El interrogatorio incisivo del fiscal Eduardo Gutiérrez a la víctima de la violación múltiple ocurrida en febrero de 2019 en una fábrica abandonada de Sabadell ha causado revuelo en el seno de la Fiscalía, tanto para bien como para mal. Desde esta institución se reconoce que dicho empleado público no estuvo acertado el martes pasado en la Audiencia Provincial de Barcelona a la hora de conducir el testimonio de la joven, ya que dio la sensación de que, con determinadas preguntas, estaba poniendo en duda la versión de la denunciante. En varias ocasiones, la acusación pública le espetó: “¿Está usted segura?”. Pero las fuentes del ministerio público consultadas censuran más la falta de tacto y empatía –es decir, las formas– que algunas de las cuestiones que planteó, como si sabía si los agresores habían usado preservativos o si habían eyaculado.

“Son preguntas que, pese a lo desagradables que sean, quizá es necesario hacerlas para afianzar la versión de la víctima. Y más teniendo en cuenta que, como sucede en este caso, los acusados declaran los últimos y después de haber escuchado a todos los testigos. En estos supuestos, el fiscal se tiene que avanzar a aquello que los imputados puedan declarar y amarrar bien el relato de la afectada para que no pueda ser desmontado por la defensa”, explica a este diario un experto fiscal.

Eso no quita, recalcan miembros del ministerio público, que se deba mostrar delicadeza y sensibilidad hacia las víctimas de un delito y, más aún, hacia las que han sufrido una agresión sexual. En ocasiones, recuerdan las fuentes, hay fiscales que minutos antes del juicio se reúnen brevemente con la persona afectada para trasmitirle tranquilidad (en ningún caso para influenciarla).

Falta de pedagogía

Cuando ayer la polémica ya bajaba de tono en Barcelona, estalló en Madrid. La fiscala de Sala Delegada contra la Violencia sobre la Mujer, Pilar Martín Nájera, consideró que el interrogatorio agresivo del fiscal se hizo “sin ningún tipo de sensibilidad ni empatía”, algo que “no debe producirse nunca”. Precisó que se están sopesando penas muy altas, de entre 36 años y seis meses a 40 años y medio, lo que explicaría que el fiscal Gutiérrez tratara de “afianzar el relato de los hechos” de la víctima, pero lo hizo de una forma inadecuada.

Asimismo, subrayó que a la víctima hay que explicarle que, si se insiste en las preguntas, es porque se está pidiendo una pena muy alta. Así habría recibido el interrogatorio de otra manera, “no como un cuestionamiento”. “Efectivamente, falta educación en artes psicológicas”, reconoció, para añadir después que este tipo de pruebas que dan lugar a una revictimización “cada vez se produce menos”.

A pesar de su polémico interrogatorio, el fiscal Gutiérrez, que se ha encargado del caso desde que se inició y es la primera vez que celebraba un juicio en la Audiencia de Barcelona, dio el martes total veracidad al testimonio de A. M., la joven que denunció haber sido agredida sexualmente en febrero de 2019 por tres hombres, uno tras otro. La acusación pública calificó en su informe final el testimonio de la joven, que tenía 18 años cuando ocurrieron los hechos, de “verídico”, “creíble”, “consistente” y sin ningún “elemento espurio” que la pueda desvirtuar. En su opinión, fue una “violación grupal”.

Los testigos apuntalaron la versión de A. M. Tanto el personal sanitario que la atendió en el hospital al que acudió tras la agresión sexual como una forense declararon, ante el tribunal que juzga a uno de los presuntos autores del ataque y a tres colaboradores, que el relato de la muchacha era “coherente”. Uno de los acusados, que negó que participara en la violación, sí admitió que al llegar a la nave le dijeron que se había producido “un problema” y que un hombre había violado a una chica. Solo uno de los imputados reconoció que mantuvo relaciones sexuales con ella: “Entró voluntariamente en la habitación. Tuvimos relaciones consentidas”. Los otros investigados negaron tener conocimiento de la agresión.