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TERREMOTOS EN GALICIA

El día que miles de gallegos salieron a la calle en pijama

Mayo es el mes propicio para la gestación de los hitos telúricos gallegos más noticiables. Laza registraba hace una semana el terremoto de mayor envergadura de Galicia en los últimos 20 años y el mayor de la provincia de Ourense desde que hay registros. Caprichos del destino, también en el quinto mes del año, un 22 de mayo del 1997 a las 1.49 horas, la comunidad observaba el sismo de mayor calado de toda su historia: 5.1 en la escala de Richter y nivel IV de intensidad, con epicentro en Triacastela (Lugo). Fue tal su impacto que se llegó a sentir a más de 500 kilómetros de distancia, en Cáceres y Madrid, y se replicó hasta en 150 ocasiones.

“El seísmo no produjo víctimas directas, pero en Sarria (Lugo), Juan Simón Puentes, de 41 años, murió como consecuencia del infarto que sufrió poco después del primer gran temblor de tierra”, relataba la noticia de FARO sobre aquel fenómeno de hace 24 años. El fallecimiento de un vecino que salió de casa y acudió a un descampado para cobijarse de los potenciales desperfectos fue la peor noticia de una madrugada llena de sustos: “Miles de personas salieron a la calle en distintos puntos de Galicia ante el temor de que se produjeran temblores de mayor intensidad”.

El miedo era real, hasta tal punto que en algunos barrios de Vigo, varios vecinos salieron de sus hogares para, paradójicamente, refugiarse en la calle con “almohadas en la cabeza”: “En el Calvario, Teis, Coia y algunas zonas del centro, grupos de vecinos en pijama y bata pasaron varias horas al fresco, temiendo que sus casas se les vinieran encima”.

Del mismo modo, el fenómeno natural produjo por entonces “crisis nerviosas, ansiedad, esguinces y torceduras provocadas al abandonar con rapidez los hogares” -lo que provocó que algunas personas incluso se dejasen la llave dentro-: el entonces servicio SOS Galicia recibió 600 llamadas y el 061, más de 200.

El fenómeno natural produjo por entonces “crisis nerviosas, ansiedad, esguinces y torceduras provocadas al abandonar con rapidez los hogares”

En el área de Vigo, fueron los bomberos los que no cesaron: sobre 500 contactos. “Sentí un temblor y un ruido muy fuerte y salí a la ventana porque creí que se habían dado un cacharrazo dos camiones; solo me di cuenta de que era un terremoto cuando la gente empezó a llamar”, relataba un bombero vigués de la época, Florencio, para el diario decano.

Aquel terremoto no fue exclusivo de Galicia, sino que incluso se llegó a sentir en Portugal, Asturias, Santander, País Vasco, León, Salamanca y Madrid, entre otros puntos.

Del crucifijo de Fraga, al despertar del Príncipe de Asturias y la llegada de los “fantasmas”

Aquel día también dejó unas líneas para el anecdotario. Un vecino de Ponteareas estaba viendo una película de terror cuando llegó el momento sísmico: “En un primer momento luché contra los fantasmas, pero después vi que la cosa era distinta”. Y tan distinta que era.

"En un primer momento luché contra los fantasmas, pero después vi que la cosa era distinta”

Vecino de Ponteareas

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Nadie se libró del susto, ni siquiera el por entonces presidente de Galicia, Manuel Fraga: “El crucifijo que tengo encima de la cama se movía muchísimo”, refirió tras salir del Consello de la Xunta. Tampoco escapó de la realidad el rey Felipe VI, en aquel momento Príncipe de Asturias, a quien la sacudida lo pilló durmiendo en León, donde se encontraba por un viaje oficial.

El aullido de los perros y los olores, la antesala de la sacudida

Quienes vivieron aquel momento de 1997, cuentan a FARO que lo primero que les sorprendió antes del golpe final fue el sonido de los perros, las gaviotas alborotadas y los gatos nerviosos, así como los olores a tuberías.

Gráfico de uno de los sismos de 1997 registrados por el sismógrafo del IGN FDV

400 coches en el Castro

Amén del referido, hubo realmente otro seísmo de mayor magnitud, pero con origen no en tierras gallegas, sino en el océano Atlántico un 28 de febrero del 1969. Fue de 5,9 en la escala de Richter y Vigo fue el punto de Galicia que mayormente vivió sus consecuencias, un temblor que paralizó la ciudad durante 10 segundos: “Centenares de personas abandonaron sus hogares y en el monte del Castro se reunieron cerca de 400 vehículos”, precisaba FARO.

Diferencia entre magnitud e intensidad

La intensidad de un seísmo versa sobre los efectos provocados sobre las personas, objetos y edificios. Sin embargo, la magnitud describe la energía liberada a raíz del área de ruptura de la falla. Al ciudadano le interesa, por tanto, en mayor medida, el primero de los parámetros.

A efectos prácticos, al ciudadano de a pie le incumbe en mayor medida el primero de los parámetros

Sería a partir de una magnitud 3.5 cuando un terremoto podría alertar: equivaldría a la sensación del estallido de una mina, sin llegar a ocasionar desperfectos, sino únicamente un fuerte movimiento. Con menos de tal cifra, las manifestaciones percibidas serían más leves, y ya por encima de 6.1, la preocupación se tornaría máxima y la población estaría en riesgo real.

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