Román Pereiro es un hombre del Renacimiento, un polímata, alguien que conoce y comprende, que goza de amplitud y conocimientos. La trayectoria de este vigués es de excepción, como lo son su familia, sus amistades, sus viajes, sus colecciones –“una vocación, más también el resultado de un proceso de seducción, una aventura particular, secreta, apasionante”–. Lo son sus exposiciones, comisariados, críticas, conferencias.

Es un connaisseur, un especialista del buen gusto. Todo ha nacido de su curiosidad innata desde muy joven, de su vocación por saber más, por llegar más allá sin desperdiciar el tiempo y la oportunidad, por recuperar, en todo el orbe, obras y documentos para disfrute propio y de sus conciudadanos.

Román Pereiro expone hasta el 24 de enero en la Casa Galega da Cultura del Concello de Vigo, lo hace desde la vocación primigenia de fotógrafo, la que ya en 1953, cuando estudiaba Medicina en Compostela, le llevó a ganar el Premio de Fotografía en la I Exposición de Arte Universitaria. Sus contribuciones al mundo artístico son innúmeras, pero sobresale su participación, como presidente e impulsor, en el Movemento Atlántica.

“Da miña casa”, su actual exposición, es el resultado de la capacidad de observación, para captar, lo que un instante de luz reclama: trascendencia. Román no solo tiene ojo fotográfico, aporta algo más, además de entrenamiento visual: el conocimiento técnico y la sensibilidad que allana la trasposición del momento a eternidad, a obra de arte.

Tengo nostalgia de Román y de su esposa, Malena Lepina, de instantes de tertulia deliciosa en la Galería del Casco Vello –a veces como suspendidos en la escalera de caracol, detenidos en la conversación entre peldaños–; de almuerzos en El Capitán, y de uno muy especial en su casa de Baiona, en ese lugar mágico, pleno de afabilidad, de arte –inolvidables la gran escultura de Leiro y un Antón Lamazares acartonado y verde, inmenso–; de cuadernos de cuentos, poesía y pintura; de algún debate sobre las vanguardias. Me invade una cierta melancolía, pero la memoria en este caso es un prodigioso almacén de evocaciones impagables.

A Malena la recuerdo con el inicio de un poema de José Ángel Valente, “Ahora, amiga mía/que una flor de papel preside el aire (...)”. A Román le abrazo desde estas líneas.

*Periodista