Escribía Luis Seoane en un poema de 1955 que, subido al andamio y lleno de polvo mientras realizaba uno de sus murales argentinos, cerraba los ojos para hablar consigo mismo y acabar dibujando imágenes de aquella Galicia acunada en su mente, añorada en el exilio. Lejana en kilómetros, presente en su trazo, en su experimentación. Ese afán innovador, ese deseo de esparcir trozos de su tierra por Buenos Aires y el resto de latitudes del país acabó cristalizando en casi 50 conjuntos murales que ideó y plasmó entre 1953 y los años 70, que pretende catalogar y difundir la Cátedra Galicia-América del Programa Lectura Mundi de la Universidad Nacional de San Martín, a través de la creación de una web y de un “roteiro digital” por la ciudad, según apunta una de sus impulsoras Silvia Dolinko.

Hace casi 70 años, el coruñés quiso llevar el arte a la calle para democratizarlo y ese mismo espíritu es el que guía estas medidas quirúrgicas para realzar su valor in situ y también es el que comanda el salto de la urbe bonaerense a la red. Una democratización 2.0 para evitar que “el gran público, el transeúnte cotidiano y desprevenido”, desconozca “la historia, la autoría e incluso a veces la existencia de estas obras”, según admite Dolinko. “Lo deseable y esperable es que la visibilización de esta obra contribuya a su conocimiento y, por consiguiente, a su preservación y valoración”, asevera la profesora argentina.

Web interactiva

De las ideas a la concreción. “Queremos, en un principio, hacer una página web interactiva, donde al clicar sobre los puntos del plano de Buenos Aires puedan desplegarse imágenes e información”, avanza Dolinko, quien también cree que es necesario que contenga “otras pestañas con textos de presentación para un público general, bibliografía...”. Su deseo va más allá, ya que “la opción de instalar códigos QR” en lugares cercanos a los murales para conectar el mundo off y online “es una posibilidad que depende de distintas gestiones con espacios privados y edificios”, relata de un proyecto que dio sus primeros pasos en 2019, que se ha visto frenado por la pandemia y que cuenta con el apoyo del programa Mecenazgo de la ciudad de Buenos Aires.

Uno de los murales de Seoane en Buenos Aires. Laura Henao Serna

No es, ni mucho menos, la primera vez que se estudian o que se promocionan los murales de Seoane en Buenos Aires. Entre 2012 y 2013, la Fundación que custodia la obra del autor en A Coruña ofreció en sus dependencias una exposición bajo el nombre Murais, en la que se revelaba toda esta faceta entonces menos difundida del autor con 62 bocetos y más de un centenar de fotografías. En 2016, con motivo de la 42ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y con la ciudad de Santiago como invitada de honor, se editaron unos dípticos con dos rutas, una por el centro y otra por el barrio de Belgrano, operativas desde 2005, para apreciar estas obras en directo, mientras se pateaba la ciudad.

La filóloga Micaela Rei Castro, que abordó en su tesis el muralismo de Seoane, sostiene que el autor creía que “el arte debía estar al servicio de la sociedad con un fin didáctico y pedagógico”

“Decía que para él su muralismo era una madre gallega, la esencia del pueblo gallego”, introduce Micaela Rei Castro, filóloga de Pontedeume que en 2019 defendió su tesis O muralismo no conxunto da obra artística e literaria de Luis Seoane, sobre la vocación galeguista del coruñés, que era transversal a sus escritos y a todas sus expresiones. El hilo conductor de un artista poliédrico. “Él es uno en todas sus facetas y se ve cómo la temática de su literatura es incisiva y está fielmente plasmada en sus murales”, cuenta de quien creía que “el arte debía estar al servicio de la sociedad con un fin didáctico y pedagógico”. Para ella, se servía de “murales envolventes y subjetivos en los que se transmite la alegría popular, en los que reivindica y homenajea al pueblo gallego a través de la figura humana, del paisaje, de una paleta cromática viva, con las barcas, los pulpos, las ruedas”, razona y explica de la parte central de su obra. No fue la única línea temática, ya que también sobresalen varios ejemplos de creaciones realizadas por encargo, muchas para galerías comerciales, algunas en viviendas privadas. La más señera “por su monumentalismo” es el Nacimiento del teatro argentino (1955-57) con más de 300 metros de intervención.

Murales que no son pinturas

“Seoane traspasa el concepto de muralismo. No se puede hablar simplemente de pintura porque innovó muchísimo”, apunta Rei Castro de una faceta que inauguró en solitario en 1953 con las obras Barca y pescadores y Los músicos y que ya le rondaba la cabeza en 1942 cuando participó en Londres en un congreso de “integración del arte en edificios y ciudades” . En ese tiempo, le empezó a llamar la atención también la corriente muralista mexicana. Toda esa inquietud e inspiración le llevó a ser pionero en la utilización de materiales. “Experimentó muchísimo, con todo, también con técnicas, siempre fusionando lo tradicional y lo moderno. Fue uno de los primeros que usó piedra picada, lo decía él mismo. Trabajó frisos en hierro y en bronce, con mármoles...”, cuenta de una obra que no incluye solo murales, también vidrieras o tapices.

Otra de las obras diseminadas por la capital argentina. Laura Henao Serna

El grueso de creaciones tiene más de medio siglo y ha despertado, de nuevo, el interés de una universidad argentina por conservarlas y difundirlas. Silvia Dolinko, una vez retomada la labor de rastreo y de comprobación de su estado, cree que es un punto a favor en el cometido que tienen por delante. “Algunos se perdieron y hay otros que no están accesibles. Aun así, se podría decir que la mayoría están muy bien conservados”, apunta. “Algunos se encuentran en interiores de edificios, que son de difícil acceso, o, en el caso de las pinturas en Galerías Santa Fe, no se pueden visitar en estos momentos, pero gran parte son de acceso público”, afirma. Rei Castro dedicó seis años de su vida a su tesis y hace tiempo que no visita Buenos Aires y no comprueba en directo cómo se encuentran, pero su percepción fue entonces que, “en general, están bien”, aunque se topó con alguno “deteriorado en las esquinas o con arañazos”, también con elementos estéticos del día a día que les afean como “alguna bolsa de basura apoyada”. “Falta más difusión y respaldo, acercarlos a la gente, pero ocurre también aquí, en Cervo”, lamenta la investigadora.