Un modelo informático para estudiar el SARS-CoV-2 ha descubierto que el virus está más adaptado a infectar células humanas, en lugar de células de murciélago o pangolín. En un artículo publicado en la revista “Nature Scientific Reports”, científicos australianos describen cómo utilizaron un modelo informático de alto rendimiento del SARS-CoV-2 al principio de la pandemia para predecir su capacidad de infectar a los humanos y a una serie de 12 animales domésticos y exóticos.

Su trabajo pretendía ayudar a identificar cualquier vector animal intermedio que pudiera haber desempeñado un papel en la transmisión del virus de los murciélagos a los seres humanos, y comprender cualquier riesgo planteado por las susceptibilidades de los animales de compañía, como gatos y perros, y de los animales comerciales, como vacas, ovejas, cerdos y caballos.

Los científicos, de la Universidad de Flinders y la Universidad de La Trobe, en Australia, utilizaron datos genómicos de las 12 especies animales para construir modelos informáticos de los principales receptores de la proteína ACE2 para cada especie. A continuación, utilizaron estos modelos para calcular la fuerza de unión de la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 al receptor ACE2 de cada especie.

Sorprendentemente, los resultados mostraron que el SARS-CoV-2 se unía a la ACE2 de las células humanas con más fuerza que cualquiera de las especies animales probadas, incluidos los murciélagos y los pangolines. Si una de las especies animales probadas era la de origen, normalmente se esperaría que mostrara la mayor unión al virus. “Los humanos mostraron la mayor unión a los picos (proteína S o de espícula) del coronavirus, lo que es coherente con la alta susceptibilidad al virus, pero muy sorprendente si un animal fue la fuente inicial de la infección en los humanos”, apunta el profesor de la Universidad de La Trobe David Winkler.

“El modelo informático descubrió que la capacidad del virus para unirse a la proteína ACE2 del murciélago era escasa en relación con su capacidad para unirse a las células humanas. Esto es un argumento en contra de que el virus se transmita directamente de los murciélagos a los humanos. Por tanto, si el virus tiene un origen natural, sólo podría haber llegado a los humanos a través de una especie intermediaria que aún no se ha encontrado”, detalla Nikolai Petrovsky, de la Universidad de Flinders.

El modelo informático del equipo muestra que el virus del SARS-CoV-2 también se une con relativa fuerza al ACE2 de los pangolines. El profesor Winkler afirma que los pangolines mostraron la energía de unión más alta de todos los animales analizados en el estudio.

“Aunque al principio de la pandemia algunos científicos sugirieron erróneamente que habían encontrado el SARS-CoV-2 en los pangolines, esto se debió a un malentendido y esta afirmación se retractó rápidamente, ya que el coronavirus de pangolín que describieron tenía menos del 90 por ciento de similitud genética con el SARS-CoV-2 y, por tanto, no podía ser su ancestro”, recuerda el profesor Petrovsky.