Mariví Fernández expresó que "quizás el coronavirus nos está avisando de que tenemos que construir otra escuela".

También defendió que se deben "construir y fortalecer las redes comunicativas entre profesores y alumnos y con los alumnos, además con la administración educativa y otras" instituciones.

Reconoció que además de este reto, ahora mismo, hay otros como "intentar resolver la encrucijada familia-escuela. Llevamos años que nos llevan cuestionando y nosotros a las familias".

Por ello, abogó por trabajar en las "discrepancias" para dejar atrás la "falta de confianza" para seguir la senda de la "colaboración".

No obstante, aclaró que sin que las familias "delimiten" el papel del profesorado. Para ilustrarlo, comparó esta profesión con la de un médico que va a realizar una operación. Al cirujano, ni el paciente ni la familia le discuten qué bisturí elegir para los cortes.

Otro reto pasaría por la intervención socio-comunitaria. Aquí, la asignatura pendiente sería "generar bienestar" sin seguir el criterio de la sonrisa perfecta. "No se trata de decir que todo es felicidad", advirtió; ni decirle a un niño que no llore, que esté tranquilo, que le compramos otro juguete. "Tenemos que decirle que sí, que llore, para que tenga capacidad para responder al estrés de la vida". En este punto, conectó su discurso con el cuidado de la salud mental para desarrollar la capacidad de cultivar la autoestima siempre dela mano de la capacidad de "ser autónomo".