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Enseñanzas (o no) de una pandemia

El COVID-19 está exigiendo una adaptación casi continua a nuevos escenarios sociales, lo que los especialistas aseguran que podría aprovecharse para plantear algunos cambios

Gran amibiente en la Calle Príncipe de Vigo, el pasado viernes debido a la celebración del "Black Friday" Marta G. Brea

Este año será conocido como el del COVID-19, aunque la pandemia lleve otro número de coletilla. A su paso está dejando millones de muertos, desempleo, incertidumbre por el futuro y una sociedad cada vez más crispada por una nueva normalidad que puede calificarse de todo menos de normal. A estas alturas del calendario ya no se puede negar que el coronavirus nos ha robado un año de nuestras vidas si no algo más valioso. Pero por otra parte, las pandemias siempre llevan a la reflexión e invitar a sopesar qué enseñanzas pueden extraerse de ellas. Otra cosa es que se aprovechen o se desechen.

Rebajar el ritmo de vida

“La experiencia de darse cuenta de lo importante que es parar puede generar un aprendizaje interesante”

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Uno de los primeros efectos que tuvo la pandemia fue el confinamiento, una medida que se terminó adoptando en casi todos los países en mayor o menor medida y que trajo parejo el cese de la actividad social y laboral de numerosos sectores y el cierre de los centros académicos. Dejando aparte las consecuencias económicas y psicosociales, este encierro obligado tuvo también su parte positiva: supuso un paréntesis en el ritmo de vida frenético de muchas familias y un momento para plantearse las prioridades.

“La experiencia de darse cuenta de lo importante que es parar puede generar un aprendizaje interesante”, reflexiona el psicólogo vigués Daniel Novoa. Sin embargo, no cree que esta experiencia consiga enraizarse en el tiempo. “Cuando volvamos a estar en la rueda del estrés me temo que no tendremos tiempo ni de pensarlo. El ser humano es más de apagar fuegos que de contemplar, por lo menos en Occidente, y salvo algunas excepciones, no parece que vayamos hacia otro lado”, lamenta el especialista.

Teletrabajo, flexibilidad laboral y conciliación

La pandemia obligó a llevarse la oficina a casa y muchos especialistas creen que el teletrabajo ha llegado para quedarse. “En el ámbito laboral ha habido adaptaciones y cambios importantes porque ahora en muchos trabajos igual trabajas desde casa que en la oficina, con todo lo que esto conlleva. Las personas tienen que adaptarse para hacerlo bien porque a veces en casa no se tienen los hábitos adecuados para desempeñar el trabajo, ya sea en protección de riesgos laborales ergonómicos como en hábitos de trabajo”, afirma José Manuel Campal, psicólogo del trabajo.

El teletrabajo permite al empleado organizar su trabajo en función de sus necesidades y ahorra tiempo en desplazamientos, algo que tiene incuestionables ventajas para conciliar vida laboral y familiar, aunque no siempre es así. Trasladar la oficina al salón de casa también puede ser contraproducente. “El teletrabajo se está convirtiendo para mucha gente en un auténtico martirio. No todo el mundo tiene un espacio adecuado para trabajar en casa y muchas veces es más complicado conciliar estando en casa que en la oficina. En este último aspecto, además, hay una gran brecha de género porque el cuidado de los otros sigue recayendo más en las mujeres que en los hombres”, afirma Campal.

“Los gastos al final están recayendo en el trabajador, que en muchos casos también está siempre hiperconectado, lo que repercute en el estrés”

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Por otra parte, añade este psicólogo, la empresa está tomando “muy poca responsabilidad” frente al teletrabajo. “Los gastos al final están recayendo en el trabajador, que en muchos casos también está siempre hiperconectado, lo que repercute en el estrés”, advierte.

En este sentido, Daniel Novoa matiza que la falta de tiempo depende de si el trabajo está organizado de forma efectiva o no. “Que la gente viva estresada y no tenga tiempo de conciliar no es algo que pueda cambiar a su voluntad, sino más bien del planteamiento que siguen las empresas de nuestro país. Sí es cierto que el teletrabajo ha sido un experimento forzado que seguro que merece la pena implantar en algunos sectores, y quizá sea aquí donde hemos dado un salto en cuanto a estilo de vida y conciliación, y si al empresario le salen las cuentas no dudará en mantenerlo”, opina Novoa.

Mayor protección laboral e individual

Si hay un concepto que prevalece en esta “era covid” este es el de prevención. Medidas como el uso de la mascarilla, el lavado frecuente de manos y el alejamiento social forman parte ya del día a día tanto en el ámbito social y laboral como en el personal. José Manuel Campal asegura que desde un punto de vista de la prevención de riesgos laborales, la pandemia ha supuesto un importante cambio de actitud y ha modificado muchos protocolos. “Muchas empresas han adaptado sus espacios y han adoptado medidas para evitar el contagio de sus trabajadores y otras continúan apostando por el teletrabajo aunque ya no haya confinamiento, con el fin de minimizar el riesgo”, dice.

El empleo de medidas profilácticas no solo para la autoprotección, sino también para la protección de los demás está adquiriendo cada vez un mayor calado, algo que los médicos también esperan que se consolide una vez superada la pandemia. Puede que desde ahora, llevar mascarilla cuando se tiene el virus de la gripe para no contagiar a los demás sea tan natural como lo es ahora para evitar infectarse y transmitir el SARS-CoV-2.

Un breve paréntesis en las emisiones de CO2

La ralentización económica y la caída en los desplazamientos durante el periodo de confinamiento se tradujo en una significativa reducción de las emisiones de CO2. Esta disminución no hará que los casquetes polares dejen de derretirse, pero sí supuso una tregua para el planeta. Un estudio publicado el pasado mes de mayo en la revista científica “Nature Climate Change” concluía que las emisiones diarias en el mundo disminuyeron un 17% durante el pico del confinamiento, el 7 de abril, en comparación con los niveles medios diarios en 2019. En España, la caída máxima de las emisiones fue del 31,9%, mientras que en el conjunto de la Unión Europea el descenso fue del 27%. Sin embargo, esta es una enseñanza que ya se ha olvidado: la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de Naciones Unidas publicaba en septiembre un informe señalando que las concentraciones de CO2 y metano en la atmósfera volvían a registrar niveles sin precedentes y no dejaban de aumentar.

Adelantar la cena y acostarse antes

El toque de queda, que obliga a que a las once de la noche las calles queden vacías y que la hostería eche el cerrojo, supone para los expertos en nutrición una oportunidad para adelantar el horario de las cenas en España, donde el famoso eslogan de los sesenta, “Spain is different”, se cumple a rajatabla. Y que España es el país europeo donde más tarde se cena. “Somos cenadores tardíos”, afirma la nutricionista viguesa Amil López Viéitez. En realidad, España es el país donde más tarde se desayuna, se almuerza y se cena, una costumbre que no favorece al correcto funcionamiento del sistema circadiano, una especie de reloj interno, que se puede ver perjudicado por cronodisrupciones causadas por el estilo de vida, lo que puede derivar en enfermedades como diabetes, obesidad e incluso varios tipos de cánceres; afectar a la calidad del sueño, y provocar envejecimiento prematuro y alteraciones del estado de ánimo.

Según la nutricionista viguesa, lo ideal sería no retrasar la cena más allá de las 21.30 horas, para lo que habría que comenzar adelantando las horas del desayuno y la comida. “El horario italiano es el más saludable: comen a las 13.00 o 13.30 horas y cenan no más tarde de las 21.00 o 21.30 horas. Cenar tarde está relacionado con una mayor incidencia de sobrepeso, obesidad y diabetes”, insiste.

Pero para adelantar la hora de las comidas, es imprescindible que se modifiquen los horarios laborales, una de las trabas, en opinión de la nutricionista, para que España sea menos remolona a la hora de sentarse a la mesa. “La hora de la comida depende directamente del horario laboral. Mucha gente, por ejemplo, tiene jornada continua y sale a las tres o tres y media, por lo que come a las cuatro o cuatro y media. Sin embargo, la cena tardía es ya una cuestión social. Es nuestro estilo de vida. Cuando podíamos salir a cenar quedábamos a las nueve y media o diez. Si conseguimos adaptar nuestras ingestas a los ritmos circadianos, los relojes biológicos se ajustan y se frena la metilación del ADN, que es el mecanismo epigenético por el que nuestros genes expresan proteínas de mayor riesgo de enfermedad y de envejecimiento prematuro”, expone.

Vinculada al horario tardío de la cena está la hora igualmente tardía de acostarse, lo que afecta también al ritmo circadiano y que afecta a la calidad del sueño. Los especialistas en trastornos del sueño llevan años advirtiendo de estos problemas y diferentes estudios han hallado relación entre la hora de acostarse con el riesgo de desarrollar distintas enfermedades.

Prácticas de buena vecindad y comercio de proximidad

Durante el confinamiento surgieron iniciativas particulares para comprar y llevar a casa la compra y los productos de farmacia a sus vecinos, generalmente personas mayores que viven solas. Se pusieron en marcha de forma espontánea prácticas de buena vecindad en las ciudades similares a las que se mantienen en el rural. Muchas ONG también reconocen más muestras de solidaridad y algunas reconocen que este año ha sido complicado, pero que han contado con más manos que nunca para ayudar.

Este compromiso se traslada también al consumo. Muchas personas han vuelto a mirar al comercio de barrio y a los productos locales, tras meses de cierre obligado, lo que no solo supone un apoyo al pequeño comercio, sino que también evita desplazamientos.

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