Santi Domínguez | Director de la empresa gallega de software para vacunas antiCOVID
“Nuestro ‘software’ hace que la investigación vaya más rápido, lo cual ahora es crítico”
“Podemos acortar plazos sin comprometer la seguridad ni la calidad de los tratamientos”

Santi Domínguez, director de Mestrelab. | // FDV / marta otero
Marta Otero
–¿A qué campos está orientada la empresa Mestrelab?
–Es una empresa de desarrollo software para industria farmacéutica, biotecnológica y química. El software procesa e interpreta datos que salen de experimentos del laboratorio. Los experimentos del laboratorio generan datos en formato máquina que un humano no puede entender. Lo que hace nuestro software es procesarlos, analizarlos para que el científico entienda lo que le están diciendo los instrumentos. La dificultad es que hay muchas técnicas de laboratorio distintas. Las más importantes son la resonancia magnética nuclear, la espectrometría de masas, la cromatografía líquida y de gas, etc. Para cada una de ellas hay muchos fabricantes de instrumentos, con lo que hay una gran variedad de tipos de datos. Somos como la llave maestra
–Empresas como Pfizer, Moderna y AstraZeneca usan su ‘software’ Mnova. ¿Qué particularidades tiene?
–Utiliza una serie de rutinas matemáticas, físicas, etc, para hacer esa transformación e interpretación. Ahora también estamos dando un paso más, estamos poniendo mucho esfuerzo y trabajando en el desarrollo de automatización de inteligencia artificial, con lo que el software ya hace la interpretación él mismo. Está evolucionando de ser una ayuda para el científico a una herramienta que ya puede tomar decisiones automáticamente. El objetivo es acelerar la I+D de estas industrias.
–¿En qué ha influido su ‘software’ en el caso concreto del desarrollo de la vacuna del COVID-19?
–Ya trabajábamos antes del COVID con las empresas que estaban fabricando la vacuna. El impacto que tiene nuestro software es que reducimos el tiempo que se dedica a analizar datos en el laboratorio. La consecuencia de esto es que la investigación va más rápido, lo cual ahora es crítico. Llevar un producto a mercado típicamente lleva entre cinco y diez años. Cuanto más largo es el proceso, más cara le sale la investigación a la empresa, y más caro será el tratamiento. El impacto es a dos niveles, a nivel coste y a la hora de tener el tratamiento antes, que ahora con el COVID todos tenemos clarísimo que es prioritario, pero ojalá en temas como el cáncer de pulmón o en párkinson también saliesen tratamientos antes.
–¿Cambiará la forma que tiene la sociedad de ver los tiempos y las necesidades del sector?
–Esa sería la esperanza. Yo, como cualquier otro ser humano, estoy muy interesado en que desarrollemos estas tecnologías lo más rápido posible, nunca sabemos a quién le va a tocar, cuándo y qué enfermedad. Se ha demostrado que, realmente, cuando todo el mundo se centra y se pone las pilas en algo común, podemos acortar los plazos sin comprometer la seguridad y la calidad. Espero que esto nos dé la receta. Hay otras pandemias a cámara lenta, como la diabetes, cada vez más extendidas en la población. Si conseguimos llevar tratamientos al mercado más rápido, reduciríamos su coste para el sistema sanitario y mejoraríamos la vida de muchas personas, tenemos la oportunidad de hacerlo.
–¿Cómo les ha repercutido como proveedores, a nivel de económico y de reconocimiento, el hecho de que los nombres de Pfizer, AstraZeneca, Moderna y BioNTech estén sonando a nivel mundial?
–Sobre todo, a nivel de reconocimiento social en Galicia y en España. En los últimos quince años he hecho dos entrevistas, y en los últimos 15 días he hecho unas 20 o 30. Ese reconocimiento es muy bueno, porque puede abrir los ojos a mucha gente en investigación, incluso a gente más joven que se plantea una carrera en estos campos, pero que a lo mejor no ven una salida clara. Este reconocimiento te aporta el saber que puedes dedicarte a esto sin la necesidad de ser profesor, por ejemplo. Hay empresas en las que puedes desarrollar tu carrera laboral y tener éxito, y contribuir mucho a tener impacto social, además de un buen sueldo y buenas condiciones laborales.
–¿Cómo llega un ‘spin-off’ nacido en la Universidade de Santiago a trabajar con la NASA?
–El proceso es de mucho trabajo, influye el haber tenido una perspectiva internacional desde el principio. No tuvimos mucha alternativa, porque nuestro mercado es muy nicho en Galicia e incluso en España. Estuvimos internacionalizados desde el primer día. El secreto de ese éxito es que más del 50% de nuestro presupuesto va dedicado a I+D, lo que está muy por encima de otras empresas del sector. Y también hemos estado muy enfocados al mercado desde el principio. Desde el día que formamos la empresa, me dediqué a visitar clientes para ver cuáles eran las necesidades que podían cubrir nuestra tecnología. Hemos trabajado siempre con el cliente objetivo desde el principio para adaptar nuestras soluciones a las necesidades del mercado. En Galicia hay gente muy preparada, las universidades hacen un gran trabajo. Es gente preparada y competitiva. El equipo de Mestrelab es el mejor del mundo en lo que hace, y la mayoría son gente salida de las universidades gallegas.
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