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Rubén Nogueiras | Investigador del CiMUS de la Universidad de Santiago

“No pensamos que vaya a haber una pastilla mágica que vuelva delgado a un obeso”

El científico vigués ha sido premiado por la Fundación Jesús Serra

Rubén Nogueiras, en su laboratorio. | // USC

Meses después de recibir el premio de la Sociedad Europea de Endocrinología, el científico vigués Rubén Nogueiras acaba de ser premiado por la Fundación Jesús Serra, de la aseguradora Catalana Occidente. Nogueiras es miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) y del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CiMUS) de la Universidad de Santiago.

–-¿Qué significa en la práctica este premio?

–Por un lado, es un reconocimiento a todo el trabajo que estamos haciendo en el grupo, teniendo en cuenta que el jurado que ha valorado estos premios son gente de muchísimo prestigio. Es un honor que ellos crean que nuestro trabajo tiene impacto. Por otro, es un impulso al proyecto que queremos realizar, porque se presenta una propuesta y es evaluada para el premio y ese dinero va a financiar un proyecto que teníamos en mente y que con este apoyo será posible realizar.

–-¿De qué proyecto se trata?

–Trata de investigar unas células que están en el cerebro, que no son neuronas y se llaman tanicitos. Ocupan una zona del cerebro que les permite actuar como puentes entre la periferia y el resto del cerebro. Tienen una forma muy alargada y permiten el paso de moléculas desde la sangre hacia las células del sistema nervioso central. Queremos manipular algunos mecanismos dentro de estos tanicitos para ver si el transporte de nutrientes desde la sangre hasta el cerebro se puede ver afectado y de ese modo podemos mejorar una situación de obesidad. Sabemos que el cerebro es muy importante para regular el peso corporal mediante la regulación de la ingesta y del gasto energético. Proponemos que este transporte de nutrientes, a través de estos tanicitos, podría modularse y por tanto podríamos regular todo el sistema.

–Es decir, ¿esos nutrientes los percibe el cerebro, y según esa percepción regula el gasto energético?

–Eso es, exactamente. Se dice que el cerebro es “el director de la orquesta”: recibe información de los órganos de la periferia, que le informan de cuál es el estado energético del organismo, procesa esta información, como un ordenador, y dependiendo de la información que tenga va a ejecutar unas órdenes para regular lo que comemos y la energía que gastamos.

–-¿También la reserva en forma de grasa?

–Claro, tanto el gasto como el ahorro energético. Eso va a depender, en gran medida, de cómo se “sensen” esos nutrientes. Sabemos que las neuronas van a poder actuar como sensores de glucosa, de aminoácidos (que son los que forman las proteínas) y de ácidos grasos, que son los tres principales nutrientes, y dependiendo de esa información que tengan las neuronas, las órdenes del cerebro van a ser diferentes. Por eso creemos que los tanicitos van a ser importantes en todo este proceso.

–-¿Los tanicitos son células se han descubierto recientemente o ya se conocían?

–Las descubrió Ramón y Cajal hace bastante tiempo, pero permanecieron poco estudiadas porque son muy poco numerosas si las comparamos con las neuronas, que hay miles de millones. Estas son unos pocos miles. Se sabía que estaban, pero su función se ha podido conocer hace poco y aún hay muchas cosas que desconocemos.

–También investiga el hígado graso no alcohólico, una dolencia muy común y muy vinculada a la a la obesidad. ¿Tienen que ver los tanicitos en su formación?

–Todavía no se sabe. Lo que sí sabemos es que el cerebro puede regular el metabolismo del hígado, Y que el hígado, dependiendo de cómo se encuentre, envía señales al cerebro. Si los tanicitos están directamente implicados en el proceso todavía no lo podemos decir.

–-¿Qué es lo último que han descubierto sobre el papel metabólico de la proteína P53?

–Es un proyecto que empezamos hace tiempo y continuamos, aunque ya no tan intensamente como hace unos años. La P53 es una proteína muy conocida en el mundo del cáncer. Es el gen supresor tumoral más importante, porque las mutaciones en este gen P53 son las más comunes en la mayoría de cánceres. Tiene muchos otros papeles que no están relacionados con el cáncer, y eso es lo que hemos estudiado. Hemos visto que esta proteína P53, cuando está alterada, dependiendo del órgano en el que se encuentre tiene acciones específicas. En el hígado, en concreto, las alteraciones de P53 producen un mayor almacenamiento de grasa por parte de las células del hígado. Por tanto, favorece el hígado graso.

–-–-¿Se puede soñar con que en pocas décadas, la obesidad podría ser una enfermedad curable?

–Es una pregunta complicada... Tenemos unas tasas de obesidad cada vez más elevadas, y a día de hoy disponemos de muy pocas opciones farmacológicas, hay solo cuatro o cinco fármacos aprobados para el tratamiento de la obesidad. Lo más eficaz es, de largo, la cirugía bariátrica, con todo lo que ello conlleva. Veremos si en las próximas dos décadas hay algún tratamiento eficaz. Yo, y la mayoría, no pensamos que vaya a haber una pastilla mágica que vaya a hacer que una persona con obesidad se vuelva delgada y siga con el mismo estilo de vida.

–Vaya.

–Parece claro que vamos a tener que combinar un fármaco con un cambio de hábitos (dieta, ejercicio...). La obesidad es una enfermedad multifactorial: no se debe a la alteración de un gen o de una proteína, sino de cientos de genes y cientos de proteínas. Un fármaco se diseña para actuar sobre una o dos moléculas. En el caso de la obesidad esto no es suficiente, necesitaríamos un cóctel de moléculas para actuar en múltiples vías. A día de hoy, lo que ese está haciendo son moléculas que actúen a través de tres vías como máximo, y a nivel preclínico los resultados son bastante espectaculares, pero de lo que ocurre en animales de experimentación a lo que pueda pasar en un paciente en la vida real hay mucha diferencia.

“El coronavirus lo tiene más fácil si la persona está obesa”

–¿Qué otras líneas de investigación han seguido? –Otro de los trabajos que hemos enviado, y que todavía no está publicado, es que la proteína P53 también está involucrada en la regulación de la síntesis de glucosa por parte del hígado. Esa síntesis tiene un papel fundamental en el hígado, porque esa glucosa es la que se va a proporcionar al resto de órganos para que las células puedan funcionar. Lo que vemos es que, si P53 falla, el hígado no es capaz de sintetizar glucosa en su nivel. Además, en otro artículo, que publicamos hace ahora tres años, hemos visto que en el cerebro P53 puede actuar en una población de neuronas concretas, y eso va alterar la ingesta y el gasto energético de los animales en los que hicimos el experimento. Lo que vemos es que P53 actúa en múltiples órganos, y dependiendo de cada órgano, las acciones pueden ser diferentes. Es un gen con un potencial tremendo, porque además de todas esas funciones en cáncer que ya se conocían tiene un papel muy importante en la regulación del metabolismo. –¿Se conocen mejor los mecanismos por los cuales los pacientes de COVID-19 obesos tienen mayor riesgo de hospitalización y muerte? –Siguen saliendo artículos sobre el tema y se van conociendo más mecanismos, pero creo que el mensaje general sigue siendo el mismo: una persona que tenga obesidad tiene un riesgo mayor de tener un diagnóstico más grave si se infecta por COVID porque hay diferentes órganos que van a estar afectados. La maquinaria que el virus necesita para entrar en la célula está mucho más expresada en varios órganos de una persona obesa. No solo los pulmones, sino algunos tipos de células en el sistema nervioso central, el hígado y el páncreas: se ha visto que el virus puede entrar en las células pancreáticas. Incluso en el tejido adiposo está la maquinaria de entrada del virus, por tanto, cuanto más tejido adiposo haya, esa maquinaria está más sobreexpresada. En fin, hay bastantes evidencias que indican que el virus lo tiene más fácil si la persona está obesa.

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