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Norma que sustituye a la de 2002

La nueva FP incluirá cursos de 50 horas

La reforma de la ley de Formación Profesional que ultima el ministerio de Isabel Celaá incluye micromódulos que podrán ser acumulables y tendrán titulación oficial

Dos alumnas de grado medio de Enfermería asisten a una clase en la escuela CEDESCA de Barcelona, que acaba de cumplir 40 años.

La Formación Profesional (FP) será una enseñanza a la carta que se adaptará a las necesidades de los estudiantes. Hasta ahora, la única opción era realizar un ciclo completo, sea del grado que sea. Según ha podido saber este periódico, cuando entre en vigor la nueva ley de FP que está ultimando el Ministerio de Educación, los alumnos y alumnas podrán realizar microformaciones, cursos especializados y elementales de aproximadamente 50 horas lectivas en centros oficiales.

La microformación será acumulable, así que los estudiantes podrán realizar los cursos que puedan o quieran para ampliar su currículo académico. Al estar dentro del sistema educativo, todos tendrán titulación oficial, al contrario de lo que sucede en academias privadas, un sector dominado en muchas ocasiones por el intrusismo y la mediocridad académica. 

Bajo la filosofía de formación a lo largo de la vida, los cursos de 50 horas estarán disponibles para cualquier alumno, con independencia de su edad y formación. Fuentes del Ministerio de Educación explican que estas microformaciones pueden ser especialmente interesantes para mujeres y hombres de mediana edad que quieran reciclarse laboralmente tras quedarse en paro y a los que el cuidado de los hijos les impide cursar actividades académicas más extensas.

Esta es una de las novedades que incluye el anteproyecto de la nueva ley de Formación Profesional, una norma orgánica que sustituirá a la de 2002. Con toda probabilidad, el texto será aprobado la semana que viene en el Consejo de Ministros, donde regresará dentro de varias semanas para recibir una segunda luz verde. Después, será remitido al Congreso y al Senado para su aprobación definitiva.

La nueva ley es la guinda de la revolución que está viviendo la FP desde 2018, un empeño personal de la ministra Isabel Celaá, que, de hecho, cambió el nombre de la institución que dirige para bautizarla como Ministerio de Educación y Formación Profesional. Es de suponer que la norma -muy compleja y técnica- no encontrará en el Parlamento el ruido y la confrontación política que tuvo su otro gran proyecto, la LOMLOE, más conocida como 'ley Celaá'.

Dentro de tres años, el 10% de la oferta de FP incorporará el inglés. El bilingüismo empezará el próximo año académico y afectará a unos 20.700 alumnos

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“Queremos una FP flexible y adaptable. Es un paso muy ambicioso, mucho más que un plan de modernización. Es una transformación global”, explican fuentes ministeriales, que destacan que la revolución de la FP ha nacido con una inyección económica histórica para llevarla a la práctica: 1.500 millones de euros de Educación y otros 500 de los fondos europeos. 

La ley de 2002 diferenciaba entre la FP del sistema educativo (dirigida a los jóvenes) y la FP para el empleo (dirigida a adultos y en la que ‘mandaba’ el ministerio de Trabajo). La futura norma unifica ambas líneas bajo la órbita de Educación. Ahora solo habrá una FP, un sistema único y sin apellidos para que sea atractivo a cualquier persona, con independencia de su edad y condición.

Dobles titulaciones

El plan ministerial pasa por aumentar las plazas (200.000 en cuatro años). Otro de los objetivos es que, dentro de tres años, el 10% de la oferta sea bilingüe e incorpore el inglés. Empezará el próximo año académico y afectará a unos 20.700 alumnos. Asimismo, también están contempladas las dobles titulaciones. Ese será el caso de los estudiantes que realizan dos grados y también de aquellos que cursen un grado en España y otro en otro país.

El objetivo final del departamento que dirige Celaá es que la FP deje, por fin, de ser considerada como la hermana pobre de la universidad y empiece a ser vista como lo que es: un sistema educativo con empaque no solo académico sino laboral.

Alumnos del grado medio de Carrocería, en la escuela Monlan de Barcelona JORDI OTIX

En el curso 20-21, el número de matriculaciones en FP ha aumentado en un 5,2% respecto al anterior. Pero los números globales se siguen quedando cortos. Actualmente, solo el 12% de los alumnos escogen FP, un porcentaje pequeño comparado con la media de la OCDE (26%). El poco apego histórico en España hacia este tipo de estudios choca con sus evidentes salidas laborales. Si el paro juvenil general asciende al 40%, entre los titulados en formación profesional está entre el 6% y el 7%.

Fuentes ministeriales insisten en que el mundo empresarial ha visto con buenos ojos la revolución de la FP. Ahora -después de tantos años de cierto desprestigio social- solo falta que las familias vean este tipo de estudios como perfectamente válidos no solo para los hijos de los demás sino para sus propios hijos. El objetivo es que padres y madres -como viene sucediendo desde la Transición- abandonen por fin la idea de que la única vía del éxito para sus vástagos es la universidad.

“No hay un itinerario mejor o peor. No hay una educación de primera y otra de segunda. Todo depende de cada persona”, recuerdan en el ministerio. La FP está totalmente integrada en el sistema educativo. Te permite o bien acceder al mercado laboral o bien, si de es grado medio o superior, continuar tu formación en la universidad.

La previsión económica es que en 2025 el 50% de los puestos de trabajo requieran un técnico o un técnico superior. Ahora mismo, España solo llega a cubrir un 25% de esos puestos de trabajo, así que el reto es doblarlo, algo que no se soluciona con la sobrecualificación (titulados universitarios) sino con una cualificación ajustada a las tareas que se demandan.

Acreditación de competencias

A partir de ahora, la FP tendrá tres vértices: formación, orientación profesional (se multiplicarán los puntos de información y orientación no solo académica sino profesional) y acreditación de competencias profesionales. Este último punto -que empezó a llevarse a cabo hace 10 años, aunque de manera muy lenta- atañe a los trabajadores con amplia experiencia en su sector pero sin un título que acredite sus conocimientos. Hablamos, según los datos ministeriales, de la mitad de la población trabajadora: 11 millones de personas. El sistema de acreditación de competencias profesionales permitirá a esos empleados conseguir de manera ágil un título oficial, muy útil en caso de que, en algún momento, se queden en paro y busquen trabajo. El reto del ministerio es acreditar en cuatro años a tres millones de personas en los centros de FP. El trabajador podrá quedarse con ese título o bien cursar algún módulo específico para completar su formación y ampliar su currículo académico.

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