Las teorías de la conspiración no son un fenómeno actual, sino que han existido a lo largo de la historia. Su origen se remonta a lo que los griegos llamaban destino, tratando de explicar que alguien oculto movía los hilos de los acontecimientos. De ese modo pudieron culpar a los dioses del resultado de la batalla de Troya. Así lo explicó ayer el filósofo, novelista y escritor Alejandro M. Gallo, quien presentó en el CLUB FARO DE VIGO su obra “Crítica de la razón paranoide: de la locura al genocidio” (Reino de Cordelia), en un acto en el que respondió a las preguntas de su presentador, el catedrático de Filosofía Jorge Álvarez Yagüe.

Gallo comenzó por explicar que las teorías de la conspiración, que él prefiere denominar constructos conspiratorios, son “conspiraciones que no han existido pero están en la atmósfera cultural, en el imaginario de gente que cree que son verdades” . Subrayó que son creaciones artificiales que responden a un interés determinado buscando siempre una causa y sin dejar lugar al accidente, el error o la casualidad. “Responden a la idea de que existe un plan calculado de un grupo y eximen de responsabilidad a los dirigentes” Cada poderoso se inventa un culpable: Nerón responsabilizó a los cristianos de quemar Roma, durante la Edad Media para explicar los 25 millones de personas muertas por la peste negra no les servía acudir al mito bíblico de Sodoma y Gomorra porque también fallecieron hombres piadosos de Dios, así que “señalaron como culpables a mujeres que habían pactado con el diablo y se pasaron tres siglos quemando brujas en las hogueras”, explicó. “El XX fue el siglo de oro; todo dictador tenía en su mesita de noche a un conspirador: Hitler a los judíos, Mussolini a los capitalistas ingleses y a los judíos, Franco a los masones y a los comunistas y Stalin al enemigo del pueblo”.

“Toda teoría de conspiración surge con más fuerza en momentos de crisis e incertidumbre, se arma con andamios inmunes a la refutación y funcionan como pseudociencias con engranajes que explican toda la realidad. El colmo es que cuando se ven acorralados lazan su última bomba: si los atacas , eres parte de la conspiración”.

Habló también Gallo de la superioridad moral y de conocimiento de la que presumen los que defienden estos constructos, “cuando en realidad no saben nada, funcionan a la inversa de un método científico: primero creen que alguien conspira por algo, luego buscan pruebas y cogen las que le vienen bien”. Ese sesgo cognitivo encuentra su caldo de cultivo acelerado en las redes sociales, donde “mantienen a los que les dan likes a la tontería que dicen y bloquean a los que no les creen, formando su comunidad de fe”.

De este modo las teorías corren como la pólvora y lo que antes tardaba siglos en llegar a ser popular, ahora es cuestión de meses. Se acelera el proceso que normalmente siguen estas teorías, que aparecen en una “franja lunática” de forma marginal hasta que se van situando en el centro y se convierten en política de estado. Como ejemplo puso al conservadurismo español que culpó a los masones de las pérdidas de la colonias, conspiración imaginaria que Franco convirtió décadas después en política de Estado. La trama de Trump sobre el “estado profundo”, que acabó con el asalto al Capitolio por parte de sus seguidores es otro de los ejemplos que mencionó, a la vez que dijo que la teoría más extendida en la actualidad es la de “el gran reemplazo”, que sostiene que ciertas elites por razones ocultas están sustituyendo a población blanca por árabes en Europa, y por hispanos en Estados Unidos. “Ese lenguaje lo defiende la extrema derecha, que quiere defender esa idea de invasión de los árabes”.

El policía y filósofo autor de novela negra

Doctor en Filosofía, Máster universitario en Filosofía Teórica y Práctica y licenciado en varias carreras universitarias, Alejandro M. Gallo fue oficial del Ejército, jefe de la Policía Local de Astorga y de Langreo y, actualmente, es el comisario-jefe de la Policía Local de Gijón, labor por la que en 2010 fue distinguido con la Medalla al Mérito Policial por el Ministerio del Interior. Su pasión por la Memoria Histórica se refleja en todas sus novelas, hasta tal punto que se le considera el creador de un subgénero, al cruzar la novela negra con la Memoria Histórica. Ello ya quedado patente en su primera novela, “Asesinato de un trotskista”, finalista del Premio Internacional de Novela Negra Umbriel. Luego vinieron novelas aclamadas por la crítica y el público, como “Una mina llamada Infierno” (2005), “Asesinato en el Tren Negro” (2006), “La última fosa: revolución del 34. Caso Abierto” (2008) y “Oración sangrienta en Vallekas” (2014), protagonizadas por el mismo personaje, el inspector Ramalho da Costa, alias el Trini, y adaptadas por el propio Gallo a la novela gráfica con dibujos de Julio Cangialosi y Vicente Cifuentes. También es autor de “Caballeros de la Muerte” (2007), “Operación Exterminio” (2009), “Seis meses con el comisario Gorgonio” (2011), “Asesinato en el Kremlin” (2011), con la que obtuvo el XIV Premio Francisco Pavón de Narrativa Policíaca, “Morir bajo dos banderas” (2012), finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León, y “La muerte abrió la leyenda” (2016), ganadora del I Premio Letras del Mediterráneo y traducida a varios idiomas.