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El uso generalizado y continuado de la mascarilla, clave para frenar la pandemia

Una revisión de estudios sugiere que si al menos el 70% de la población la usara en lugares públicos podría erradicarse el coronavirus

Un grupo de viandantes, con mascarilla. | // GUSTAVO SANTOS

El uso de la mascarilla ha sido objeto de acalorado debate desde el inicio de la pandemia. Incluso su obligatoriedad ha llegado hasta el Tribunal Supremo (TS), que la avaló por tratarse de una medida “necesaria y proporcionada” para proteger la salud pública ante la progresión de la pandemia del COVID-19. Una de las razones que favorecían la discrepancia eran la escasa literatura científica sobre la eficacia de esta medida profiláctica.

Ahora, un estudio que revisa todas las investigaciones publicadas hasta la fecha sobre su eficacia concluye que su uso ha desempeñado un papel fundamental en la reducción de la transmisión del SARS-CoV-2, así como en la gravedad de la enfermedad que provoca, el COVID-19, independientemente de su tipo –quirúrgicas, higiénicas, las N95 o KN95 (equivalentes a las FFP2) e incluso las de tela reutilizables confeccionadas en casa–

Es más, según Sanjay Kumar, autor del estudio, que publica la revista Physics of Fluids”, los resultados de esta revisión de estudios sugieren que el uso de mascarillas faciales eficientes, como las quirúrgicas, podría conducir a la erradicación de la pandemia si al menos el 70 % de la población las usara en lugares públicos de manera constante. Es más, incluso las mascarilla de tela menos eficientes podrían retrasar la propagación si se usan de manera constante, según esta investigación de la Universidad Nacional de Singapur.

La revisión matiza que a pesar de su eficacia, los diferentes tipos de máscaras brindan diferentes niveles de protección al usuario. Así, destaca que para atrapar eficazmente las gotículas, los filtros de la mascarilla deben contener poros microscópicos. En su grado de efectividad influye directamente el tamaño de las gotitas que se expulsan por la nariz y la boca cuando una persona habla, canta, estornuda, tose o respira. Las más grandes –entre 5 y 10 micras– son las más comunes, mientras que las de menos de 5 micras son posiblemente las más peligrosas, ya que pueden convertirse en aerosol y permanecer suspendidas en el aire durante periodos prolongados. Las quirúrgicas reducen la emisión de las primeras, aunque alerta de la posibilidad de fugas alrededor del borde de la mascarillas. Frente a las gotículas, solo las N95 son eficaces.

Los investigadores de Singapur también encontraron que las mascarillas faciales hechas de materiales poliméricos híbridos podían filtrar partículas con alta eficiencia mientras simultáneamente enfriaban la cara. Según especificann, las fibras empleadas en dichas mascarillas son transparentes a la radiación infrarroja, lo que permite que el calor se escape por debajo.

El estudio desmiente que el uso prolongado de la mascarilla produzca la acumulación de dióxido de carbono, aunque reconoce que sí tiene algunos efectos secundarios en la salud de la respiración humana, como estrés térmico, somnolencia, problemas respiratorios debido al flujo de aire fresco restringido y frecuencia cardiaca inusual. “La incomodidad que se siente con el uso de mascarillas quirúrgicas también se ha atribuido a reacciones neurológicas o fenómenos psicológicos asociados como ansiedad, claustrofobia o respuestas afectivas a la dificultad percibida para respirar”, añade.

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