Manuel Sánchez Angulo, profesor de Microbiología en la Universidad Miguel Hernández y miembrodel grupo de difusión de la Sociedad Española de Microbiología, reclama prudencia a los ciudadanos ante la segunda ola de la pandemia, pero es optimista y confía que a mediados de 2020 haya una vacuna contra el Covid-19.

- ¿Cuál es la radiografía actual del estado de la pandemia?

-Atendiendo a la epidemiología básica, estamos en la segunda oleada. Nos encontramos ante una enfermedad nueva que, oficialmente, existe desde el pasado 31 de diciembre. Este mes de octubre vamos a alcanzar un nuevo pico y, si hacemos bien las cosas, llegaremos antes a él y conseguiremos empezar a bajar más pronto. Depende de cómo lo hagamos entre todos. Si se hacen las cosas bien puede que no haya más oleadas. Las mascarillas y las medidas de prevención son importantes pero también lo es que no nos aglomeremos en bodas, bautizos, comuniones ni botellones. También es importante que los políticos piensen más en las personas que en los votos.

- ¿Le sorprende la evolución de la emergencia sanitaria?

-Hubo gente que vio venir la pandemia y otros, no tanto. Recuerdo una entrevista que me hicieron el día que cerraron el Mobile Congress de Barcelona en la que dije que me parecía correcto. Podíamos pensar que era una exageración pero los datos iban al alza y había que evitar las aglomeraciones. Mucha gente ya lo vio en febrero, teníamos el ejemplo de Italia y no hicimos caso. Luego se nos vino encima porque hay cosas que se han hecho mal en este país.

- ¿Nos desinfectamos bien?

-Lavarse las manos hace mucho más por evitar el contagio que lo que pensamos. Las medidas de distanciarnos, las mascarillas y huir de las aglomeraciones está bien. Además, hay que recordar lo que nos decían nuestras madres y abuelas, es más importante que nos lavemos las manos que estar todo el día abusando del gel. Al virus le sienta muy mal el jabón, lo destruye. Es muy sencillo de eliminar así. El problema es que el coronavirus se dispersa muy rápido y hay gente que se contagia, no muestra síntomas y puede pasárselo al resto. Si es un niño o un joven, no le ocurrirá nada aparentemente, salvo que sea el uno entre mil que marca la probabilidad y, en ese caso, lo pasará muy mal.

- Puertas, móviles, ordenadores, tocarse la cara... ¿A cuántos peligros estamos expuestos?

-Lo bueno que tenemos es que el sistema inmune es maravilloso, funciona fenomenal. Ha evolucionado muy bien y a la mayor parte de la población no le pasa nada con el virus. El problema es que estamos expuestos a muchos patógenos. Pese a que el sistema inmune los mantiene a raya, el coronavirus es capaz de saltárselo. Las mascarillas también ayudan a evitar que nos toquemos tanto la cara. Hay acciones que hacemos de forma inconsciente, como morder un bolígrafo, rascarnos el pelo o tocarnos la nariz, que pueden suponer un peligro para nosotros.

- ¿Qué lecciones sacaremos de esta experiencia traumática?

-La principal es que hay que invertir más en ciencia. Incluso los países que la apoyan han metido la pata. El primer brote epidémico de un coronavirus fue en 2003 y ahí ya se empezó a ver su peligro. Artículos de hace años advertían de que iba a venir una gran epidemia. Si hubiéramos estado preparados, no se habría dado. La vigilancia epidemiológica requiere dinero. En Estados Unidos se han recortado recursos; en China, también? En nuestro país hay gente haciendo vacunas pero los que están en fase 3 no son equipos españoles. Aquí, lo que haremos, será poner voluntarios para los ensayos.

- ¿Cree que la gestión de los test ha sido la adecuada?

-Con los test ha habido demasiado lío. La PCR es la que se ha hecho más famosa. El virus es como un bombón y lleva en su interior el libro de instrucciones. El recubrimiento son las proteínas que lo protegen. La PCR nos dice si tenemos el libro de instrucciones dentro, por lo que se da por hecho que la persona está contagiada. Luego están los test de anticuerpos, que detectan las armas que utiliza el cuerpo para machacar al virus. El sistema defensivo cada vez es más sofisticado, empieza atacando con una maza y lo acaba haciendo con una pistola. El test de anticuerpos nos dice si hemos estado expuestos pero eso no quiere decir que no estemos infectados en ese momento y podamos contagiar. El último test, el de antígenos, detecta una parte de la cubierta del virus y puede determinar si somos foco de contagio. Lo bueno que tiene es que es rápido y barato, para eso sirve la ciencia.

- ¿Es optimista con los avances que llegan de la vacuna?

-En eso sí que soy optimista y creo que tendremos una vacuna para mediados del año que viene. No será la mejor aunque funcionará. Soy optimista porque los veterinarios ya tienen experiencia con los coronavirus. Ya han lidiado con estas situaciones en gatos y perros. Por eso está siendo tan rápido el desarrollo de la vacuna. Con el tiempo llegará otra mejor. No hay que olvidar que una vacuna es un medicamento que necesita un ensayo clínico que demuestre que es segura y eficaz. Como hay prisa, se están solapando las fases. La población nos está exigiendo que vayamos a toda velocidad, como pasó con el sida.