Italia inició ayer su reapertura gradual con el regreso de actividades como la hostelería, el cine y el teatro, aunque tras largos meses de restricciones y cierres no todos estos sectores pueden afrontar su vuelta de la misma manera.

Mientras que bares y restaurantes reciben la desescalada con los brazos abiertos porque el nuevo decreto les permite servir también cenas hasta el toque de queda, que comienza a las 22.00 hora local, el mundo de la cultura la vive con más dificultades después de más de un año prácticamente inactivo.

Teatros y cines echaron el cierre con la llegada de la pandemia a Italia en marzo de 2020 y solo pudieron volver entre el 15 de junio y el 25 de octubre, mientras que la hostelería ha mantenido la opción de servicio a domicilio y ha podido abrir hasta las 18.00 horas en las regiones “amarillas”, con las menores restricciones.

La cafetería Portofino, a pocos pasos del Vaticano, comienza a servir desayunos a las 6.30 horas, y ayer, por primera vez desde octubre, no bajó la persiana hasta el toque de queda, cuenta su propietario, Franco Cirulli.

Tras el confinamiento de hace un año, la restauración siempre ha podido mantener su servicio para llevar, incluso cuando las restricciones han sido más duras. Ahora, bares y restaurantes preparan sus mesas solo en las terrazas al aire libre, como decretó la semana pasada el Gobierno italiano.

Tiene la “esperanza” de que esta sea la apertura definitiva de la hostelería, porque si no es así “muchos cerrarán para siempre”. “Estamos en el límite”, asegura.

Algo más complicado es el regreso para los cines: solo alrededor del 10% de las salas italianas, unas 120 de 1.200, reabren a partir de esta semana. Este jueves lo harán los cuatro establecimientos del grupo de multisalas Cinema di Roma, cuyo propietario, Pierluca Sforza, celebra esta “señal importantísima” tras tantos meses sin actividad “por la salud, que era la prioridad”.

Gino Zagari, director del cine romano Caravaggio, cerrado desde el 25 de octubre, cree que los cines más pequeños tienen ventaja, pues “el producto disponible ahora es italiano, europeo y de autor”.

Mientras los grandes teatros como la Ópera de Roma ya han programado sus primeros espectáculos, los pequeños, como el Altrove Teatro Studio de Roma, retrasan su retorno y se sienten “abandonados”, como explica su directora artística, Ottavia Bianchi. “Quien gestiona la cultura” en Italia “no tiene ningún conocimiento de cómo se hace este oficio”, asegura Bianchi, cuyo teatro bajó la persiana el 3 de marzo del año pasado y desde entonces sólo ha podido abrir un día, el 24 de octubre, debido a nuevas restricciones.

El Altrove no pudo programar hasta octubre porque “en tiempos normales, para preparar una temporada desde cero se necesitan cuatro o cinco meses” y sin embargo ahora sólo han dispuesto de un par de semanas desde que se anunció la reapertura.

Otra sala romana, el Teatro Prati, lleva todavía más tiempo cerrado (desde el 28 de febrero de 2020), y su director artístico, Fabio Gravina, no tiene previsto volver a programar hasta 2022. Gravina cree que es “poco sensato reabrir” y su teatro no retomará la actividad hasta que la pandemia “sea erradicada”: “Uno va al teatro para no pensar en lo que sucede fuera, va para sumergirse en la historia”, argumenta.