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Víctimas colaterales del COVID

Víctimas colaterales del COVID

El COVID-19 tiene otras víctimas que, aunque no se contabilizan diariamente, van engrosando también las estadísticas de decesos en España porque, paralelamente a los contagios de SARS-CoV-2, hay otras patologías que continúan irrumpiendo en la vida de miles de personas cada día, trastocando planes y sesgando vidas. Antes de que estallara la pandemia, la Sociedad Española de Oncología Médica calculaba que el número de nuevos casos de cáncer diagnosticados en España en 2020 alcanzará los 277.394, cifra muy similar a la de 2019.

La paralización de cribados y los cambios en la atención sanitaria demoran los diagnósticos y los tratamientos de cáncer, lo que supone la diferencia entre sobrevivir o sucumbir a esta enfermedad

Sin embargo, la crisis sanitaria no es la época más propicia para enfermar, si es que alguna lo es. Los diagnósticos y los tratamientos se están demorando, lo que en una patología como el cáncer puede suponer la diferencia entre sobrevivir o sucumbir a la enfermedad, Esta no es una impresión subjetiva de pacientes y familiares, sino una advertencia que lanzan desde hace tiempo diferentes sociedades médicas y científicas. Los enfermos no covid son las víctimas colaterales de una pandemia que continúa teniendo a jaque a todo el planeta.

La crisis sanitaria sorprendió a Cruz Losada Gutiérrez cuando iba a iniciar las sesiones de radioterapia, que tuvieron que aplazarse, aunque este retraso en el tratamiento no fue lo peor. A Cruz le diagnosticaron cáncer de vejiga a principios de verano de 2019. Tras unos tres meses de quimioterapia, el tumor se redujo lo suficiente como para poder ser operado, por lo que entró en quirófano. La intervención fue un éxito, ya que se consiguió extirpar la masa cancerosa y Cruz, de 59 años, volvió poco después a su casa de Ponteareas. Se recuperaba con la misma decisión con la que se empeñó en vencer la enfermedad.

“Yo hablaba con mi tumor. Le decía que fuera cual fuera el final, acabaría con él”

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Crus Losada

Y así fue. Sin embargo, Cruz tuvo una serie de complicaciones que tardaron en detectarse a causa de los cambios impuestos por la pandemia en el sistema de salud. La primera fue una infección urinaria, que terminó pasado a la sangre y por la que tuvo que ser hospitalizada durante diez días. Pero hasta que no fue detectada, a través de un análisis de sangre que encargó una especialista del servicio de Oncología, Cruz pasó un auténtico vía crucis en plena recuperación postoperatoria, con varias visitas al servicio de urgencias de su centro de salud. “Como me entraban sudores y fiebre intermitente, me hacían una PCR y como daba negativo, me mandaban a casa”, explica. En total, le realizaron dos PCR y un test de antígenos. Todos con idéntico resultado: negativo en COVID-19 y vuelta para casa.

Cruz está convencida de que si su médico de cabecera la hubiera examinado en consulta la infección se hubiera detectado antes y no hubiera llegado a la sangre.

“Ya no son solo los síntomas que puedas contar que tienes. En la cara se ve cómo estás y yo estaba muy mal"

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Poco tiempo después, Cruz sufrió una obstrucción intestinal y la historia se repitió, exceptuando las PCR, ya que en esta ocasión no presentó fiebre, pero los vómitos se convirtieron en el pan de cada día. Notaba, además, que un año después de ser operada, en vez de ir recuperando fuerzas, iba perdiendo energía. Tampoco esta vez fue citada en consulta. “Me hacían análisis y a casa. Así estuve como dos meses. Fue desastroso”, recuerda.

A través de la psicóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) de Vigo consiguió ponerse en contacto con el servicio de hospitalización a domicilio. “Vinieron a verme y me remitieron a urgencias”, explica. Fue operada ese mismo día. Durante esa intervención, los cirujanos detectaron una masa, de la que va a ser tratada en los próximos días.

Estuvo ingresada veinte días y asegura que desde la cama del hospital se percibía en qué momento se encontraba la curva de la pandemia. Ya no solo porque no pudieran tener visitas, algo que hace más dura aún la situación del enfermo, sin una mano querida a la que agarrarte en los momentos de incertidumbre, sino por el ambiente. “Sabía como estaba la situación fuera por el ambiente. Cuando fue el pico de esta tercera ola el personal estaba estresadísimo y, además, nos cambiaron una vez de planta para que la nuestra la ocuparan enfermos covid. La última semana, aunque seguíamos sin poder tener visitas, la situación mejoró; estaba todo mucho más tranquilo”, recuerda.

Seguir luchando

Ahora, de nuevo en casa, donde regresó hace apenas tres semanas, Cruz centra sus esfuerzos en fortalecer su sistema inmunológico para retomar el tratamiento lo más fuerte posible, cuidando su alimentación, y en no dejarse llevar por la incertidumbre, aunque reconoce que no siempre es posible.

“El cáncer es pernicioso y cuando te lo comunican es un auténtico mazazo, te parte por la mitad."

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"Luego empiezas a preguntarte por qué tú si nunca has fumado y llevas una vida más o menos sana, aunque después te das cuenta de que en realidad es por qué no, porque hay muchas personas en la misma situación. Lo malo que también tiene esta enfermedad es que como no puedes saber si se va a reproducir o no, tienes esa duda siempre y eso que ahora la oncología está súper modernizada”, afirma.

Uno de cada cinco pacientes con cáncer no tiene diagnóstico

Uno de cada cinco pacientes con cáncer no tiene diagnóstico Agencia ATLAS / ShutterStock

Ante la falta de respuestas ante tantas incógnitas, el estado de ánimo se sube en un tiovivo del que no siempre es fácil apearse. Cruz encuentra la inyección de ánimo que precisa en los momentos de “bajón”, en su familia y sus amigos, pero también en la AECC de Vigo, cuyo trabajo conoció a través de una cuñada, que tuvo cáncer de mama. “El estado de ánimo es muy importante. Hay que aprender a vivir el día a día, a no dejarte vencer por el desánimo. El cáncer te cambia la perspectiva”, afirma.

A causa del COVID-19, Cruz ha reducido sus contactos sociales. “Intento que no venga nadie a casa. En Navidad no nos reunimos la familia, pero a mi hija tengo que verla cuando viene de la universidad, con a la FFP2 siempre puesta y manteniendo las distancias”, explica.

El dolor como compañero

En el mes de febrero del pasado año, en la antesala de la crisis sanitaria, Carlos Sánchez Bastos comenzaba a quejarse de un dolor persistente, cada vez más fuerte, en la zona lumbar y en el brazo izquierdo, que fue tratado con la misma persistencia como una lumbalgia. Hasta su fallecimiento, el 2 de septiembre, solo fue visto una vez por su médica. Eso fue en febrero.

Poco después, estallaría la pandemia y las consultas por un dolor que, en vez de disminuir, aumentaba con el paso del tiempo, fueron siempre por teléfono. “Cada vez que llamaba mi padre, porque el dolor era cada vez más fuerte, la médica le decía que no se preocupara, que no era nada, y le mandaba más calmantes. Después de mucho insistir, a finales de junio, accedieron a hacerle una radiografía y como no salió nada, le dieron más calmantes, pero no se le hizo ninguna prueba más”, explica su hija Laura, que en esos momentos se encontraba en Ibiza, donde vivía desde hacía siete años, con su marido y su hijo.

"No tiene sentido que en el siglo XXI una persona se muera retorciéndose de dolor. El COVID le ha privado de calidad de vida en sus últimos meses de vida; ni siquiera tuvo acceso a unos cuidados paliativos”

Laura Sánchez - Hija del fallecido

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Laura Sánchez en Vigo Marta G. Brea

Cuando Laura llegó a Mos en julio para pasar quince días con su familia y celebrar el cumpleaños de su padre –el 30 de julio cumplía 68–, le encontró muy desmejorado. Había perdido muchísimo peso, apenas se aguantaba en pie y tampoco soportaba estar mucho tiempo sentado por el dolor. Sin embargo, la médica seguía insistiendo en el diagnóstico de lumbalgia. “Hasta que una madrugada, a las seis, me despertaron sus gemidos de dolor. Esa noche lo trasladaron al hospital, le hicieron la PCR para descartar que fuera COVID, lo remitieron a traumatología y lo enviaron a casa a la espera de que lo viera el traumatólogo”, recuerda.

La cita con traumatología fue rápida, aunque no la fecha que le dieron para la resonancia preferente que solicitó el especialista, para la que había una lista de espera de un año. A partir de ese momento, el estado de salud Carlos empeoró a gran velocidad, con repetidas visitas a urgencias, hasta que una médica solicitó más pruebas al ver que el dolor le alcanzaba ya la ingle. El TAC puso nombre y apellidos a la causa del dolor: un adenocarcinoma pulmonar invasivo en fase 4 con metástasis en los huesos. “Mi padre ya no volvió a salir del hospital. En tres semanas falleció”, relata.

“Si mi padre hubiese presentado síntomas de COVID todo habría sido distinto"

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“Si mi padre hubiese presentado síntomas de COVID todo habría sido distinto. "Y no hablo desde el dolor. Al principio de la pandemia, mi madrina tuvo fiebre alta y al sospechar que era COVID fue trasladada al hospital y gracias a eso le diagnosticaron cáncer, el mismo que tenía mi padre. Pero a ella se lo detectaron en fase 3, se lo trataron y hoy sigue teniendo cáncer, pero lleva una vida normal. Si mi padre tenía que morir de cáncer, se habría muerto igual, pero de otra manera. No tiene sentido que en el siglo XXI una persona se muera retorciéndose de dolor. El COVID le ha privado de calidad de vida en sus últimos meses de vida; ni siquiera tuvo acceso a unos cuidados paliativos”, se lamenta.

Laura afirma que la situación fue insoportable también para su madre y que si pudo enfrentarse a ella fue gracias al apoyo de la psicóloga de la AECC de Vigo, que estuvo con ella desde un principio mientras ella preparaba su regreso a Galicia, donde llegó una semana antes del deceso de su padre. “Ayudó a mi madre a tomar muchas decisiones difíciles, a afrontar el miedo y la incertidumbre y aún hoy nos está ayudando, porque las secuelas que deja una situación así son grandes. Te queda una sensación de rabia y de impotencia enormes”, explica.

Esto no quiere decir que no comprenda que el mundo se enfrenta a una situación de emergencia excepcional. “Yo entiendo la gravedad de la situación, pero hay otras enfermedades que también están matando a gente, aunque parece que estas muertes no son tan importantes. Hay muchas familias a las que les ha sucedido lo mismo, que han visto morir a su padre, a su madre, a su hermano... en dos o tres semanas porque cuando les diagnosticaron el cáncer ya era demasiado tarde. No se puede priorizar unos enfermos por encima del resto”, comenta.

Para Laura tampoco fue fácil seguir la enfermedad de su padre desde la distancia. Ya regresó a su casa en Ibiza preocupada tras las vacaciones y por eso, cuando su madre le comunicó los resultados del TAC, no lo dudó un momento y pidió a su empresa el traslado a Galicia. En cuanto se la concedieron, hizo las maletas y cogió un avión. Quería estar con sus padres en todo el proceso, aunque, finalmente, la enfermedad no dio a su padre una oportunidad.

Laura lleva viviendo desde finales de agosto en Mos, donde viajó con su hijo, de tres años y medio. Su marido continúa en Ibiza, aunque la previsión es que la familia pueda reencontrarse en los próximos meses aquí, en Galicia.

El cáncer, la otra gran pandemia silenciosa

El COVID está teniendo un fuerte impacto en los enfermos de cáncer, la otra gran pandemia silenciosa. La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) calcula que unas 55.000 personas con esta patología han empezado tarde su tratamiento, por el diagnóstico tardío ocasionado por la paralización de los cribados y la imposibilidad de muchos de ser atendidos en los centros de salud, o no lo han comenzado. Esta demora tendrá una consecuencia directa: un incremento de las muertes por cáncer en 2021 y en los siguientes años.

Esta situación se puede trasladar a personas con problemas cardiovasculares, respiratorios y enfermedades mentales, lo que da una idea de la dimensión del drama. La semana pasada, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), formado por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, aprobaron la actualización de la Estrategia en Cáncer y realizar un estudio para analizar el impacto de la pandemia en la atención sobre cáncer.

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