Portugal inició ayer una nueva etapa en su particular desescalada del confinamiento y que contempla, entre otras medidas, la reapertura de terraza, la vuelta a clase de los alumnos de educación secundaria y la recuperación de la actividad en museos y monumentos.

El Gobierno de António Costa impuso un confinamiento para contener el repunte de casos de coronavirus, que se dispararon tras la Navidad y llevaron a Portugal a registrar algunos de los peores datos de todo el continente. La actividad permaneció prácticamente paralizada, salvo contadas excepciones.

La hoja de ruta establecida por las autoridades ya permitió a mediados de marzo la vuelta a las aulas de los alumnos de primaria y, desde este lunes, también pueden hacerlo los de secundaria, a la espera de que se complete aún la progresiva vuelta de ciclos educativos superiores.

En el ámbito comercial, se recuperan ferias y mercados y podrán abrir las tiendas de hasta 200 metros cuadrados con puerta a la calle. Las terrazas vuelven a estar permitidas, con un máximo de cuatro personas por mesa, el mismo límite que se establece por ejemplo para actividades físicas al aire libre, mientras que los gimnasios han comenzado a funcionar, aunque sin clases de grupo.

Algunas restricciones siguen en vigor, como el confinamiento domiciliario salvo causa justificada de desplazamiento, el uso de mascarillas en espacios públicos o el teletrabajo en los casos en que sea posible. La prohibición a la movilidad entre municipios, adoptada con motivo de la Semana Santa, expiró la pasada medianoche.

Portugal acumula más de 823.000 casos de COVID-19 y al menos 16.879 fallecidos, después de que en las últimas semanas haya logrado reducir drásticamente la incidencia. Ayer, se notificaron 159 nuevos casos y seis muertes, cifras que mantienen estable la curva epidemiológica.