Aerosoles sí o aerosoles no? ¿Qué tienen que ver estas diminutas partículas en suspensión con la expansión del covid-19? Y, sobre todo, ¿por qué no se habla de otra cosa en estos días? El debate sobre los aerosoles, efectivamente, se ha disparado durante la segunda ola de la pandemia. Y no solo porque es una discusión que trae de cabeza a los expertos (que también), sino por las implicaciones que podría tener para el día a día de la nueva normalidad.

A bote pronto, saber si el virus se queda flotando en el aire, durante cuánto tiempo y con qué capacidad infecciosa puede condicionar muchas de las medidas que actualmente se aplican para frenar los contagios.

La respuesta a todas estas cuestiones es que, por ahora, todavía no hay conclusiones tajantes. Porque, aunque estos meses hayan parecido una eternidad, el SARS-CoV-2 tan solo se conoce hace un puñado de meses. No hace mucho se preguntó a los virólogos españoles Margarita del Val, Sonia Zúñiga y Pepe Alcamí "cuánto sabemos a día de hoy de este virus" y su respuesta fue un descorazonador aunque realista 3 sobre 10. Con esta reflexión en mente, quizás se entiende mejor por qué hace unos días Fernando Simón salió diciendo que no tenemos evidencia sólida de que haya habido transmisión probada por aerosoles en medios sociales normales.

Y es que, efectivamente, hasta la fecha no hay estudios concluyentes sobre esta cuestión. Algunos trabajos sugieren que en entornos como los hospitales, el virus se mantiene en el aire a hasta cinco metros del paciente infectado. Pero estas conclusiones difícilmente se pueden extrapolar a espacios cerrados como restaurantes, oficinas o escuelas.

En la práctica, las implicaciones de este debate están claras. Si se demuestra que el virus se puede quedar flotando en el ambiente durante largos periodos de tiempo (y que ahí podría generar nuevas infecciones), probablemente se tendrán que tomar medidas adicionales para, por ejemplo, mejorar la ventilación de los espacios cerrados. O fomentar todavía más el uso de mascarillas y distancia de seguridad. O trasladar las actividades a espacios exteriores. Si por el contrario se desmiente la implicación de los aerosoles como medio de transmisión, posiblemente haya medidas de control que se reenfoquen.

Todas estas preguntas, todavía abiertas, convierten a las microgotas en suspensión en las protagonistas de uno de los debates trascendentales de estos extraños tiempos.