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La conexión también sana

El proyecto "Higea" tiene como finalidad facilitar la conexión entre los pacientes y sus familiares de una forma segura a través de videollamadas o mensajes de voz Cedida

La misma noche que su madre falleció por COVID-19, Montse Sánchez-Agustino Mariño gestó “Higea”, un proyecto que pretende romper el aislamiento que el coronavirus impone a los enfermos hospitalizados y a sus familias, estableciendo un canal de comunicación entre ambos porque sentir el cariño no solo reconforta, también puede sanar.

“No quiero que nadie pase lo que pasamos nosotros. Quiero poner en contacto a las familias con los pacientes y a los pacientes con las familias”. Esta fue la idea que pendió en la mente de Montse Sánchez-Agustino, farmacéutica y subdirectora de la cátedra de cronicidad de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), la noche en que el COVID-19 ganó la batalla a su madre, Carmen, el 5 de noviembre. Y así se la transmitió al director de la cátedra, el doctor Antonio Pose, en un email. “Es necesario que nos vean, que nos oigan –recuerda que le escribió–, porque esto contribuye a la recuperación”.

“Estoy segura de que si mi madre nos hubiese sentido cerca habría superado el COVID-19”, afirma Montse Sánchez-Agustino

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Durante los 14 días que su madre estuvo ingresada, solo pudieron ponerse en contacto en cuatro ocasiones. “Éramos conscientes de que no se nos podía poner más veces en contacto con ella porque había una gran carga asistencial y porque las enfermeras están para cuidar de la salud de los enfermos, no para hacer las llamadas. Y lo hacían con generosidad cuando podían. Fue demoledor. Mi madre tenía 92 años, pero estaba espléndida. Yo estoy segura de que si nos hubiese escuchado todos los días, nos hubiese sentido cerca, habría salido de allí. Mi madre debió sentirse desolada; engañada, porque le dije que iba a hacerse unas pruebas, y aislada sin sus hijos”, afirma.

Montse Sánchez-Agustino, ayer, entrando en una habitación COVID Foto cedida

Así nació “Higea”, un proyecto que toma el nombre de la diosa griega de la salud, que echó a andar con Sánchez-Agustino como voluntaria el pasado 24 de diciembre en el CHUS de Santiago como un regalo inesperado de Navidad para los pacientes de las tres plantas COVID de este centro.

Enmarcado en la cátedra de cronicidad, este proyecto piloto, que se prolongará mientras dure la pandemia, está dirigido a estudiantes de 4º, 5º y 6º de Medicina y 3º y 4º de Enfermería que hayan superado el COVID-19 y tiene como finalidad facilitar la conexión entre los pacientes y sus familiares de una forma segura a través de videollamadas o mensajes de voz. El proyecto ha habilitado 20 plazas de voluntarios y ya ha recibido 15 inscripciones. Los seleccionados serán formados en voluntariado y en comunicación eficaz, y además, su experiencia les permitirá conocer cómo es el trabajo en una planta de infecciosos.

“Esta experiencia les va a servir para vivir el lado humano de la medicina. Aquí no van a tener que hacer nada como médicos, solo comunicar a los pacientes con sus familias y ayudar a que se sientan mejor”, explica su artífice.

Una vez incorporados, trabajarán una semana y descansarán dos, un voluntario por planta en el caso del CHUS, aunque el proyecto no se circunscribirá a este centro sanitario, ya que el siguiente paso será implantarlo en el resto de hospitales de la red pública.

A Sánchez-Agustino no le cabe duda de que la experiencia no solo beneficiará a estos estudiantes en el futuro desempeño de sus carreras, sino que también les enriquecerá en el plano personal. Y lo dice por propia experiencia. “Yo estoy superando el duelo gracias a este programa. Salgo recargada del hospital, aunque también reconozco que veo a mi madre en muchas de las pacientes y que esto me emociona mucho”, afirma.

Equipada con un EPI, todas las tardes, visita a los pacientes de COVID para acercarles a sus familias. “Intento darles lo que le hubiese dado a mi madre”, comenta.

  • “Intento darles lo que yo le hubiese dado a mi madre”

    Montse Sánchez-Agustino - Coordinadora

El cambio en sus rostros es radical, reconoce. “La felicidad que sienten cuando ven al otro lado a sus hijos. ¡Y a sus nietos! Es maravilloso. Y para las familias también es un alivio poder ver que su padre, su madre, su abuelo sigue luchando”, asegura Sánchez-Agustino, que también de pautas a los familiares para que la comunicación sea de calidad. “Les digo que les hagan preguntas abiertas y no cerradas, y, sobre todo, que les hablen de casa, que sientan que siguen formando parte del mundo de fuera”, explica.

Anécdotas tiene un sinfín, que recoge cada dos días. Quiere plasmarlas en un libro para que no caigan en el olvido. Para ella son un ejemplo del poder de sanación que tiene el cariño.

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