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Elvis García | Profesor de Salud Pública en la Universidad de Harvard

“Habrá un estallido de casos después de las Navidades si no se hacen test masivos”

“Los gobiernos occidentales han dado una imagen penosa a la hora de lidiar con el virus”

Elvis García, profesor de Salud Pública en la Universidad de Harvard. FdV

Elvis García es profesor de Salud Pública en la prestigiosa Universidad de Harvard (EE UU), donde combina también formación en Arquitectura, Ingeniería y Ciencias Políticas. Unos intereses multidisciplinares que le han permitido abordar el problema de las epidemias a través de diferentes campos.

–¿En qué momento se encuentra la pandemia del coronavirus?

–Ahora mismo nos encontramos en el peor de los escenarios posibles, por varias razones. La primera, porque nada más que ha llegado el frío han aumentado los casos de una manera alarmante. La segunda, porque esto ya se sabía, pero no se hizo lo suficiente para contenerlo. Y ya que estoy, la tercera, porque no se ve asomar una estrategia coherente a corto plazo que ataque el problema de raíz.

–En la actualidad nos encontramos afectados por una segunda ola del virus, ¿habrá un respiro en el mes de diciembre o pasaremos a la tercera ola directamente?

–Yo, que no soy de predecir, lo único que puedo decir es que si no se toman las medidas pertinentes esta situación seguirá ocurriendo una y otra vez. No se le escapa a nadie que estamos así como consecuencia de la falta de trabajo durante el verano, cuando no se aplicaron más que un puñado de medidas pasivas, que todos advertimos que eran insuficientes. Ahora se está apagando el fuego y probablemente se reducirán los casos. Pero volverán a aumentar a no ser que se comiencen a hacer test masivos y rastreo de contactos.

–Entonces, ¿podremos disfrutar de las Navidades este año?

–En mi opinión, la incidencia del virus no puede ser lo único que determine si podemos salir de fiesta en Navidad, lo que dice si estamos preparados es el número de test que se hacen y la estrategia de rastreo de contactos. Si esto no funciona, después de Navidades habrá un estallido de casos.

–¿Hay alguna posibilidad de que lo evitemos?

–Esto será inevitable a no ser que la gente tenga más cabeza que los gobernantes. Sinceramente, yo creo que ahí estará la clave, en la gente.

–En verano el virus pareció darnos un respiro, aunque volvió con fuerza en cuanto pasó la estación, ¿cree que nos relajamos demasiado?

–Yo, más que relajación, diría que hubo negligencia. De los políticos por cortoplacistas, por no aunar estrategias y recursos y por no adoptar las medidas necesarias; de los medios por buscar titulares más que información pertinente, y de los ciudadanos, que a la mínima que la cosa mejoró volvimos a actuar como si nada hubiera pasado. Hay que decir las cosas como son, porque solo asumiendo el mea culpa se harán las cosas como se deben hacer. De aquí se sale con el esfuerzo de todos y no señalando a los demás.

–Mascarillas, reducción de aforos, toque de queda, cierres perimetrales, confinamientos domiciliarios, ¿qué más se puede hacer para contener el virus?

–La receta es tan simple que cuesta encontrar una razón que justifique el no estar haciéndolo. Lo que se debería haber hecho desde un principio es educar a la población, test rápidos y masivos, y una estrategia de rastreo de contactos a la altura de las circunstancias. No lo digo yo, solo observemos a los países asiáticos, que tienen una vida relativamente “normal”, casi sin virus.

–Estos días se habla de los porcentajes de efectividad de las vacunas que están más avanzadas, asegurando que superan el 95 por ciento de efectividad, ¿esto es tal y como dicen las farmacéuticas o tenemos que tener más cosas en cuenta?

–No tenemos por qué dudarlo. Es verdad que aún falta que los resultados estén validados por la comunidad científica y las autoridades reguladoras, pero tiene muy buena pinta. Si se confirman también la duración de la protección y la seguridad en estas dos primeras vacunas, es como si al mundo le hubiera tocado el Gordo de Navidad.

–Con las primeras vacunaciones a principios de 2021, tal y como se asegura, ¿cuándo cree que podrá llegar la ansiada normalidad?

–Deberíamos antes definir “normalidad”. Probablemente ya nada será como era. Sin entrar en discusiones filosóficas, respondiendo a la pregunta, lo más fácil será que si las previsiones se cumplen, el otoño que viene estemos muchísimo mejor que ahora.

–¿Nos podremos olvidar de las mascarillas?

–Puede que las máscaras y una nueva generación de test rápidos formen parte de nuestro botiquín. Me preocupan, sin embargo, las secuelas que nos dejarán conceptos como distanciamiento social, algo que choca con nuestra cultura, o la estigmatización a la gente que pueda contraer la enfermedad en el futuro.

–Visto lo ocurrido, ¿nos tendremos que enfrentar a otros coronavirus con el mismo empuje que este o ya estaremos prevenidos?

–Me gustaría creer que cuando llegue el próximo virus, que sin duda llegará, ya sabremos cómo actuar. Esto nos lo han mostrado los países del este asiático, donde la sociedad y la clase política han tenido una reacción ejemplar. En gran parte debido a dos décadas de epidemias similares. Dicho lo cual, visto lo mal que hemos afrontado esta segunda ola, no estoy seguro de que nosotros hayamos aprendido nada.

–¿Cree que los gobiernos han actuado bien en la gestión del virus?

–Los gobiernos occidentales, en general, no solo en España, han dado una imagen penosa a la hora de lidiar con la gestión de la epidemia del coronavirus. Ha sido lamentable ver cómo los criterios de los expertos en salud pública raras veces han primado por encima de otros factores, principalmente económicos. Algo incomprensible que nos ha llevado a la situación actual, con la economía en la UCI, que a su vez está saturada de enfermos.

–¿Qué se les escapó en la gestión de la crisis?

–Yo no digo que los políticos lo tuvieran fácil, pero en mi opinión, la falta de criterios firmes, de educación de la ciudadanía y de colaboración entre partidos ha demostrado que ni los que están en el poder ni en la oposición han estado a la altura de las circunstancias.

–¿Centrarse en el coronavirus retrasará la investigación en otras materias como el VIH o el cáncer?

–Es verdad que muchos recursos están siendo destinados ahora a la investigación del coronavirus. Eso ha podido afectar sobre todo en el corto plazo a programas de investigación en algunas áreas. Pero lo que más me preocupa es que la epidemia ha hecho también que se cancelen multitud de programas de inmunización en países en desarrollo. Tenemos centenares de miles de niños que no están siendo vacunados de sarampión, difteria, tétanos... lo que podría acarrear consecuencias dramáticas en el medio plazo.

“Este es un sistema más meritocrático que el español”

–¿Cómo llegó hasta la Universidad de Harvard?

–Quería estudiar en un entorno multidisciplinar que me diera flexibilidad absoluta para perseguir mis intereses, buscar estimulación intelectual compartiendo aula con estudiantes afines y tener acceso a unos profesores y unos recursos a años luz de lo que teníamos en España.

–¿Y fue difícil acceder a esta institución?

–Yo entré aplicándome, como todo el mundo. En serio, es menos difícil de lo que nos imaginamos. De hecho, yo fui el presidente de la asociación de estudiantes españoles de Harvard durante varios años y siempre hemos echado una mano a aquellos que tenían dudas sobre si “era posible” entrar.

–¿Hay mucha diferencia en cuanto a la investigación con respecto a lo que ocurre en España?

–Ojo con esto, porque tendemos a comparar churras con merinas. Harvard es una universidad privada, así que hay que tener cuidado. Dicho lo cual, y aun corriendo el riesgo de simplificar demasiado, la mayor diferencia que yo le veo es la integración del sector privado con la academia. Esto hace aflorar un sinfín de oportunidades. Otra gran diferencia, y puedo estar equivocado, es que me da la impresión de que este es un sistema más meritocrático que el español.

–¿Le gustaría regresar?

–A quién no.

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