"Lúa vermella" es la nueva acrobacia del vigués Lois Patiño. El preestreno de este largometraje se hará en los primeros días de octubre en el festival compostelano Curtocircuito y, a finales de dicho mes, llegará a las salas comerciales de cine, siete meses después de lo previsto tras la zancadilla de la pandemia. Este sábado, el filme se hacía con el premio en Málaga a la mejor película española según el jurado de la sección ZonaZine, clave en el panorama independiente. La cinta viaja estos días también a festivales de Belgrado, Pesaro en Italia y Lisboa. Desde esta ciudad, Patiño, padre reciente de un bebé llamado Ares, como la ría, comparte sus reflexiones sobre arte y vida.

-¿Qué supone en su foro interno recibir el premio de Málaga?

-Después de haber estrenado en la Berlinale y que se parara todo después empezamos el recorrido por festivales en Málaga. La identidad del festival es de una naturaleza distinta a la de nuestra película y nos hace enorme ilusión que un filme como este pueda ser valorado en este certamen. Lo viví con mucha ilusión y lo noté como un empujón.

-Supongo que vivió con cierto pesar que la pandemia le aguase el estreno inicial.

-Al revés, lo viví con alivio por haber podido estrenar en Berlín. Si se hubiera adelantado el cierre tres semanas, el festival se habría cancelado también. Aún pudo ir al festival de Cartagena en Colombia. A mí, me cogió en el Festival de Ficunam en México y tuve que ir corriendo a Vigo para el confinamiento. Sí que rompió la estrategia para el estreno comercial previsto para marzo. Sabemos que nunca podrá ser igual. Las expectativas de marzo serán difíciles de conseguir ahora por la disminución del aforo en los cines y por el embotellamiento del estreno de los filmes. Será difícil encontrar un hueco pero habrá que doblegar esfuerzos en la difusión.

- ¿Qué tipo de huella le dejó el confinamiento?

-Lo pasé en Vigo con mi hermana y mi novia; mi novia estaba embarazada. Cuando va a nacer un hijo tuyo piensas mucho en el futuro y en el pasado, en el mundo en el que va a vivir. La vida del artista es solitaria, requiere mucho tiempo de investigación, de reflexión de trabajo en solitario y el confinamiento me ayudó a reflexionar sobre los proyectos y trabajé en películas que tenía por editar.

-Su filme es experimental. ¿Cree que conectará con la audiencia?

-Los que conozcan el tipo de cine que hago ya saben qué esperar. Mi cine parte de la búsqueda de nuevos lenguajes cinematográficos. Es mi impulso y deseo, trato de buscar nuevas formas de narrar y mostrar. Tengo una cita en mi ADN de autor que es de Dominique Noguez y que dice que "otras formas de mostrar traerán otras formas de pensar". Parto de esa idea. Como en "Costa da Morte", muestro cómo la aproximación a este territorio en distancia puede mostrar una nueva perspectiva en la forma de comprender el territorio.

- Y explora la identidad.

-Sí, en esta película, profundizo en la identidad gallega centrada en el imaginario fantástico de meigas y santa compaña. Por otro lado, exploro la experiencia temporal a través de figuras inmóviles y ensimismadas en el paisaje. Procuro entrar en ese tiempo interior, de la conciencia, un tiempo suspendido. Lo ideal es que el público que se acerque a ver la película desee ser sorprendido, con capacidad de asombro con ganas de dejarse llevar por la belleza de las imágenes mediante un lenguaje cinematográfico diferente. Es un cine de voluntad artística y cultural.

-¿Cree que el cine se está vulgarizando con productos que solo buscan taquilla?

-En el origen de cada película hay un deseo, todos deseamos encontrar nuestro público y cuanto más público mejor. No creo que esté reñida la calidad artística con el público. Entre una película en la que una réplica de una fórmula ya preexistente y la innovación máxima, hay un espacio intermedio que con determinados códigos se puede conectar con el espectador. Mi película la entiendo como un paso en el lado de la exploración y experimentación; pero mi naturaleza está entre el arte contemporáneo y el cine. Necesitamos diversidad. Es una pena que los productos lanzados desde plataformas como Netflix vuelvan el panorama audiovisual homogéneo, que todo se vuelva idéntico y que las películas y series se vuelvan réplicas de sí mismas. Hace falta el arte y la experimentación para abrir las perspectivas de la vida como elemento de la resistencia como una identidad cultural.