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¿Es más sano el poliamor que las relaciones monógamas?

Un sexólogo, una psicóloga y Amarna Miller hablan sobre poliamor

Poliamor o monogamia

“Nadie elige a quién querer ni cómo ni cuánto”,  expresaba Arundhati Roy en su novela “El Dios de las pequeñas cosas” sin saber que esta frase describe la constelación de posibilidades sexoafectivas en sobre las que reposan los cimientos del poliamor.

Destapar el velo que oculta los afectos resulta complejo en una sociedad que ha aprendido de su entorno y educación una sola forma de entender las relaciones: la monogamia. Aunque sus pilares resulten sólidos en la sociedad actual tienen apenas dos siglos de historia.

Según explica el sexólogo Jorge Iván Pérez, coordinador de los gabinetes Danae, especialista en terapia de parejas y experto en relaciones poliamorosas, la monogamia se impone como único modelo relacional desde el S.XIX. Llega con el descubrimiento de la genética, el momento en el que el hombre comenzó a plantearse si los hijos de sus parejas eran suyos o no. El poliamor, sostiene, siempre ha existido, pero encubierto y sin un término que lo englobara.

Los tiempos pueden cambiar, la cultura puede incidir en la mentalidad de la sociedad y en su manera de concebir el estilo de vida, pero las emociones y las pasiones son irracionales y extemporáneas, por lo que el hastío en las parejas, así como la atracción por otras personas siempre existió

Los matrimonios mantenían un acuerdo tácito en el que se permitían ciertas libertades. Los acuerdos son la piedra angular de cualquier relación, monógama o poliamorosa, pero en la sociedad actual la fuerza de la costumbre terminó convirtiendo en dogmas unos principios que otrora fueron más laxos.

La política, la información, la educación y la religión se convirtieron en pupilas coercitivas que garantizaban el orden e impusieron las relaciones monógamas desde la opinión de que resultaban beneficiosas para gestionar el orden en la sociedad que gestionan.

Sólo existen 11 especies de mamíferos monógamos en el reino animal y el ser humano no es una de ellas

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El sexólogo advierte que sólo existen 11 especies de mamíferos monógamos en el reino animal y el ser humano no es una de ellas. “Las relaciones entre personas, igual que los sentimientos, se transforman a lo largo del tiempo. No sientes el mismo tipo de vínculo amoroso con una pareja que con otra, ni en un momento u otro de la vida”, explica el experto. 

Identifica las relaciones de pareja con las de amistad: “A lo largo de la vida estás emocionalmente más cerca de unos amigos que de otros y las relaciones con ellos fluctúan y con el amor pasa lo mismo, es una interacción social más en la que los afectos se manifiestan de diferente manera y no son excluyentes, cada integrante de la pareja encuentra en las personas con las que comparte una relación amorosa y un proyecto de vida en común en diferentes espacios temporales.

“El amor no es excluyente, pero entender los sentimientos y, sobre todo, ser honesto, sincero y lo suficientemente maduro emocionalmente como para deconstruirse y entender las necesidades del otro es fundamental”, reconoce que esta labor requiere un esfuerzo titánico y una madurez y apertura de miras muy sólida porque implica aprender a deshacerse del lastre de los celos y del juicio ajeno, el principal conflicto que desestabiliza a una persona poliamorosa. 

El poliamor: la experiencia de Amarna Miller

La influencer, activista, divulgadora y archireconocida creadora de contenido multimedia Amarna Miller mantiene relaciones poliamorosas desde los 19 años. 

Ella se caracteriza desde sus primeras apariciones en pantalla por ser una adulta precoz con una experiencia de vida intensa y un bagaje cultural arrollador. En su conversación con Faro de Vigo confesó que comenzó a captar contradicciones en su forma de ser que la empujaron a sentir frustración en sus relaciones sentimentales: “Sentía que yo no era normal, que estaba rota”, apostilló. Con el paso del tiempo se dio cuenta de que en esa situación se encontraba “casi todo el mundo”.

“Ahora el poliamor se aborda en los medios de comunicación, pero a mí entonces nadie me había explicado las casuísticas que se tenían que dar cuando estabas enamorado”, expone. “Me habían explicado, como a toda la sociedad, que si estoy enamorado no voy a desear a nadie más que a mi pareja, que si estoy verdaderamente enamorada no voy a tener ojos para ninguna otra persona. En mi experiencia personal eso no fue así y me di cuenta de que viviendo de esa manera enfrentaba una gran crisis”.

Dos relaciones monógamas fueron suficientes para hacerla llegar a esta conclusión y decidir poner solución a su controversia emocional. Aclara que está absolutamente convencida de que una fracción de la sociedad es capaz de amar a una sola persona a lo largo de su vida, pero existe un enorme porcentaje que no.

Una fracción de la sociedad es capaz de amar a una sola persona a lo largo de su vida, pero existe un enorme porcentaje que no

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“No quiero decir que las monogamias sean amorales ni malas, es tan simple como que cada persona debe escoger el modelo relacional que le funcione y a mí la monogamia no me estaba funcionando”, reconoce. 

Empezaron a chocarle comportamientos en su entorno que no le parecían lógicos como  por ejemplo la normalización en la forma de asumir los cuernos e incluso “una romantización de los cuernos” mientras se rechazaban de forma sistemática modelos relacionales alternativos. “Estaba mejor visto poner los cuernos que tener una relación no monógama”.

Atajó las secuelas psicológicas que amenazaban a su salud investigando otras alternativas y dio con el grupo madrileño “Golfos con principios”, a quienes se adhirió para entender lo que le ocurría a la Amarna indescifrable con la que se peleaba. Los integrantes del grupo compartían experiencias y formas de ver la vida con las que entendieron que no eran “raros” y que sencillamente estaban más abiertos a entender que era posible otro tipo de relación.

Miller pasó varias fases con su pareja actual y la relación fue cambiando de formato a lo largo del tiempo: “Yo ahora mismo tengo una relación sin exclusividad sexual pero con exclusividad romántica. Me parece importante hacer la anotación de que mi relación actual no es poliamorosa, es no monógama”.

¿Qué ocurre si cambiamos el término “celos” por el de “sentimiento de posesión”?

El sexólogo asegura que sus pacientes no acuden a su consulta por problemas de celos sino por los contratiempos y dificultades que se encuentran en una relación monógama: proyectos de vida distintos, falta de organización en el día a día y la incompatibilidad de caracteres habitual que se descubre con la convivencia y el paso del tiempo.

Todas las relaciones se basan en contratos y pactos que, en el caso de las relaciones monógamas se dan por sentados y nunca se replantean, de ahí -explica- llegan las frustraciones y el hastío. Las relaciones poliamorosas, en ese aspecto, son más sanas, porque se basan en una comunicación muy completa y los pactos se debaten al cabo de unos 6 meses en los que los miembros de la relación exponen qué es lo que funciona y qué es lo que está fallando y exponen en qué están dispuestos a ceder y qué están dispuestos a aportar para que todos los miembros se sientan cómodos. En todos los demás aspectos todos los tipos de relaciones son iguales.

Para Amarna Miller, sin embargo, los celos fueron uno de los obstáculos más difíciles de sortear:

 “No es un camino fácil, yo sufrí mucho”, confiesa, “me han enseñado que los celos son una parte del amor y que para amar a alguien tienes que querer que esa persona esté únicamente contigo. Que parte del significado del amor es que tu pareja no sea libre y no se relacione con otras personas que no seas tú”. Entonces -continúa- “Empiezo a abstraerme y me doy cuenta de que mis ideas no se corresponden con mis sentimientos. Hay sentimientos muy recónditos y  muy inconscientes y ahí entra una parte muy grande de trabajo personal”.

Poliamor

 La psicóloga Raquel González, cofundadora de Contigo Psicología, una clínica viguesa que cobra popularidad por la eficacia de sus terapias y los métodos innovadores de sus especialistas, explica que para los pacientes poliamorosos que acuden a consulta cargan con el mismo lastre que la popular influencer. 

“No es lo mismo vivir en Madrid que en Huesca” porque cuanto más pequeña es la ciudad más cerrada suele ser la mentalidad y el juicio ajeno incide mucho en la salud emocional de los pacientes que han optado por este tipo de relación. “Ellos consideran que es la forma más sana de amar, pero sus familiares y amigos los juzgan; ‘¿Cómo consientes que tu pareja tenga relaciones con otras personas? ¿No crees que es un riesgo y puede enamorarse de su otra relación?” Son comentarios que hieren tanto a la persona como, por ende, a su relación porque contaminan el significado real de la opción que ellos mismos decidieron por voluntad propia y acaba ocasionando conflictos.

En Vigo, concretamente, el significado del poliamor no está del todo definido y, por tanto, no siempre está bien aplicado. La mayor parte de los pacientes de la psicóloga aceptaron la relación poliamorosa por no perder a la persona amada y eso es un error de base que ocasiona grietas profundas en quien ha aceptado esos códigos forzado por una dependencia emocional que los acaba desorientando.

¿Entonces en qué consiste exactamente el poliamor?

El sexólogo indica que conviene diferenciar varios escenarios sentimentales que son similares pero sustancialmente diferentes: el poliamor es una relación amorosa y sexual entre varias personas que comparten un proyecto de vida en común. 

No debe confundirse con una relación swinger, en la que una pareja busca a terceras personas para dinamizar su sexualidad y que cumplen un rol dentro de sus dinámicas.

Por otro lado están las relaciones abiertas, en las que ambos miembros son conscientes de que no son dueños de la sexualidad de su pareja.

La contaminación de estos conceptos las arrojan las personas que no son sinceras y claras con sus parejas para no perderlas o cuando las manipulan para que lleven el tipo de vida que a ellos les interesa.

Romper los mitos del amor romántico

Jorge Iván Pérez busca abrir un debate interno entre los lectores: ¿Si al amor romántico monógamo se le quita el sentimiento de posesión sobre la otra persona, cómo se plantearían su vida sexoafectiva? y lanza otra pregunta al aire: “¿Es sano el sentimiento que una persona sienta que es propietaria de la vida de la otra? ¿Es sano dar por hecho que se va a seguir un mismo acuerdo a lo largo de toda la vida mientras la forma de vivir de los miembros de la pareja cambian y no se comunican para revisar el estado de su relación?

Las relaciones monógamas -explica-  son mucho más estáticas porque se parten de un concepto de pareja aprendido que jamás se revisa. En las relaciones poliamorosas se debaten los problemas que sus miembros afrontan, confiesan cómo se sienten y negocian los términos de la relación para solucionarla hasta que todas las partes llegan a un acuerdo.

La experiencia de Raquel Gonzalez le enseñó que si todos los miembros de la relación poliamorosa están de acuerdo con los términos ésta es tan sana como una monógama, en la que no cabe olvidar que han de respetarse los términos y que, cuando esto no ocurre, en las parejas tradicionales existen los mismos conflictos de celos, dependencia y toxicidad que hieren psicológica y emocionalmente al miembro afectado con la misma profundidad.

Todo en la vida es temporal y fluctúa, por eso el sexólogo hace hincapié en el hecho de que para dar el paso hacia la relación poliamorosa todos los miembros tienen que tener una madurez emocional, un dominio conocimiento profundo de sí mismos y una empatía mucho más elevadas que en las relaciones monógamas.

Amarna Miller confiesa que superó un duro trabajo de introspección hasta que llegó a considerar  mucho más sano y honesto optar por las relaciones poliamorosas. Aunque reconoce que ella, cuyo entorno es muy abierto, nunca tuvo ningún problema a la hora de enfrentarse al juicio ajeno porque se considera normal. 

El poliamor y el sexo

La hipersexualidad y el poliamor no tienen porqué estar relacionadas, de hecho el poliamor está más ligado a los vínculos sentimentales. La sexualidad se vive con mucha naturalidad, la parte más delicada es la emocional, que requiere mucho más esfuerzo y es la que más gratifica a los miembros de la relación. 

Las triejas son mucho más abundantes y su vínculo suele ser más fuerte y duradero, en las cuatriejas y relaciones de más miembros puede haber fricciones con el tiempo. Con mucha frecuencia se hacen “grupitos”. 

El poliamor en España y la deconstrucción del amor romántico

En España el poliamor siempre ha existido, pero encubierto, señala Jorge Iván Pérez. “Coexisten dos tipos de familias, la familia oficial y la paralela, lo único que ha ocurrido ahora es que le hemos puesto un nombre”, indica. Las políticas de género han conseguido que este tipo de relaciones salgan a la luz, tengan más visibilidad y, como consecuencia de ello, se normalice y hasta el punto de que las personas no tengan reparos en reconocerse en relaciones poliamorosas.

La desmitificación del amor romántico y el hecho de reconocer ciertas conductas en las relaciones como “tóxicas” han traído consigo el cambio de mentalidad, cada vez más visible en los menores de 30 años: “Las nuevas generaciones no siguen los preceptos del pasado sino que se hacen preguntas del tipo ‘¿Qué tipo de relación quiero tener?’ y se plantean si quieren estar o no con más personas”.

El cambio en los últimos 40 años, indica, “fue brutal si tenemos en cuenta que antes a veces ni se elegía y se concebía que una pareja tenía que durar para toda la vida, algo impensable hoy en día”.

Como apunte, el experto indica que las relaciones poliamorosas más numerosas se dan en los dos extremos sociales: o bien entre los urbanitas de mentalidad muy abierta, o bien en un perfil rural y muy conservador. “Existe donde hay más presión”.

Las monarquías y el poliamor 

En las monarquías españolas, según las investigaciones del sexólogo, el poliamor jamás se cuestionó. Convivían el palacio la familia oficial y la extraoficial del monarca con las cortesanas y los hijos de éstas que, aunque recibían el peyorativo de “bastardos” eran convivientes.

Jorge Iván Pérez considera que éste dato no debería llamar la atención, lo que realmente le resulta sorprendente es que a las nuevas generaciones descubran que no tienen porqué estar permanentemente enamorados de la misma persona y que no tener exclusividad con una pareja no es nada malo.

A la psicóloga Raquel González,  sin embargo, no le extraña que así sea: “Es un hecho que el amor es irracional, no se elige, no se mide, y esa parte mística es la que diferencia a una pareja de un amigo, pero la educación que recibimos y los patrones que heredamos son los que crean los celos, que realmente se proyectan en la otra persona pero nacen de las inseguridades que anidan en la persona celosa. Mantener en el tiempo una relación poliamorosa implica no sólo tener absoluta confianza en las personas con las que se comparte la vida, sino también -y sobre todo- en uno mismo”.

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