Es una de las figuras más respetadas y populares del arte contemporáneo en España, pero apabulla por la serenidad y sencillez de su trato y su discurso. "No he pintado a nadie que no me gustara".

-Se le ve contento con esta exposición, incluso emocionado.

-El arte sin emoción no es nada. Si no encuentro emoción, cojo mis cuadros y los quemo. Lo que pasa que no es un producto que diga "mira, voy a echar emoción". La emoción no se puede medir.

-¿Qué ha hecho la pintura por usted?

-Me ha ayudado mucho. Yo era un chiquillo de Tomelloso totalmente ignorante. Cuando fui a Madrid, en la facultad encontré todo lo que me ha enseñado la vida. Tenía mucho instinto para acercarme a la gente que podía mejorarme.

-Como Mari, su mujer.

-Por ejemplo. Tuve amistad con personas que sabían mucho.

-Durante unos meses las ciudades han sido como las de sus cuadros: Inmensas y vacías.

-No relaciono todo esto con una cosa circunstancial. Ahora te enteras de todo, pero cuando en Grecia en el siglo V se hacía el Partenón, vete a saber lo que pasaba en Iberia. La vida del hombre ha sido muy accidental, unas veces por su culpa y otra porque se ha acercado a algo peligroso. Hemos sobrevivido a tantas cosas porque hay hombres muy inteligentes. Y hay otra gente que es muy torpe y nos mete en líos.

-Sus personajes tienen la mirada serena, esa que no se suele ver por la televisión o las redes sociales.

-Yo lo de las redes sociales no lo conozco. Y la tele ya tampoco. Meter la imagen en casa, en color, hablando, me parece muy invasiva. Madrid es tan agobiante que si no tratas de aislarte un poco acabas agotado.

-Se aísla en Tomelloso pero cada noche vuelve a Madrid. ¿Por qué?

-Porque es mi sitio. Pero también estoy muy enamorado de Tomelloso. Y siento mucho interés por seguir pintando allí, pero cada vez me resulta más difícil. Yo no sé conducir, Mari ya no está y ya veremos cómo lo puedo hacer.

-Después de haberlo dibujado y esculpido con tanto detalle, ¿entiende al ser humano?

-No, pero me gusta como es, aunque unos más que otros. La vida me gusta.

-¿Alguna vez ha pintado a alguien que no le guste?

-Creo que no, he podido elegir. Desde los impresionistas, los artistas trabajamos libres. Zurbarán o Miguel Ángel no tuvieron esa libertad.

-¿La pintura es un buen lugar al que agarrarse?

-Sí, la pintura es algo inevitable. Pintar es instintivo como el baile, como la palabra escrita o hablada. Cosas que el hombre necesita hacerlas para unas personas que necesitan comunicarse.