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J. Eugenio Fernández Barallobre Exinspector de Policía y escritor

“En 1906 una mujer se hizo pasar por hombre para conseguir entrar en la Policía”

Fernández Barallobre, con su nuevo libro. CARLOS PARDELLAS

El inspector coruñés retirado aborda en su último libro los dos siglos de historia de este cuerpo de seguridad

Inspector de Policía de la promoción de 1978, la primera en la que se formaron inspectoras mujeres y alférez de infantería, el coruñés José Eugenio Fernández Barallobre ejerció su carrera profesional en diversos destinos dentro de las fuerzas de seguridad ciudadana. Bilbao - donde estuvo hasta 1984 y vio cómo ETA asesinaba a colegas, entre ellos su compañero en la escuela, el gallego Javier Moreno, muerto en Eibar de un tiro en la nuca-, Granada, Oviedo, Vigo - donde llevó la seguridad del estadio de Balaídos durante los partidos del Celta o los espectáculos que la TVG montaba en Castrelos-, Santiago y A Coruña han sido las localidades donde ejerció. Acaba de publicar “Historia de la Policía Nacional” (Esfera de los Libros) donde realiza un recorrido por el cuerpo desde 1824 hasta la actualidad.

–¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre la historia de la Policía Nacional y con qué intención lo ha realizado?

–El antecedente más remoto surge a finales de 1997 cuando estando destinado en A Coruña le propongo al jefe superior de la Policía Nacional de Galicia la posibilidad de montar un museo policial en Galicia, como así hicimos. A partir de ahí me introduje en el tema de la historia –publiqué un libro sobre los cuerpos de seguridad durante el reinado de Alfonso XIII y otro sobre los uniformes en esa época– y a principios de 2016, ya retirado, abrí un blog sobre el tema. La editorial me propone realizar un trabajo bibliográfico que se centrase en la historia de la policía desde la óptica de sus integrantes, hechos de relieve, incluidos casos sobrenaturales, sus distintivos, uniformes, etc. En año y pico lo terminé y lo publicaron. La intención es que cualquier lector que desconozca el cuerpo pueda acercarse a él. Normalmente el conocimiento del ciudadano sobre este cuerpo de seguridad se circunscribe o bien al conocimiento de algún integrante, a pasar por las dependencias a renovar el DNI o pasaporte, o a presentarse en una comisaría a presentar una denuncia.

–Supongo que abarcar doscientos años ha exigido una ardua labor de investigación, ¿cuáles han sido las principales dificultades en su labor de documentación?

–La documentación entrañaba dificultad añadida porque hay poco publicado y la mayoría de lo editado corresponde del cuerpo de paisano, dejando en un laguna a la parte uniformada. Aparte de la documentación oficial, recurrí a la prensa, a través de la Hemeroteca Nacional y las de periódicos concretos. Es me obligó a leer cientos de periódicos, desdeñar reseñas que no me valían y seleccionar las relevantes. Descubrí casos curiosos como el de Fernandito, el policía que resultó ser mujer en 1906.

–¿Qué es lo más desconocido de la policía, las ideas más erróneas del ciudadano en general?

–Lo más desconocido es la historia de sus componentes, los que hemos hecho la policía. Además, la perspectiva que se tiene no es la correcta: no es un elemento represor ni opresor, sino un conjunto de hombres y mujeres que lo único que hemos tratado de hacer a lo largo de nuestra existencia laboral es defender los derechos y libertades de los españoles siguiendo las pautas que nos marca la legalidad vigente en cada momento. Hemos participado en epidemias como esta, la de la gripe de 1918-20, la del tifus de Madrid, que dejó bajas en el cuerpo de seguridad porque recogíamos a indigentes, y en los problemas de orden público de la república, el franquismo y ahora la democracia. En casos puntuales donde se nos criticó, como en los asesinatos de Canalejas o Dato, en lo que la opinión pública le echaba la culpa a la policía, se debieron a la falta de medios con que los políticos dotaron a los cuerpos de seguridad.

“Blasco Ibáñez estuvo a punto de morir en un duelo con un teniente ofendido”

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–Habla de duelos al estilo romántico y de investigaciones “extrañas”, ¿puede mencionar algunas que le hayan llamado la atención?

–Un duelo muy curioso le hubiera podido costar la vida a Blasco Ibáñez y nos hubiéramos quedado sin “Cañas y barro”. Un teniente del cuerpo de seguridad lo retó ofendido porque le había acusado de haberlo agredido. El escritor se salvó por una medalla que paró la bala y al día siguiente pidió al ministro que readmitiese al policía, que había pedido la baja voluntaria para llevar a cabo la afrenta. Hubo duelos dentro de la propia corporación: uno a sable en que un inspector cayó frente a un capitán. De investigaciones extrañas, destaco el “caso del duende de Zaragoza”, que se produce en plena república, cuando detectan en un inmueble unas voces que salían de la cocina. La investigación implicó el traslado de policías al lugar, incluso la unidad de asalto tuvo que cargar porque había una manifestación popular de gente que quería escuchar la voz y los arquitectos municipales temían que el edificio se derrumbase. Algo parecido sucedió en Barcelona pero es posible que fuera un modo del propietario de la casa para echar a los inquilinos de renta antigua.

–¿Qué hitos destacaría?

–Cuando le salvamos la vida a Alfonso XII en Madrid en 1913, gracias a la intervención del cuerpo de seguridad y vigilancia, y también sobre esos años la detención en España de Fantomas, un delincuente de guante blanco buscado en media Europa que seducía a damas con sus buenos modo se inteligencia y las desvalijaba, entrando de noche en sus habitaciones vestido de negro.

–Mencionaba anteriormente la imagen de la policía como una fuerza opresora , ¿considera que esto viene de la dictadura franquista?

–No. Viene de siempre porque nos ha tocado dar la cara en todos los tiempos, en cualquier momento de la historia, la policía se tenía que plantar en medio para eludir disturbios. En la época de la república se crean las unidades de asalto, el elemento represor por excelencia. Con Franco igual y en la democracia también, véanse movilizaciones laborales, por ejemplo. Nuestro papel es defender la legalidad vigente.

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