoramiento y comprender que “la LME es a demanda, es importante que el bebé mame a libre disposición, es así como él mismo ajusta la producción a sus necesidades y se huye de la errónea sensación de que no hay leche suficiente”. 

Otro de los grandes mitos, el de que la lactancia no ‘alimenta lo suficiente” es tan erróneo como el anterior. “El cuerpo es muy complejo y produce lo que necesita el niño en cada momento. Al principio tiene mayor cantidad de proteínas y anticuerpos, según va creciendo predomina los hidratos de carbono y la grasa. Con la alimentación complementaria la leche ni se agua ni deja de alimentar, le sigue aportando los nutrientes necesarios en ese momento de crecimiento y desarrollo, y el principal alimento debe seguir siendo la leche materna al menos hasta el año de vida. No debemos olvidar tampoco que los niños son lactantes hasta los 24 meses”. 

Y para aquellos que sugieren cambiar la leche materna por la de vaca “que alimenta más” deberían saber que la leche materna de una madre que amamanta a un bebé de más de un año supera con creces en calorías a la leche de vaca

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