La pornografía erotiza la violencia contra la mujer, prioriza el placer y el poder de los hombres frente a la "insignificancia" de las mujeres con un discurso de subordinación que convierte al porno en una "propuesta de destrucción de lo femenino", denuncia la socióloga y académica Rosa Cobo.

"La pornografía erotiza la violencia contra las mujeres hasta límites inimaginables. (...) Hay un endurecimiento progresivo del contenido y aumentado de forma exponencial las representaciones de violencia contra las mujeres. En estas representaciones se puede identificar con una claridad extraordinaria un discurso de odio contra las mujeres", explica.

En el ensayo "Pornografía. El placer del poder", la profesora de la Universidad de La Coruña analiza el "significado político" del porno y defiende la hipótesis de que no se trata de una "fuente de autosatisfacción sexual y una parte inocua de la industria del ocio", sino que "crea un espacio simbólico poderoso que contribuye a legitimar la violencia sexual y el discurso de odio contra las mujeres".

La desigualdad entre hombres y mujeres está en los cimientos de la pornografía: muestra un relato de omnipotencia masculina en el que el deseo del hombre no tiene límite, a la vez que el único atributo de la mujer es su capacidad sexual, subordinada al placer del varón".

Crea "realidad"

"Los hombres son definidos como seres activos, agresivos y violentos. Las mujeres, como seres pasivos, inferiores y receptores de la violencia masculina. La pornografía está dirigida a convertir a las mujeres en servidoras sexuales", critica la investigadora universitaria.

En ella, las mujeres no son definidas como seres racionales, sino como seres sexuales que están mucho más próximos a la naturaleza que a la cultura: "Son definidas como hembras más que como humanas". Y no sólo es ficción, "crea realidad" y sirve de "discurso disciplinador" que trata de inculcar a mujeres y hombres "cómo deben ser": ellos, poderosos; ellas, hipersexualizadas.