El escritor Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971), referente nacional en el género de la novela negra y distinguido con los prestigiosos premios Dashiell Hammett o Novela Negra Ciudad de Getafe, entre otros, regresa a las librerías con Un tío con una bolsa en la cabeza (Siruela, 2020), una novela claustrofóbica donde el autor deconstruye los códigos narrativos convencionales para enhebrar un monólogo en la mente de un alcalde corrupto, Gabriel Sánchez Santana que es atracado en su propia casa y que, con la cabeza metida en una bolsa de basura, reconstruye su recorrido vital antes de la asfixia.

-Un tío con una bolsa en la cabeza

-Yo estaba buscando el pretexto para ahondar en los delincuentes de cuello blanco que aparecen en muchas de mis novelas, que son los que generan esa violencia económica estructural que, luego, cataliza los conflictos explícitamente violentos de mis pequeños personajes. Y buscaba esa excusa porque hasta ahora no me había acercado a ese personaje en profundidad, sino que siempre había cumplido un rol antagónico que, en cierta manera, lo instrumentalizaba. Al final, el argumento surgió cuando di con una noticia de sucesos sobre una concejala en un municipio tinerfeño que fue atracada de ese modo, maniatada y con una bolsa de basura en la cabeza para no reconocer a sus atracadores. La cuestión era cuánto tiempo de ficción me proporcionaba eso, así que comprobé con distintas bolsas cuánto tiempo tardaría en asfixiarse una persona con una bolsa en la cabeza. Y la opción de la bolsa de basura, como dice, me servía como objeto mágico metafórico en la novela, porque es esa bolsa que perfumamos para que no se note que lleva basura, pero que lleva basura, pero también me proporcionaba más tiempo de ficción, porque es más grande y cabe más aire. En concreto: 17 minutos.

- ¿Pero hizo la prueba?

-Bueno, hube de hacer un trabajo de campo y cronometrarlo (risas), lo cual es una anécdota, pero sí me sirvió para saber que disponía de 17 minutos para contar toda la vida de una persona y, de paso, 40 años de corrupción en este país. Por tanto, tuve que trabajar con el tiempo psicológico y así fue como se me ocurrió escribir toda la novela como un monólogo interior, porque era la única manera de que funcionara. Esta es una técnica que me gusta muchísimo, que han utilizado autores que adoro y que nunca había tenido la excusa para poder utilizar más allá de pasajes puntuales en otras novelas. Y cuando forma y fondo se ponen de acuerdo, ya no concibes contarlo de otra manera.

- Esta técnica narrativa no solo une al narrador, víctima e investigador en una misma voz, sino que combina temporalidades distintas sin perder el ritmo y dosificación del suspense. ¿Diría que ha sido su mayor reto literario?

-Sí, porque, además, en este monólogo aparecen muchísimos personajes, circunstancias y sucesos, así que era un reto abarcar todo eso con una sola voz, pero también es un reto que han hecho los maestros, así que lo podemos hacer los alumnos. En ese sentido, fue un ejercicio de estilo que me atrapó por completo, porque fue una de esas ocasiones en que escribes una novela con las tripas. En mi caso no suele ocurrir, porque yo soy muy metódico cuando trabajo pero, en este caso, me embebí en el proceso de escritura, me dejé llevar y quemé las naves.

- ¿Pero no fue un trabajo de orfebrería limitarse al interior de una bolsa y 17 minutos para narrar la vida de un individuo y la trayectoria de un país entero?

-Es que a mí me gusta ponerme una serie de límites en la escritura porque pienso que, cuantas más normas te pones en este campo, más libre eres. Al narrar esta historia desde la cabeza del personaje, eres esclavo de sus ideas, su léxico, su manera de pensar e incluso su propia noción de autoidentidad. Pero otro de los límites era la forma: por ejemplo, esta novela no podía tener puntos y aparte, y de hecho, en una primera escritura, la novela era un solo párrafo. Luego, entendí que ya era lo bastante claustrofóbica y la dividí en capítulos, que es una de las pocas concesiones que hice, pero es que la novela intenta captar el pensamiento haciéndose, y el pensamiento no cesa nunca. Pero fue una labor de orfebrería, sobre todo porque la historia combina muchas facetas: la biografía personal del protagonista, todo lo que ha ganado y lo que ha perdido; la vida en el pueblo de San Expósito; y el recorrido de nuestra democracia, que explica por qué sigue enquistado el problema de esta corrupción estructural que nos acosa, que sigue dentro de una bolsa perfumada y por eso, a veces, parece que no lo vemos, pero está.

- A medida que disecciona la vida de Gabrielo en "la autopista de su memoria", ¿llega a sentir compasión por este personaje?

-Es que esta novela surge de la compasión, que creo que es la única virtud que nos queda, en el sentido de sentir con el otro. La novela nace de esa pregunta: ¿qué es lo que hace que una persona acabe convirtiéndose en alguien así? Lo más probable es que, en principio, sea la ambición, que además viene empujada por una cierta concepción del mundo que te rodea y que te lleva a ir siempre a más, porque así funciona el sistema en el que vivimos. Este tipo de personajes entiende que para ir a más tienes que relajar tu moral, tener un sistema de valores muy laxo y, cuando comienzas a beneficiarte de eso, la ambición lo devora todo. Luego tenemos muchos casos en que se dan cuenta de que se han quedado muy solos, como este personaje, porque su entorno se basa en un sistema de intereses en torno al poder que atesoran. Pero ojo, también hay otra pregunta que late en la novela: ¿tú no podrías llegar a ser, en un momento dado, alguien así?