La cuarta edición del Foro de Educación de FARO levantó ayer su "telón" para la orientadora educativa y pedagoga Mariví Fernández quién habló de la necesidad del "Acompañamiento socioemocional a la comunidad educativa en tiempos de crisis" . Reconoció que en nuestra sociedad "hay poca tolerancia hacia la adversidad. (...) Antes parecía que en la vida no teníamos por que sufrir. La vida no es la certeza. ¡Qué engañados estábamos antes!".

"El coronavirus, en principio, ha sido un cambio negativo que puede ser positivo; ha sido un cambio brusco en diferentes ámbitos (...) que ha tambaleado nuestra organización psíquica y social", añadió.

Hay tres retos en la crisis. Por un lado, hay que reflexionar qué es la educación en relación al proceso de aprender. Segundo, cómo ejercemos nuestra autoridad (como profesores) y tercero, dotar de importancia al trabajo fuera de las escuelas. es decir, a lo que se hace en los hogares.

"Hay pequeñitas grietas y contradicciones del sistema que podemos resolver". Su propuesta es "aprovechar esta catástrofe", la pandemia, para hacer "evaluación". La resolución de las grietas pasaría por sentarse a hablar, a reflexionar entre todos.

En su discurso, prestó especial atención al tiempo. "Antes, la capacidad de espera estaba anulada", opinó. Y esa relación con el tiempo fue la que llevó a familias, administración y centros educativos a tirar hacia adelante sin reflexionar en el momento y las necesidades reales del alumano.

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Presente y futuro de la enseñanza se encuentran en el IV Foro de Educación

"No nos paramos a pensar cómo hacerlo, qué hacer. Nos pusimos rápidamente a teletrabajar, a enviar fichas y no nos paramos a pensar en hablar con los compañeros sobre cómo hacerlo ni con la administración que empezó a fiscalizar para saber qué se estaba realizando. Nos pusimos a funcionar como antes, en hiperactividad; y nos agotamos", relató.

A su juicio, lo ideal hubiera sido dedicar un tiempo al instante de mirar, es decir observar qué estaba ocurriendo; para después comprender. Esto segundo consistiría en valorar las opciones y tomar decisiones ante lo que ocurría. El tercer paso consistiría en acometer lo valorado como más óptimo.

Sin embargo, lo que se hizo fue "comerse" el tiempo de comprensión, por lo que no se llegó a actuar. "Esto fue lo que nos pasó a los profesores en el tiempo de espera", reconoció.

A su juicio, surgen tres grandes retos en estos momentos. Primero, habría que acompasar el tiempo de la administración con el de los colegios. Segundo, introducir el tiempo de comprender creando espacios para el diálogo y debate del profesorado más allá de los claustros. En estas áreas temporales acotadas, importaría más hablar sobre cómo se siente cada uno, qué se aprendió de los últimos meses, cuáles fueron los aciertos y qué no funcionó.

Como tercer punto, habría que conseguir que la administración registrase esos tiempos y espacios. "No puede ser que una tutora tenga 15 minutos para atender a unos padres, señaló como crítica al tiempo enconsertado para esta actividad.

Para Fernández, habría que "cambiar los tiempos en la vida social y educativa (...) La espera es la gran consejera".