“Atlas” (Editorial Galaxia) es el primer poemario que publica la ourensana Alba Cid, amén de poemas aparecidos en revistas o la antología “No seu despregar” (Apiario). El libro, una miniencliclopedia de conocimiento encriptado, le ha valido el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández. En esta entrevista, desarrollada en gallego, Cid habla de su poemario.
–Nada más recibir el libro en las manos, lo primero que impacta es el uso de una fotografía para la portada. No es habitual en poesía.
–Es una imagen que se cruzó conmigo en el último año cuando el libro ya tenía una forma. Se cruzó en la página de National Geographic porque el fotógrafo, Matthieu Paley, había ido varias veces a esa zona del norte de Pakistán. La imagen de estas chicas jugando al voleibol me emocionó, no tanto por el exotismo, como por la naturalidad del juego. Había una complicidad evidente. Hay algo de asombroso en la imagen. No se llega a ver en la portada el balón, que sí se ve en la foto original. Esta imagen cuadra con mi manera de escribir, de abordar este “Atlas”.
–Otro punto es la presencia de ilustraciones e incluso de fotos tomadas por usted.
–Muchos de estos poemas nacieron con la imagen formando parte de ellos, como el poema “Envorcadura do mundo” que muestra una postal de las casa barca. Para mí, la introducción directa de la imagen permite que la voz abandone el lugar central, que se libere de cierta ansiedad de querer describirlo todo.
–¿Qué busca en el lector: emoción artística o sentimiento?
–Es complejo responder a esto. Yo era consciente cuando escribía este libro que estaba haciendo lo que quería. Fui enormemente libre, por eso, me emociona el Premio. Cuando leo poesía, lo que valoro es estar delante de una mente distinta o de tener acceso a una mente distinta. Es un señal de poetas que más he leído como Ashbery o Carson. Tuve la sensación después de publicar este poemario que sé que es peculiar, demorado y muy personal que cuando invitas a la gente a jugar, juega. En este “Atlas”, hay cosas con las que podemos jugar, cosas con las que no... Todo eso tiene algo de mágico. No sé muy bien lo que buscaba, pero para mí es importante la libertad y el juego.
–Pero, ¿por qué escribe poesía?
–Empecé a leer mucho de niña, escribí desde muy pequeña relato y poesía. Se fue perpetuando. Hay un algo de narratividad en los poemas; pero la poesía da algo que no da absolutamente ninguna otra forma de expresión.
–En el inicio del libro,cita a Marianne Moore. Al igual que ella, ¿busca reescribir las reglas de la forma literaria o está ya todo escrito?
–Yo supongo que todas las personas que escribimos, de alguna manera lo hacemos, estamos tensionando lo que conocemos, buscando el límite del lenguaje o el límite entre lenguajes. En “Atlas” no solo la palabra importa. Muchos poemas no existirían si yo antes no me cruzase con un mapa que capturó mi atención o si no supiese de una práctica tan peculiar como la pintura en tela de araña (poema “Da pintura en tea de araña”).Supongo que llegar a nuevos lugares es algo que hacemos todos.
–También realiza mucho trabajo en fotografía en su Instagram @ollobasilisco o en el Gabinete de Curiosidades. ¿Qué le fascina de esta arte?
–Siempre lo he entendido como un trabajo amateur, de aficionada. Es algo generacional porque mi generación fue la primera que tuvo cámaras digitales en la adolescencia. Esa explosión de la imagen te marca. Diría que tardé tiempo en comprender el por qué; pero tengo la sensación de que fotografiar me permite ver cosas que de lo contrario no vería. Un trabajo como el de la fotografía te permite otra intimidad, otra proximidad, sean objetos o personas, eso es lo que me fascina; permitir ver.
–En un momento del poemario habla de los procesos de oxidación y de cómo sentencian. ¿Le preocupa el paso del tiempo?
–Humm. Aunque no esté anunciado de forma explícita, el paso del tiempo o las contradicciones del tiempo son un hilo constante a lo largo de todos los poemas. Si lo son es precisamente porque la historia de la que vale la pena apropiarse es siempre contradictoria. Me parece interesante ejercer nuestro derecho a mezclar realidad y leyenda y ficción. Tengo la sospecha de que está desapareciendo un mundo con el que nos identificamos mucho. Es un mundo con peso y olor. Tengo la sensación de que estoy sosteniendo cosas que están a punto de desaparecer o desaparecieron.
–Al final del libro cita a Le Comité Invisible. ¿Le fascina no saber quiénes son, su guiño a la anarquía o su ideología? En “La insurrección que viene” hablan de “presente sin salida”.
–Lo que más me atrajo de ellos es la mirada que depositan sobre la historia y las complicidades de la historia y el presente. Es una mirada enormemente lúcida. Es lo que me atrae de ellos. La cita que aparece al final del libro vuelve “A nuestros amigos”. Me encanta la idea de pedir una disculpa porque eres consciente de que pudiste expresar todo lo que acabas de decir de otra manera sin tantas referencias, etimologías, citas... pero en ese momento era necesario. “Atlas” tiene un punto irónico.Pero del Comité también me llamó la atención su significación superapocalíptica, su manera lúcida de ver el presente y de saber leer la historia.
–¿Pero usted cree que este presente no tiene salida?
–(Suspira) No sé, me cuesta hacer una prospección. Lo que sí tengo claro es que de unos meses a esta parde, el mundo que conocemos no tiene nada que ver con el mundo que conocíamos. Hay un mundo desapareciendo y con el que nos identificábamos mucho. Cosas que podíamos tocar o sentir y que ahora están vedadas en nuestro día a día. Es algo que me preocupa. Hacer una previsión más allá me parece complicado.
–Fue lectora de gallego en la Universidad de Oxford.¿Cuál es la recepción del este idioma allí?
–Tuve una sensación muy buena. Lo más importante del trabajo de un lector no es solo ofrecer clases de lengua y literatura o de guía de la cultura gallega. Un rompecabezas fundamental, una meta, es buscar colaboraciones con ciclos en funcionamiento allí . El pasado noviembre, Erin Moure y Chus Pato fueron invitadas a una residencia de producción en The Queen´s College que es donde está el lectorado. Además de llegar al alumnado, los centros de gallego tendrían que crear conexiones con otros departamentos o ciclos que funcionan.