“Sedaron y asfixiaron a su hija de 12 años entre los dos, en un plan conjunto para acabar con su vida”, así resumía lo ocurrido la sentencia por el ‘Caso Asunta’, que condenó a 18 años de prisión –como pedía la Fiscalía– a Rosario Porto y a Alfonso Basterra “por un delito de asesinato, con la agravante de parentesco”. El juez consideró probado que los acusados, “de común acuerdo”, suministraron repetidamente a su hija, desde al menos tres meses antes de su fallecimiento –como demuestran las pruebas toxicológicas– un medicamento que contenía lorazepam. La sedaban y el día 21 de septiembre de 2013, fecha del crimen, le administraron una elevada cantidad de ansiolíticos, en grado tóxico, para después asfixiarla, entre ambos, en el chalé familiar de Montouto en Teo.

Pero pese a que se considera probado el “plan acordado” a tenor de los datos recabados durante el juicio y que permiten llegar “a la certeza” de la implicación de ambos padres, todavía se desconoce por qué lo hicieron, ya que ambos negaron su participación y lo atribuyeron a una tercera persona. Todo apunta a que Asunta les molestaba ante la nueva vida que iniciaban ambos por separado, pero ¿la mataron por eso?

Está probado que le daban Orfidal y que Alfonso Basterra retiró, al menos en tres ocasiones, entre julio y septiembre de 2013, este fármaco en la misma botica de Santiago. Aquel 21 de septiembre, entre las 18.33 y las 20.00 horas, los padres asfixiaron a la niña en la casa de Montouto por medio de la compresión que le aplicaron sobre la boca y la nariz y en un momento próximo a la muerte la ataron por los brazos y los tobillos por medio de unas cuerdas plásticas de color naranja y la trasladaron a la cuneta donde apareció el cadáver.

La pequeña no pudo defenderse porque estaba bajo los efectos del medicamento, lo que provoca que se entienda que existió alevosía. El fallo sostiene que Asunta y sus padres comieron y permanecieron en casa de Basterra hasta las 17.21 horas y los informes forenses sitúan su muerte entre tres y cuatro horas después de la comida, dado el proceso de digestión. “Lo que ponen de manifiesto dichos informes es que la ingesta de la comida y la del medicamento se produjeron simultáneamente o, al menos, en un intervalo de tiempo muy cercano”, describe el fallo.

La muerte, según las pruebas, tuvo que producirse antes de las ocho de la tarde, como indicaba la autopsia. “Todos los datos evidencian que el lorazepam se le suministró a Asunta al mediodía, antes de que saliera de casa de su padre”. Precisamente la ingesta previa de lorazepan tumba la posibilidad de una tercera persona: “Es ilógico que alguien drogue tres meses a una niña a la vista de sus padres y con la misma sustancia que el día que la mataron”.

A la tumba se lleva la verdad sobre el encapuchado que días antes entró en su casa para matar a Asunta –asalto que no denunció pero que admitió cuando la pequeña se lo contó a la madre de un amiga–, los “extraños juegos” de Basterra a los que aludió en el calabozo y sus contradicciones sobre lo que hizo la pequeña la tarde de su muerte. ¿La culpa la llevó al suicidio?