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Eduardo Infante | Filósofo, publica el libro “No me tapes el sol. Cómo ser un cínico de los buenos”

“En un mundo de súbditos, los cínicos solo aceptaron la autoridad de su propia razón”

Eduardo Infante

Después del éxito de su libro “Filosofía en la calle”, el filósofo Eduardo Infante vuelve a la carga editorial con “No me tapes el sol. Cómo ser un cínico de los buenos” (Ariel).

–¿Si le llamo cínico le insulto?

–En absoluto, si de lo que hablamos es de la antigua escuela filosófica fundada por los discípulos de Sócrates. El idioma alemán evita la confusión con la palabra cínico acuñando dos voces distintas: para la corriente filosófica antigua emplea el término “kynismus”, mientras que para la actitud insensible, despiadada e inhumana usa “zynismus”. Nuestro mundo recuperaría la decencia si tuviéramos los arrestos morales para dejar de ser unos zynismus y convertirnos en unos kynismus.

–Sobre todo hoy...

–Hoy más que nunca es necesario recuperar dos principios del cinismo para erradicar con urgencia el zynismus generalizado que nos infecta y nos enferma. En política, frente a la demagogia, debemos apostar por la parresía cínica, la virtud mostrada por Diógenes ante el Alejandro que le tapaba el sol y que consiste en hablar con la franqueza más absoluta, como condición para que construyamos una democracia auténtica y no tan solo formal. En ética debemos tener el coraje de construirnos una “verdadera vida” y renunciar a modos de existencia que no son más que productos estandarizados consumidos a gran escala.

–¿El cínico nace o se hace?

–Se hace. Ser cínico es una invitación a realizar con nuestra vida una obra de arte, a actuar como un “artista maldito”, un “activista revolucionario” y un “héroe filosófico”. Martin Heidegger afirmaba que la mayoría de la gente vive existencias anónimas, viven en el “se dice” y en el “se hace”, es decir, dicen lo que dicen porque es lo que la gente dice y hacen lo que hacen porque es lo que la gente hace. El cinismo nos invita a construir una existencia auténtica: decir y hacer solo lo que solo cada uno de nosotros puede llegar a decir y hacer, impedir que sean otros los que dicten cómo se debe pensar o cómo se debe vivir. En nuestro mundo actual, monocolor en cuanto a las formas, modos y estilos de vida, urge encontrar “héroes filosóficos” que asuman la tarea de encarnar la libertad de pensamiento, que se atrevan a pensar la vida y a vivir el pensamiento. La palabra cínico, en griego, significa perro y es que, para estos filósofos, un perro puede mostrarnos un “LifeStyle” más pleno, natural y auténtico que el de muchos influencers. El cinismo es una llamada a recuperar nuestra natural libertad en mitad de una selva de asfalto que nos condena a una vida alienada.

–¿Por qué se le da tanta caña?

–Porque la historia siempre la han escrito los vencedores, y la historia de la filosofía no es una excepción. El cinismo forma parte del bando de los vencidos en la lucha de las ideas, y el precio de la derrota ha sido no poder contar su propia historia, o lo que es peor, que esta sea contada por los vencedores. El número de estudios dedicados al cinismo sigue siendo ridículo en comparación con otras escuelas filosóficas; es más, muchos manuales clásicos de historia de la filosofía ni siquiera recogen esta corriente de pensamiento. Pareciera como si alguien hubiese sentenciado a los cínicos con una damnatio memoriae (“condena de memoria”), esa antigua práctica romana con que se castigaba a los enemigos del Estado y por la que se procedía oficialmente a eliminar todo cuanto pudiera recordarlos: esculturas, inscripciones o monumentos. ¿Quién decretó que los cínicos eran enemigos del Estado cuyos nombres debían ser borrados o al menos deformados hasta ser irreconocibles? ¿Quién ha dominado la historia de las ideas en nuestra cultura? ¿Quién ha sido su indiscutible y vitoreado vencedor? ¿Quién ha forjado un imperio sobre el vasto continente del pensamiento occidental? El idealismo inaugurado por Platón.

“El número de estudios sobre el cinismo es ridículo en comparación con otras escuelas filosóficas”

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–¿Diógenes, víctima de Platón?

–Más bien al contrario: Platón fue una víctima del lúcido sentido común y de la inteligente ironía de Diógenes. Cuando Platón de Atenas defendió la existencia de un modelo eterno, perfecto e inmaterial de hombre al que debemos someternos so pena de ser tratados de anormales, locos o enfermos, Diógenes de Sinope se burló de su teoría por ser tan absurda como peligrosa, y se dedicó a “buscar” por las calles de Atenas, con un farol encendido en pleno día, a ese hombre espiritual, perfecto y eterno, carente de carne, fluidos y nervios, del que nosotros tan solo somos copias defectuosas.

–¿Para qué sirve el cinismo?

–Nuestra época es muy parecida a aquella en la que floreció el cinismo: de crisis y de hastío existencial, de perdida de la normalidad, de incertidumbre. Los cínicos enseñaron a vivir sensata, libre y dignamente en ese mundo. El cinismo nos invita a retomar la pregunta socrática: ¿Cuál es la vida buena? ¿La vida auténticamente humana? ¿Lo bueno para el hombre en tanto que hombre? Tenemos desnortado el sentido de lo bueno y lo malo. Los cínicos diferencian entre “lo bueno”, “lo malo” y “lo indiferente”. No son buenos ni el poder, ni la fama, ni los bienes materiales. Confundimos los bienes exteriores con los interiores. Tener un buen coche no me hace un buen hombre. Identificarse con un coche es tan absurdo como identificarse con una lavadora.

–¿Contra qué nos vacuna?

–Durante el confinamiento, han sido muchos los que han manifestado sentirse aburridos, a pesar de ser la nuestra una generación que dispone de una tecnología diseñada para entretener. ¿Cuál puede ser la causa de este hastío existencial? ¿Por qué evitamos que aflore la conversación con nosotros mismos? ¿Por qué dirigimos nuestra conciencia siempre hacia fuera? No parece que nuestra actual forma de vida nos conduzcan a la plenitud. Podremos tener vidas cómodas pero no plenas. Hemos confundido la vida buena con la vida confortable. El confort se paga con una pérdida de autonomía y con una autoexplotación. Hemos comprado la idea de que es el mundo laboral el único escenario en el que nos podemos desarrollar como seres humanos. Buscamos ser profesionales excelentes en lugar de hombres excelentes. Hemos reducido la antigua idea de virtud a la profesionalidad. Hemos confundido pasarlo bien con vivir bien.

–Y cuando las circunstancias han cambiado...

–Nos ha tocado pasarlo mal y no hemos sido capaces de vivir bien. Para el cínico, no sabemos vivir bien porque no sabemos qué es lo bueno para el ser humano. Lo bueno no es lo deseable. De hecho en una sociedad consumista como la nuestra el deseo no nos pertenece. Deseamos lo que otros desean que deseemos. No sabemos vivir bien porque no sabemos qué es lo bueno para el ser humano. La razón es el dispositivo natural para determinar qué es bueno. No hay nada que vaya más en contra de nuestra naturaleza que vivir estúpidamente El cinismo nos invita a recuperar la razón frente a la conducta gregaria. Atreverse a pensar por uno mismo. Tener voluntad propia. Superar la domesticación.

–¿El cínico es un ser libre?

–En un mundo de súbditos, los cínicos no aceptaron más autoridad que la de su propia razón. No reconocieron ni patria ni dios a los que someter su voluntad, y declararon que la única obligación que tenemos en esta vida es la de alcanzar la felicidad: antes de morir, debemos vivir plenamente el tiempo que se nos ha otorgado y transitar nuestro propio camino. Compartieron una visión irónica y sarcástica del mundo, rechazaron la conducta gregaria. Denunciaron toda forma de tiranía, desmontaron las mentiras del poder y cuestionaron las falsas creencias y la irracionalidad que aún hoy nos gobiernan. El cínico fue una especie de “profeta pagano” que tuvo la valentía de vivir como pensaba, la osadía de decir la verdad a los poderosos sin temor a represalias y la lucidez para diagnosticar las normas absurdas, los malos hábitos y las costumbres perniciosas.

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