El vídeo es tan salvaje que impacta incluso a dos curtidos policías que combaten desde hace años la pornografía infantil y la pederastia. La cámara capta a una niña, de solo dos años, que da saltos sobre un sofá y corre a los brazos de un hombre. Cuando la cría llega hasta él, este la obliga a hacerle una felación. Cuando los dos agentes muestran las imágenes a un chico de 17 años para que explique por qué las publicó en su cuenta de Instagram y el joven responde riendo a carcajadas, la madre y el abogado del menor, que lo acompañan mientras la policía le toma declaración, le reprenden. El chaval insiste: “Me hace gracia”.

Se trata de uno de los 45 menores, de entre 12 y 17 años, identificados por la Policía Nacional por difundir imágenes de explotación sexual infantil a través de Instagram desde 16 provincias españolas distintas. La mayoría en Barcelona (8) y Madrid (7).

“La mayoría son chicos adolescentes que recibieron los vídeos en grupos de Whatsapp de compañeros del colegio y decidieron publicarlas en sus redes sociales porque les resultaba divertido. No son conscientes de la gravedad del contenido y desde luego no creen haber cometido ningún delito”, explica la inspectora Cecilia Carrión, del Grupo 3 de Protección al Menor. Ella y el oficial David Reguero son los responsables de la operación Koda, que se ha saldado con 34 menores y seis adultos jóvenes detenidos.

Fueron representantes de Instagram quienes denunciaron hace meses a la Unidad de Ciberdelincuencia de la Policía, a través del Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados, que varios usuarios de su red social habían compartido material audiovisual de pornografía infantil especialmente duro.

Tres vídeos centraron la atención de los agentes nada más arrancar la investigación. Además de la agresión a la niña de dos años, en otra de las grabaciones, realizada en Reino Unido, se ve cómo un hombre joven, un baby sitter o cuidador de niños, viola al bebé de cinco meses que está a su cargo. En un tercer vídeo, dos niños holandeses de 10 años practican sexo oral entre ellos.

Las imágenes preocuparon a la policía española por su crudeza, pero también por la cantidad de personas que las habían compartido en redes sociales. Unos dos meses después de que el primer usuario de Instagram los hiciera circular en España, ya se habían difundido masivamente. Eran virales.

Los agentes se afanaron entonces en localizar a esos primeros internautas que iniciaron la distribución. Para su sorpresa, 45 de los 51 identificados son menores de edad, algunos ni siquiera han cumplido 14 años, por lo que no responderán penalmente por lo que han hecho. Son sobre todo adolescentes de familias estructuradas, acomodadas, en las que tanto el padre como la madre trabajan fuera de casa y los críos tienen un margen de tiempo mayor para “campar a sus anchas” en internet, explica Reguero.

“El problema es que cada vez se inician antes en el consumo de vídeos porno. A los 12 o 13 años ya están hipersexualizados y todo les parece normal, no distinguen entre contenidos ilícitos o inadecuados. Y, como si de un juego se tratara, compiten en las redes sociales con sus amigos por ver quien envía la burrada más grande”, afirma la inspectora Carrión.

Algunos acaban compartiendo imágenes de una agresión sexual infantil “como el que comparte un vídeo de su cantante favorito”, explican los policías. Varios de los jóvenes detenidos en la operación Koda ni siquiera recordaban haber compartido los vídeos que a los agentes y a algunos padres de esos menores les costará olvidar.

“Potenciales pedófilos”

Pero no todos los menores detenidos difundieron los tres vídeos de forma inconsciente. En el 15% de los casos, la policía ha detectado lo que ellos definen como “potenciales pedófilos”. «Algunos reconocen que esos vídeos les generan placer, pero se escandalizan cuando les preguntas si se consideran pedófilos.