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Cuatro laboratorios abandonan la carrera por la vacuna

La OMS estima que hay unos 200 proyectos de investigación en busca de la inmunidad

El primer ministro australiano, Scott Morrison (dcha.) con personal del laboratorio CSL. | // EUROPA PRESS

A veces es mejor rendirse que desvivirse para retrasar un agónico desenlace. Si no que se lo digan a las cuatro vacunas experimentales contra el COVID-19 que, tras un año de investigaciones, han anunciado que abandonan la carrera mucho antes de llegar a la línea de meta. Todo apunta que la historia de estas primeras vacunas abandonadas se repetirá con gran parte de las fórmulas que hoy siguen en fase de investigación. Según el último balance de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente hay 84 prototipos que se están testando en voluntarios y 184 más que siguen investigándose en los laboratorios.

El futuro de las vacunas experimentales no solo dependerá de los resultados más o menos prometedores que puedan arrojar. Tendrán que hacer frente a las arenas movedizas que deja la aprobación de las primeras vacunas anti-COVID. Por ejemplo, ¿quién querrá prestarse voluntario para probar estas fórmulas experimentales si puede acceder a una vacuna segura, efectiva y aprobada? ¿Quién financiará los millones que cuesta sacar adelante estos estudios clínicos a gran escala? ¿Y si se consiguen buenos resultados pero no están a la altura de sus predecesores? ¿Lograrán estas inmunizaciones un aprobado o habrá subido el listón? La historia de las primeras vacunas abandonadas arroja luz sobre algunas de estas preguntas.

El 10 de diciembre de 2020, cuatro días antes del lanzamiento de la primera vacuna en EE UU y 15 días antes del inicio de la campaña de vacunación europea, el proyecto iniciado por la Universidad de Queensland y Commonwealth Serum Laboratories (CSL) de Australia llegaba a su fin tras mil millones de dólares invertidos por el Gobierno australiano. Su prototipo de vacuna, del que habían apalabrado más de 50 millones de dosis, no funcionaba. Es más, despertaba falsos positivos ante pruebas del VIH.

Esta historia dio la vuelta al mundo. Primero porque la caída de esta vacuna suponía la pérdida de millones de dólares, pues el desarrollo de todas las vacunas se ha realizado con dinero a fondo perdido. Y segundo, por la alarma generada por unos inusuales resultados de los ensayos clínicos. Parte de los 216 voluntarios que se prestaron a probar el compuesto dieron positivo a tests del VIH, aunque ninguno estaba realmente infectado. Los científicos descubrieron que se debía a que la fórmula usada para hacer frente al COVID inoculaba unas proteínas que también están presentes en el VIH.

Los responsables del estudio se mostraron devastados. Aunque todo apuntaba a que su vacuna era segura y efectiva los falsos positivos suponían un riesgo para la confianza pública en el antígeno. “Así es la ciencia. Te desvives pero no siempre funciona”, resumió el jefe de investigación del proyecto. “Ha sido un error honesto que ha costado dinero, no vidas humanas”, zanjaron varios científicos externos a la investigación.

El 25 de enero de 2020, cuando en España hacía ya un mes que se vacunaba contra el COVID-19, finalizaba la historia de la vacuna experimental en forma de píldora de la farmacéutica Merck y la Iniciativa Internacional de vacunas contra el Sida (IAVI). Tras casi 40 millones de dólares invertidos, el proyecto abandonó la carrera con resultados agridulces. Los ensayos clínicos mostraban que la vacuna era segura, pero no efectiva. El medicamento generaba menos anticuerpos que una infección natural de COVID-19.

La farmacéutica emitió un comunicado explicando que, aun así, se comprometía a publicar estos malos resultados en una revista científica para que los demás laboratorios pudieran ver qué pudo haber fallado en su fórmula. “La pandemia subraya la necesidad de seguir invirtiendo en investigación para abordar las amenazas a la seguridad de la salud”, zanjó la firma alemana.

Esta no fue la única derrota de la firma alemana Merck. El mismo 25 de enero la empresa anunció el fin de otro ensayo con Thermis Bioscience y el Institut Pasteur de París. La razón era la misma. La fórmula parecía segura, pero no eficaz. Los anticuerpos producidos tras el pinchazo eran demasiado escasos. La noticia causó muchísimo revuelo en Francia, donde se confiaba plenamente en el éxito de esta vacuna de producción local.

Tras este segundo varapalo, Merck anunció que seguía con el estudio y la manufactura de dos fármacos antivirales que podrían ser efectivos contra el COVID-19. El Institut Pasteur también declaró que centraría sus esfuerzos en otros dos prototipos de vacunas que siguen testándose. En marzo, el consorcio forjó una alianza con Johnson & Johnson para ayudar con la producción de la vacuna de la firma Janssen.

El 27 de enero se anunció el fin de un proyecto que prometía una vacuna sin agujas capaz de aguantar intacta hasta a 40 grados centígrados. La fórmula había sido desarrollada a principios de 2020 por el Imperial College y destacó entre las más prometedoras. Pero tras un año de investigaciones, el antígeno británico seguía estancado.

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