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Saúl Ares Investigador del Centro Nacional de Biotecnología, CSIC

“Con sus problemas, el Sergas ha hecho muchas cosas bien”

Saúl Ares, en su lugar de trabajo en el CNB-CSIC

Saúl Ares (1977) es un físico berciano que aplica los métodos de la física teórica y la matemática aplicada al estudio de sistemas biológicos. Como él mismo afirma con humildad y retranca, además del cuidado de sus dos hijos y la práctica del piragüismo de aguas bravas, su afición es diseñar modelos teóricos y computacionales de procesos de desarrollo embrionario, crecimiento de plantas o interacciones entre bacterias, y tiene la suerte de que le pagan por ello en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en Madrid. Ahora también echa una mano en intentar entender la dinámica de contagios del COVID-19, y a diario suele analizar los datos más recientes de Madrid en su cuenta de Twitter @omeuxeito, desde la que suele apelar al “sentidiño” de la población.

Ficha Personal

Saúl Ares es doctor en Física de Sistemas Complejos por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en diversos centros de investigación nacionales e internacionales, destacando sus estancias de seis años en el Instituto Max Planck de Física de Sistemas Complejos en Dresde (Alemania). Desde 2018 es Científico Titular en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Su investigación se centra en el área de Biología de Sistemas, donde se aplican métodos de las Matemáticas y la Física para ayudar a entender procesos biológicos. Sus contribuciones más importantes son en el estudio de la formación de la columna vertebral durante el desarrollo embrionario. Actualmente también trabaja en entender mejor la dinámica de las epidemias y la utilidad y limitaciones de los modelos matemáticos en su estudio.


Su utilización de palabras en gallego viene de que su padre es de Villadepalos (León), un pueblo del Bierzo occidental en el que se habla gallego. “Es la lengua en que mi padre se comunica con la familia de su generación y con sus vecinos. Tengo entendido que era la única que usaban mis abuelos”, explica.

–Ha publicado con otros científicos un estudio en la prestigiosa revista “PNAS” que concluye que el punto de inflexión y el final de una epidemia en expansión no puede predecirse de forma precisa. ¿Predecir la evolución de una epidemia es como vaticinar el tiempo atmosférico?

–La comparación con la predicción meteorológica es acertada. Cuando nos dicen el tiempo que va a hacer estamos acostumbrados a que lo hagan en base a probabilidades: va a haber un 60% de probabilidad de lluvia. Con las epidemias no se puede hacer mucho mejor: después de tanto adivino usando las matemáticas como bolas de cristal al principio de la epidemia de COVID, nos acostumbraremos a que los pronósticos de si una situación va a mejorar o empeorar se hagan también en términos probabilísticos.

–¿Hay demasiados factores aleatorios que influyen?

–La raíz de la imposibilidad de ser más precisos no está en los factores aleatorios, aunque no ayudan, sino en la propia naturaleza de la dinámica del proceso. Con el tiempo meteorológico estamos familiarizados con la teoría del caos y el efecto mariposa, que impiden hacer predicciones a largo plazo. Con las epidemias, aunque pudiésemos tener datos muy precisos de la situación (que no suele ser el caso), el problema viene de que, al ser dinámicas de naturaleza exponencial, los errores de una predicción también crecen exponencialmente en el tiempo, haciendo imposible ser preciso más allá de un horizonte temporal limitado.

–¿Hemos visto ya los efectos epidemiológicos de la Semana Santa y ya podemos asegurar que la cuarta ola será una “olita”, como dice Fernando Simón? ¿Es cuarta ola o una continuación de la tercera?

“La Semana Santa no parece haber tenido un efecto muy importante”

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Saúl Ares, en su lugar de trabajo en el CNB-CSIC.

–Estos debates semánticos no me gustan demasiado. Pero si entendemos una ola como una evolución a partir de un mínimo, que alcanza un pico y vuelve a bajar hasta otro mínimo, es evidente que la llamada tercera ola ya bajó hasta un mínimo y ahora el número de casos está subiendo, con lo que es legítimo hablar de una nueva ola. La Semana Santa no parece haber tenido un efecto muy importante: la limitación de viajes entre comunidades y las lecciones aprendidas por la población en las Navidades, que seguramente han motivado que se limitasen las celebraciones de no convivientes en interiores, han ayudado.

También, por supuesto, la climatología más amigable que invita a pasar más tiempo fuera, y el avance de las vacunas, que tienen ya un efecto notable sobre la mortalidad. Aun así, en algunas comunidades como el País Vasco o Madrid la incidencia ha alcanzado valores de alto riesgo y la situación hospitalaria es grave, pero es la evolución de una tendencia que empezó a principios de marzo.

–¿Le han metido en la campaña con lo del 54% mayor riesgo de morir por COVID-19 en Madrid? ¿Ha vuelto la guerra de cifras, el “circo político” en la campaña electoral madrileña?

–He sido consultado por un par de medios al respecto, más que nada para ver si compartía sus conclusiones. Las guerras de cifras nunca se han ido del todo, y el circo político es desde luego el pan nuestro de cada día. Una campaña electoral de por medio en Madrid no contribuye precisamente a silenciar el ruido...

–¿Cómo explica que Madrid, con mucha mayor apertura en general, tenga mejores cifras que otras comunidades?

–Madrid no tiene mejores cifras que la media. Quien quiera comprobarlo solo tiene que consultar unas fantásticas tablas, muy claras, que ha publicado el matemático y divulgador Javier Álvarez Liébana (@DadosdeLaplace en Twitter y javieralvarezliebana en Instagram).

En estas tablas se ve que, tanto en cada una de las tres primeras olas individualmente, como en el conjunto de la pandemia, Madrid está por encima de la media española en contagios. En cuanto a fallecimientos, cuando se corrige por la estructura de edad de la pirámide de población (sin hacer esto, comunidades con una población más envejecida salen sistemáticamente perjudicadas en la comparativa), Madrid está muy por encima de la media nacional en la primera ola (y, como consecuencia, en el global), pero también cerca de la media en las olas siguientes. Solo Castilla-La Mancha tiene sistemáticamente una mortalidad mucho mayor que la media en todas las olas. Por el contrario, las islas, Navarra, Cantabria y Galicia han tenido una mortalidad sensiblemente inferior a la media en cada una de las olas.

-¿Influye en Madrid cierta inmunidad de grupo?

–No debemos confundir la seroprevalencia en la población, que contribuye a frenar el ritmo de la epidemia, con la inmunidad de grupo, que es el umbral en el que la seroprevalencia es tan alta que ya no se puede producir transmisión comunitaria, porque es poco probable que un infectado encuentre a suficiente gente susceptible como para iniciar cadenas largas de contagio. En este sentido, cuando se hizo la tercera ronda del estudio de seroprevalencia en España, al final de la primera ola, Madrid era la comunidad con una seroprevalencia más alta entre mayores de 65 años, la población con mayor riesgo de muerte por COVID: 14.3%. Esta seroprevalencia habrá contribuido a reducir muertes en olas posteriores.

Sólo un 5,2 por ciento de los españoles tiene anticuerpos frente al coronavirus

Sólo un 5,2 por ciento de los españoles tiene anticuerpos frente al coronavirus Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EFE

Al final de la segunda, cuando se publicó la cuarta ronda del estudio, la seroprevalencia en Madrid en mayores de 65 años era del 19.3%. Como comparación, los datos del global de España en estas rondas son 6.2% y 10.2%: un avance del 4% en la segunda ola, comparable al 5% de avance en Madrid. Si Madrid hubiera tenido una seroprevalencia más baja en la primera ola seguro que le hubiera ido peor en la segunda: al final, ninguna persona puede morirse dos veces. La diferencia con Galicia es abismal: la seroprevalencia en estas dos rondas del estudio en mayores de 65 años fue de 3.2% y 6.7%.

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–¿Qué cosas se están haciendo bien Madrid?

–Lo que mejor se está haciendo en Madrid, claramente, es la estrategia de comunicación política, para hacernos creer que las cosas están bien cuando no es así. Desde el punto de vista de la administración gobernante esto es un éxito, pero como ayuda para controlar la epidemia, un desastre...

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–El consejero de Salud de Madrid ha dicho que no está demostrado que la mayor parte de los contagios se produzcan en la hostelería.

–Múltiples estudios publicados en las revistas científicas más prestigiosas encuentran invariablemente correlación entre la actividad hostelera y los contagios. Eso no significa que “la mayor parte” de los contagios se produzcan en ese ámbito, aunque sea una parte a tener en cuenta. Pero, además, lo importante no son los contagios individuales, sino las cadenas de contagios: si una persona se contagia en el bar, pero luego contagia a dos miembros de su familia y tres compañeros de trabajo, estadísticamente solo uno de estos seis contagios se habrá producido en la hostelería, pero sin ese, no habría habido ninguno. Y luego está el tema del rastreo: es fácil identificar al que se ha contagiado en casa o en el trabajo, pero más difícil encontrar el origen del contagio en ámbitos públicos como la hostelería. Por lo general, infravalorar el peligro de las actividades en que personas que no conviven habitualmente (podemos considerar como tales también a los compañeros de trabajo) comparten tiempo en interiores sin mascarilla, es o no haber entendido nada o no querer entenderlo.

–¿Cómo valora la influencia de la variante inglesa B.1.1.7 en el incremento de casos en España? ¿Ha sido menor de la esperada?

–Se ha acabado haciendo dominante, como era de esperar. Su consolidación ha coincidido con la llegada de las vacunas, lo que hace más complicado un análisis global. Hay algún estudio que incluso sugiere que su velocidad de expansión va cambiando según se va haciendo más dominante: al principio sería muy contagiosa porque algunas personas son más susceptibles a esta variante, pero según éstas se van contagiando la infectividad de B.1.1.7 es más parecida a las variantes tradicionales. Sea así o no, lo que sí parece cierto es que finalmente su infectividad está en el rango más bajo del intervalo de valores que se manejaba inicialmente.

–¿Es posible que otras variantes, como la brasileña P.1 y la sudafricana, ocupen el nicho ecológico de la inglesa?

–Parece complicado, tendrían que ser realmente más contagiosas que la B.1.1.7, o ser más capaces de eludir el efecto de las vacunas. A pesar de algunos resultados preocupantes de experimentos en laboratorio de los que se han hecho eco los medios, de momento hay poca evidencia epidemiológica entre la población vacunada de que sea así.

-¿Cuántas muertes se hubieran podido evitar si se hubiese decretado el confinamiento una semana antes del 14 de marzo de 2020? ¿Son precisas las estimaciones que calculan que se hubieran reducido a un quinto las muertes de la primera ola si se hubiese cerrado siete días antes?

–Responder de forma exacta es difícil, por las incertidumbres intrínsecas a los cálculos de la dinámica epidémica que ya hemos mencionado. Dicho lo cual, la estimación de que se podría haber reducido de forma tan importante el número de muertes en la primera ola si se hubiera iniciado el confinamiento una semana antes sale de un estudio del grupo de mi amigo Álex Arenas, uno de los máximos expertos mundiales en dinámica epidémica: si alguien puede hacer esta estimación, son ellos. En cualquier caso, es evidente a partir del crecimiento explosivo de casos en marzo de 2020 que haber sido capaces de adelantar una semana nuestra reacción hubiese supuesto una diferencia drástica en el trágico resultado final.

–-¿Qué opinión le merecen las cifras de Galicia? ¿Por qué ha sufrido olas más suaves, salvo la tercera, pese a tener una población muy envejecida? ¿Haber tomado medidas antes, la dispersión de la población...?

Es que incluso la tercera ola ha sido más suave en Galicia en comparación con el resto del estado. Creo que por un lado ayuda el relativo aislamiento de Galicia, que por ejemplo llevó a que el confinamiento llegase cuando había una prevalencia menor que en otras zonas. Por otro lado, parece que, con sus problemas, como en todas partes, pero el Sergas ha hecho muchas cosas bien. Y hay publicaciones que muestran que, efectivamente, la dispersión de la población es un factor positivo. Pero al final es un problema complejo y de difícil interpretación: recordemos que al final del verano se debatía sobre cuál sería el secreto de Asturias y Comunidad Valenciana para tener tan buenos datos, y luego vivieron una segunda (Asturias) y tercera (Comunidad Valenciana) olas terroríficas...

–-¿Qué opina de la estrategia “cero COVID”? ¿Sería aplicable en comunidades que tienen ahora una baja incidencia, como Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias o Galicia?

Contra el virus hay dos posibilidades: convivir con él de la forma menos mala posible, que es la estrategia de mitigación que hemos seguido hasta ahora, o tomar medidas contundentes para llegar a incidencias muy bajas en las que un rastreo vigoroso permita tener al virus casi controlado: la estrategia de supresión, que ahora se presenta bajo la etiqueta “cero COVID”. No me gusta demasiado la etiqueta, porque da la idea engañosa de que se pretende hacer desaparecer el virus, algo imposible sin aislarse totalmente del exterior. La idea es más mantener una incidencia baja y actuar de forma contundente cuando haya brotes. Ya hemos visto el resultado de la mitigación: más de un año viviendo con restricciones, con pérdidas de vidas y económicas.

-¿Entonces?

–Yo creo que una estrategia de supresión en la que a costa de un esfuerzo intenso durante un tiempo corto se pueda vivir con baja prevalencia es sensata. Perdimos una oportunidad de haberlo intentado al final del confinamiento, con la desescalada caótica que se realizó. Ahora es evidente que no es una estrategia realizable a nivel global, porque hay sectores de la población que se opondrían fuertemente al esfuerzo necesario para bajar la incidencia a un nivel manejable. Sin embargo, en regiones en las que la incidencia ya es muy baja, ese esfuerzo extra puede ser tolerable y realizarse con el suficiente consenso social, sobre todo teniendo en cuenta que todavía hay espacio para aplicar medidas no restrictivas que ayuden a controlar más los contagios. Medidas como la instalación de medidores de CO2 en la hostelería van en este sentido. Visto así, yo creo que sí es la estrategia más adecuada para Galicia, y así se expuso en una reciente carta pública de la que fui firmante.

–Si estuviera en su mano tomar una sola medida para luchar contra este virus, ¿cuál sería?

“La comunicación de los estudios sobre los problemas de la vacuna de AstraZeneca se ha hecho fatal y ha creado una desconfianza innecesaria”

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–Haber sido capaces de sacar la respuesta a la epidemia del debate político. Si hubiera habido un consenso para que la actuación estuviese guiada por el consejo de técnicos, y de cara a la población la clase política hubiese sido un bloque unido en el que el éxito o fracaso de intervenciones no fuese arma arrojadiza, otro gallo nos cantaría. Y como tengo dos manos: una política de comunicación clara, reiterativa, eficaz. La población sigue incurriendo en prácticas de riesgo muchas veces de forma involuntaria, porque tras más de un año aún no hemos sido capaces de transmitir la información imprescindible que todos deberíamos tener en la cabeza. A veces ha habido que cambiar el mensaje según hemos ido aprendiendo y han aparecido nuevas evidencias, pero no se ha sabido transmitir y solo se ha creado desconfianza y confusión. El último caso lo tenemos reciente: la comunicación de los estudios sobre los problemas de la vacuna de AstraZeneca, que se ha hecho fatal y ha creado una desconfianza innecesaria.

“La gestión de los datos ha sido muy lamentable”

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Saúl Ares, en su lugar de trabajo en el CNB-CSIC

–¿Cómo valora la forma en que el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas han tratado y transmitido los datos de la epidemia? ¿Cómo es posible que Sanidad no facilite como total oficial de fallecidos la suma de las cifras de las comunidades, que está más cerca de 100.000 que de 77.000?

–En general ha sido muy lamentable, y en buena parte lo sigue siendo a día de hoy. Una cosa de las muchas que tenemos que aprender para la próxima epidemia (porque, tarde o temprano, habrá nuevas epidemias) es a hacer un tratamiento racional y abierto de los datos. Algunas comunidades se han dado cuenta y han creado portales de datos abiertos ejemplares: debemos fijarnos en su experiencia.

–En las redes sociales, como Twitter, hay muchos “cazadores de datos” del COVID-19, personas con conocimientos estadísticos que elaboran e interpretan sus propias tablas de datos sobre la epidemia en España. ¿Qué opinión le merece este fenómeno?

–Donde fallan las administraciones, ocupan su lugar los ciudadanos. Hay que separar el polvo de la paja, pero el que sabe dónde mirar conoce las cuentas de Twitter en las que se puede informar sobre la evolución de la epidemia de forma más clara y efectiva que en medios oficiales. Por desgracia, junto a estos divulgadores admirables, ha aparecido también la figura del “gurú COVID”, que junto con datos veraces entremezcla análisis sesgados siempre hacia el mismo lado y aprovecha la atención que suscita en las redes para empujar una agenda política poco disimulada.

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