Trabajando como joyero y como buen cinéfilo empezó a escribir en "Arcinemas" y luego relatos en las revistas "Ínsula" y "El Ciervo". En 1959 ganó el premio Sésamo de cuentos y logró una beca para instalarse en París hasta 1962, donde trabajó de traductor, profesor de español, mozo de laboratorio en el Instituto Pasteur y empezó a imaginar la historia del charnego Pijoaparte y la niña bien. Últimas tardes con Teresa, símbolo de la Barcelona emigrante y de la burguesa, dos mundos que solo podían convivir en una historia de ficción y se convertirán en constante del autor. No hay conciencia política estructurada en su literatura, el autor solo militó en el partido comunista un año, lo justo para discrepar de sus férreas directrices

De vuelta a Barcelona y al taller de joyería, fue presentado en Bocaccio como una "rara avis". El obrero que escribía, algo muy apreciado en el momento. Pero más que en aquella boîte, lugar que acabó detestando por la pedantería de su fauna, a Marsé se le podía ver en un sotano "más negro" que su "reputación", el lugar donde vivía Gil de Biedma, su gran interlocutor literario.

El padre de Pijoaparte estaba cansado del oficio de escribir: "Cada vez tienes que plantearte nuevas soluciones porque las antiguas ya no sirven".

Harto y aburrido del procés, siempre defendió el bilingüismo: "Yo hablo y escribo en la lengua que me sale de los huevos".

Las redes sociales se inundaron ayer mensajes de pésame. "Se apagó la vida de un guerrero, el último de nuestros clásicos, luchador honesto y solitario, ninguneado durante décadas por el nacionalismo local", escribió Arturo Pérez-Reverte.

La escritora Maruja Torres reaccionó con un elocuente "¡maldita sea!" por la muerte de un escritor que "desnudó a la burguesía catalana".

Los líderes de los principales partidos políticos también se sumaron a las condolencias.