Un total de 741 personas se quitaron la vida en España entre marzo y mayo de 2020, lo que supone un descenso del 19,4% respecto al mismo periodo de 2019 (cuando hubo 920) y la cifra más baja de los últimos cinco años. Aunque el Instituto Nacional de Estadística (INE) no permite desglosar el número de suicidios por meses en el caso de las comunidades, los últimos datos –las muertes registradas de enero a mayo de 2020– revelan que hubo 78 en Galicia en esos cinco meses (que incluyen los tres de confinamiento obligado por la pandemia), un 24% menos que los 103 del mismo periodo del año anterior. A Coruña es la provincia gallega con mayor caída –bajaron casi a la mitad al pasar de 45 a 24– mientras Pontevedra fue la única en experimentar un repunte: de 21 en 2019 a 26 el pasado año.

Para los psiquiatras el confinamiento tiene mucho que ver con este descenso. “Se modificaron aspectos del actual ritmo de vida y tanto el tipo de estrés como la presión a la que estuvimos sometidos fue muy diferente al previo al confinamiento”, explica el presidente de la Asociación Gallega de Psiquiatría, José Ramón Silveira, quien tiene claro que una parte importante de los suicidios los cometen personas “con trastornos adaptativos reactivos, provocados por problemas que consideran insalvables en su entorno, especialmente el laboral, y el confinamiento ayudó en este sentido porque mucha gente no trabajaba o el estrés que tenía cambió, es decir, la circunstancia que causaba problemas de adaptación previamente desapareció, pudiendo aparecer, o no, otro tipo de estrés al que adaptarse nuevamente”.

Los datos del INE demuestran que el descenso se produjo principalmente en los meses de encierro obligatorio en casa (dictado desde el 15 de marzo y hasta mayo). Mientras España cerraba enero con 312 suicidios –la cifra más alta en ese mes en los últimos cinco años– y registraba 290 en febrero –solo superada por los 297 de 2017–, las muertes autoprovocadas caían a las cifras más bajas del lustro en marzo (260), abril (213) y mayo (268). En el caso de Galicia, el análisis de los primeros cinco meses del año de la pandemia también revelan una caída. Los 78 suicidios registrados entre enero y mayo suponen la menor cifra en cinco años y son casi la mitad de los 150 registrados en el mismo periodo de 2016.

La evolución fue similar en la mayor parte de la comunidad. La provincia de A Coruña también registró la cifra más baja (24) de los últimos cinco años y el descenso fue del 46% respecto al año anterior. En Lugo bajaron un 24% de 25 a 19 y en Ourense otro 25% al pasar de doce a nueve. Solo Pontevedra experimentó un repunte al registrar cinco suicidios más en el año de la pandemia (de 21 a 26). Siete de cada diez personas que se quitaron la vida en Galicia eran hombres, la gran mayoría lo hizo en sus domicilios y la franja de edad con más casos (25) fue la de menores de 50 años.

Pese al descenso, el suicidio fue la causa externa de muerte más habitual en España y aunque, a nivel estatal, solo bajó un 8% en los cinco primeros meses, la caída sube al 19% en los meses de confinamiento. Silveira cree que este descenso sí puede estar relacionado con cambios a los que obligó el encierro obligado. Para argumentarlo alude a varios artículos sobre la experiencia en países como Australia y Nueva Zelanda –donde pese a duplicar los recursos para salud mental se mantuvo el número de pacientes con estrés psíquico, se dispararon las incapacidades laborales por trastornos metales y no se logró reducir el número de suicidios– o de Reino Unido, donde tras multiplicar el numero de psicólogos en la sanidad pública, tampoco lograron descender la demanda en los servicios de salud mental ni bajar las muertes autoinflingidas.

Para entender porqué no mejoran los datos, Silveira propone hacer un paralelismo entre suicidio y una patología como la diabetes. “¿Por qué aunque cada vez se diagnostica más y cada vez hay más médicos no bajan los casos? Porque nuestro estilo de vida, la dieta, genera diabetes y los tratamientos que hay no la curan sino que mitigan sus efectos. Lo mismo podría pasar con el suicidio”, indica y explica: “El estilo de vida actual genera cierta facilidad para la ansiedad, la depresión, el estrés psíquico y aunque hay tratamientos psiquiátricos que controlan sus síntomas, su eficacia desaparece cuando se dejan de tomar si no se ataja la causa del problema que tiene que ver con que los valores han cambiado, que se tiende a lo material, a la competitividad, que ha disminuido el apoyo social, unido a gente que vive sola y un aumento del consumo de alcohol u otras sustancias... Todo esto, sin embargo, durante el confinamiento se modificó. El tipo de estrés y de presión que vivimos era muy diferente al previo al confinamiento aunque es cierto que ha aumentado otro estrés, pero descendió el vinculado al trabajo y se focalizó en otro tema más concreto, la pandemia”. “Muchos suicidios tienen que ver con graves dificultades adaptativas”, explica.

“El trastorno adaptativo es una patología menor pero no quiere decir que sea banal. Lo sufren personas que tienen problemas en su entorno laboral o familiar, que se sienten atrapados en una situación vital relacionada con el trabajo, la hipoteca... y a la que no ven salida”, sostiene Silveira, quien reconoce que durante el confinamiento desaparecieron algunos de esos factores de estrés. Eso sí, surgieron otros derivados de la pandemia y por ello, cree que el descenso de suicidios es algo pasajero y que las cifras volverán a las habituales o “empeorarán” cuando se realice el cómputo de todo 2020.