El profesor José Antonio Femández Bravo (del Centro Pedagógico Fernández Bravo) se sumó ayer a la nómina de expertos que participó en el Foro de Eduación de FARO DE VIGO En el arranque de su charla, "Enseñar desde el cerebro del que aprende", aprovechó para agradecer al diario decano el reto de organizar estas jornadas. Si hay una frase destacada por encima de todas en su repertorio esta es:"Hay que distinguir el deseo del que enseña de la necesidad del que aprende".

Con esta aseveración que repitió casi como mantra en su coloquio, explicaba que "por encima de la clase que se prepara está la persona" a quien va dirigida y que por el mero hecho de trabajar con proyectos los resultados en el alumnado no van a ser mejores.

Su periplo expositivo se hilvanó realizando varias paradas en palabras clave como escuchar, ofrecer o compartir. Sobre la primera, dijo que "es la palabra más grande", aunque su significado profundo entraña más raíces de las que, en principio, se pueden pensar.

"Escuchar, explicó, es preguntar por qué dicen lo que dicen o hacen lo que hacen", lo que ayuda a entender las respuestas de los escolares. Por ello, propuso a las profesoras y profesores (la práctica totalidad de la audiencia) ser grandes comunicadores" dando la importancia a "cómo se dice" algo.

Pero, ante todo, planteó que a la hora de dar clase, los docentes intenten pensar, comunicar y enseñar "desde el cerebro del que aprende". Sin embargo, reconoció que en la gran mayoría de los casos, se educa desde el cerembro del que enseña. "Faltan escuelas de niños y sobran escuelas de profesores", señaló.

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Esclarecedora e impactante fue su aseveración de que "ningún niño lo quiere hacer mal intencionadamente y tampoco conozco a buenos profesores que preparen algo con la intención de hacerlo mal".

En este sentido, situó como muy importante establecer un "diálogo" con el alumnado para "discutir ideas" y "provocar alternativas".

De esta manera, ante una disyuntiva, un problema o un ejercicio, se respetarían las respuestas dadas a las preguntas de los contenidos o evaluaciones porque si estamos en un aula con 20 niños escuchándonos "habrá 20 interpretaciones diferentes" de lo que decimos.

Los riesgos

Alertó del riesgo de reducir las posibilidades de respuesta: "Si solo quedase una interpretación, la escuela quedaría mermada". Esto lo demostró con ejemplos de fichas y ejercicios realizados por escolares con los que evidenció que "hay fichas que lucen mucho pero alumbran poco"; al tiempo que dejó claro que no siempre una respuesta es la única válida.

La segunda parada en el viaje al cerebro del niño o del que aprende fue ofrecer. "Necesito saber lo que necesitan los alumnos, si no no sé qué puedo ofrecerle", apuntó.

Por ello, a la hora de enseñar a sumar restar o multiplicar u otro concepto, hay que tener en cuenta lo que precisa cada alumno y sus habilidades para adquirir ese conocimiento. "Si tienes ocho chavales en clase, puedes necesitar siete técnicas para enseñarles a restar", señaló.

Muy destacada también fue la frase de Fernández Bravo en la que apuntaba que "la realidad y la evidencia son los mejores materiales para la escuela y no los están incorporando".

A la hora de generar conocimiento, lamentó que "seguimos en una época arcaica y medieval". "Las asignaturas, añadió, deberían cambiar de nombre. Son medios, no fines para desarrollar a la persona" porque debemos "creer en la creatividad y flexibilidad del pensamiento". Como idea, señaló la posibilidad "de enseñar vida a través de las asignaturas".

Añadió que cuando recordamos a un profesor o profesores que nos marcaron "no recuerdas lo que te enseñaron, sino cómo te sentías con ellos", cómo te trataban.

Opinó que se es mal o buen profesor "en función de los objetivos que se consigan; no de los procedimientos que usen". Otro ejemplo ilustrativo para romper preconceptos fue que "un cuchillo puede servir para quitar la vida pero también para salvar".

Otra parada en el discurso fue la palabra compartir. En la recta final de su intervención, recordó que en muchos casos y a lo largo de la historia los profesores se han empecinado en que sus alumnos memorizaran y repitieran aunque no entendieran.

Él, sin embargo, plantea que primero se comprenda y después se enuncie. Recordó cómo en su niñez le hacían aprender cosas que no entendían diciéndole que de mayor lo comprendería y que, ahora de adulto, sigue sin entenderlas.

En sus consejos finales, propuso no corregir con bien o mal en la elaboración de conceptos, alimentar la participación en clase, utilizar preguntas que desafíen para guiar las respuestas a través de ejemplos y contraejemplos además de partir del vocabulario del niño o niña para enseñar.