La ciencia en general, y las matemáticas en concreto, están demostrando su importancia durante la pandemia. En ellas se apoya el divulgador Santi García Cremades para subrayar fallos que se están cometiendo o alertar de posibles peligros en un momento crítico como el actual. En ningún día de noviembre se superaron las 500 muertes ni se produjeron caídas bruscas de una jornada para otra. Estos son algunos de los datos que comparte el profesor universitario y divulgador Santi García Cremades. El matemático se apoya en las cifras para buscar una visión global que ayude a comprender la magnitud de la pandemia.

–Noviembre ha sido el tercer mes con más muertes tras abril y marzo, ¿cuáles son los factores que explican estas cifras?

–Noviembre ha sido dramático en números absolutos por un motivo claro. La curva de marzo y abril fue muy empinada. Las cifras eran duras y con el confinamiento se logró una bajada rápida. Ahora estamos en un momento meseta en el que no ha habido una curva afilada, pero se ha dispersado en el tiempo. El número elevado de fallecidos se ha mantenido y ha provocado que noviembre fuera un mes con una cifra absoluta muy alta.

–Con los números en la mano, ¿qué predicciones se pueden hacer para los próximos días?

–Estamos viendo con los datos finales de noviembre que hemos alcanzado puntos máximos en la cifra de contagios, lo que afecta a los fallecidos y la presión hospitalaria. Ahora estamos bajando más rápido de lo que se pensaba, que es lo que queremos. La situación será óptima a mitad de diciembre pero existe el riesgo de volver a fastidiarla con un nuevo repunte. El mensaje de salvar la Navidad es muy peligroso porque nos espera un invierno muy duro.

–¿Las matemáticas pueden decirnos cuando llegará la tercera ola de la pandemia?

–La limitación que tienen las matemáticas es que no podemos inventar lo que no existe, los modelos se basan en la experiencia. Las olas las provoca el movimiento humano, que es caótico. No podemos decir que es imposible de predecir pero sí muy difícil. La pelota está ahora en nuestro tejado y tememos que tener cuidado con los cambios de tendencia.

–Antes avisaba del peligro que tiene el mensaje de salvar la Navidad, ¿puede razonarlo más?

–En un pasado puente festivo algunos parámetros negativos registraron en una comunidad un aumento del 25%, cuando se encontraba en una situación ideal de bajada. Y eso que no fue una fiesta duradera, sino algo puntual. Anunciar la Navidad como una celebración medianamente normal es peligroso. Ya sabemos que nos hemos quedado sin Semana Santa ni fiestas de primavera y ahora tampoco es el momento de celebrar la Navidad.

–¿Con el calendario de vacunación se puede hacer algún tipo de predicciones?

–Es un tema complejo. Las vacunas existen desde hace 200 años y hay un plan para cada enfermedad. Ahora estamos ante una pandemia moderna, en un mundo globalizado y es muy complejo determinar un plan ideal de vacunación. Una opción sería la aleatoria, como si se lanzara un dado y se vacunara a quien le toque. Otra posibilidad es empezar por las personas más expuestas, como los sanitarios.

–¿Se está haciendo una interpretación correcta de los datos?

–Los periódicos, las televisiones y las radios abren todos los días con números de fallecidos y contagiados. Los números no dicen nada por sí solos. Hay que construir un marco, decir de dónde venimos y hacia dónde vamos. Esa es la base de la ciencia. Uno de los errores que se cometieron durante la primera ola era a la hora de hablar de la cifra de fallecidos. Había diferencias de un día a otro que, si no se citaban, servían para alarmar más que para informar correctamente.

–¿Al hablar de crecimiento exponencial también fallamos?

–Lo exponencial crece brutalmente y, si fuera así, en un mes se habría contagiado el 100% de la población. El crecimiento exponencial solo corresponde a la realidad de algunos días. Se habla mucho de ello sin ser verdad. También hemos visto que cuando se ha hablado de matemáticas no se ha transmitido bien la forma de hacer ciencia. Por eso hay tanta gente que no se cree noticias sobre la eficacia de las vacunas o la bajada de la curva. Falta trabajo didáctico sobre la ciencia.

–¿Qué diferencias hay entre la primera y la segunda ola?

–Se comparan mucho las dos olas cuando la forma de medir no ha tenido nada que ver. La única curva homogénea ha sido la de los fallecidos. Si comparamos las dos, la de la primera ola era más afilada, se alcanzaron picos máximos de 900 fallecidos en un día y en la segunda ola no se ha llegado ni de lejos. Esta segunda ola es más duradera, que es lo que queremos. No se han saturado los centros hospitalarios ni ha sido una situación tan caótica.

–¿Se han cometido más fallos en España que en otros países?

–La suavidad de la curva también es importante, ya sea de contagios, hospitalizados o fallecidos. La suavidad hace referencia a los picos hacia arriba o abajo. Es un control de la calidad de la salud pública de un país. En España ese parámetro no ha sido nada malo, podemos decir que hemos sido uno de los cinco mejores países de Europa en este sentido. Luego hay datos llamativos, como que muchos países europeos no tengan una curva suavizada o el número de recuperados en EE UU, que es increíble.

–En sus redes sociales se muestra muy crítico con la gestión política de la crisis...

–La gran vergüenza fue que cuando en agosto teníamos una ola propia en España, que no se había producido en ningún país europeo, no se tomaran medidas para delimitar el umbral con el que se tenían que aplicar restricciones locales. Estas medidas no llegaron hasta finales de octubre. Hubo dos meses sin asesoramiento matemático y las decisiones eran arbitrarias, la mayoría de ellas enfocadas a lo que estaba sucediendo en Madrid.

–Se le ve molesto...

–Me molesta que se utilice el número de fallecidos total como arma política cuando es un número abierto que nunca se sabrá al 100%. No se puede medir por los hospitales porque mucha gente ha muerto en su casa, no se han hecho autopsias a todo el mundo y las causas de los fallecimientos son complejas.