El año 2020 pasará a la historia como el año de la pandemia de COVID-19. Además del enorme impacto sanitario y económico, y del altísimo número de muertos y contagiados que deja a su paso, el SARS-CoV-2 ha cambiado la forma de vida y los usos sociales en gran parte del mundo, a la vez que genera un importante impacto cultural y emocional. A lo largo de estos doce meses científicos de todo el mundo se han volcado en investigar el coronavirus según se iba mostrando y ahora el Instituto de Salud Carlos III recoge en un informe el conocimiento adquirido. La esperada labor de las vacunas, el posible hallazgo de tratamientos y la continuación de medidas de prevención y salud pública “permitirán superar esta pandemia, que supone un nuevo aviso de la necesidad de reunir conocimientos y recursos para afrontar otras crisis científicas y sanitarias similares que puedan producirse en un futuro”.

Origen .

El origen exacto del SARS-CoV-2 no se ha podido desvelar aún, aunque si se sabe que la transmisión a las personas llegó desde un animal, quizás directamente desde un murciélago o mediante la infección de una especie intermedia como ocurre en el SARS y el MERS. El primer caso conocido se notificó el 31 de diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan y es similar a otros coronavirus ya conocidos, pero con características específicas. La enfermedad que causa es el COVID-19.

Biología y mutaciones.

En enero de 2020 comenzaron a secuenciarse los primeros genomas del SARS-CoV-2 y en España, en marzo, científicos del Centro Nacional de Microbiología del Carlos III realizaron la secuenciación completa del virus, gracias a muestras respiratorias de pacientes de diferentes áreas geográficas españolas. Al igual que todos los virus, el SARS-CoV-2 ha sufrido pequeñas mutaciones genéticas, algo habitual, si bien se sabe “que no muta en exceso”, aunque dada su diseminación pandémica es necesaria una vigilancia estrecha de sus mutaciones. Un ejemplo es la variante registrada en el Reino Unido, que se asocia a un posible aumento de la transmisión “aún no confirmado”. Y es que “por el momento no se ha determinado que las mutaciones del virus adquiridas ahora hayan aumentado su letalidad”.

Transmisión por secreciones, contacto y aerosoles.

Se reconocen distintas formas de transmisión que todavía se siguen estudiando: la principal son las secreciones de personas infectadas, principalmente por transmisión aérea, producida al hablar, toser o estornudar, por lo que el uso de mascarillas es uno de los principales métodos de contener su dispersión. La infección también se puede transmitir por contacto con objetos contaminados por estas secreciones, seguido del contacto con la mucosa de boca, nariz u ojos, por lo que la higiene de manos es otros de los métodos preventivos más recomendados. En los últimos meses se ha destacado la transmisión aérea del virus, lo que conocemos como aerosoles, tras hallarse evidencias de que las partículas del SARS-CoV-2 pueden permanecer suspendidas en el aire. De ahí la importancia de la ventilación de los espacios cerrados.

Síntomas y respuesta inmunitaria.

El nuevo coronavirus no causa los mismos síntomas en todas las personas y, de hecho, muchas no desarrollan ningún síntoma, son los denominados asintomáticos, pero que pueden transmitir la infección. Quienes desarrollan sintomatología pueden presentarla de forma múltiple y variable. Tos, dolor de garganta, fiebre, anosmia (pérdida de olfato), agusia (pérdida del gusto), dolor muscular, de cabeza, dificultad respiratoria y diarrea son algunos de los síntomas más comunes. Además de afectar las vías respiratorias, el nuevo coronavirus también tiene capacidad de infectar numerosos órganos y de generar una gran diversidad clínica de manifestaciones. La mayoría de los pacientes son leves o asintomáticos, pero en un 15 y un 20% de los casos la enfermedad se agrava y el 1% de los enfermos fallecen. Normalmente el sistema inmunitario es capaz de controlar el virus antes de que se extienda por el organismo antes de que llegue a los pulmones

Corticoides y heparina como tratamiento.

Apenas se dispone de tratamientos específicos efectivos contra el COVID-19, pese a la intensa labor de investigación y al abanico de opciones que se estudian en todo el mundo desde principios del año pasado. Los corticoides son los únicos fármacos que parecen haber demostrado cierta utilidad, al permitir reducir la mortalidad en pacientes graves, aunque su eficacia es aún objeto de investigación. También el anticoagulante heparina se utiliza para combatir problemas de coagulación, mientras su uso sigue en investigación. Otros alternativas, como el uso de antivirales o el Remdesivir, utilizado en el Ébola, no han dado resultado positivo por lo que la OMS desaconseja su uso por falta de evidencias. Lo mismo ocurre con la hidroxicloquina o el uso de plasma de pacientes ya recuperados para tratar a pacientes con infección aguda, aunque siguen en marcha varios estudios.

Vacunación en marcha.

En el campo de las vacunas el escenario es diferente. Las primeras acaban de aprobarse, tras un esfuerzo global sin precedentes para desarrollar prototipos y acelerar su puesta a punto y en diciembre ha comenzado la vacunación de los grupos considerados prioritarios. Hay muchos prototipos en desarrollo, en diferentes fases de ensayos clínicos. Diez vacunas han entrado o finalizado los ensayos en fase III, el último eslabón en el desarrollo antes de la comercialización.

Más de 1,5 millones de contagios en España, que supera los 50.000 muertos.

En España se han comunicado hasta la fecha de publicación de este documento más de 1,85 millones de casos y casi 50.000 personas fallecidas, según los casos notificados oficialmente a Sanidad por las comunidades autónomas, lo que deja una tasa de mortalidad en torno a 106 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.