La gallega María Sanjurjo trabaja desde hace cuatro décadas en farmacia hospitalaria y, desde hace 22 años, es la responsable de ese Servicio en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, uno de los más punteros y prestigiosos de España. "Este hospital es mi segundo casa", reconoce. Un hogar que el coronavirus SARS-CoV-2 puso patas arriba.

- ¿Cuándo 'entra' el coronavirus en el Gregorio Marañón?

- El primer ingreso en nuestro hospital se produjo el 1 de marzo, y el confinamiento se decretó el día 14. En dos semanas, teníamos más de mil pacientes ingresados por Covid en el hospital, de los cuales 115 estaban en la UCI. Y todo ello, con las Urgencias colapsadas y con casi la tercera parte de los profesionales del Servicio de Farmacia en sus casas, de baja por coronavirus o de forma preventiva debido a cuadros médicos de riesgo. Evidentemente, las medidas de protección individual y confinamiento se debieron iniciar antes. A posteriori, todo se ve mucho más claro pero, en ese momento, tanto las autoridades sanitarias como los profesionales hicimos lo que pudimos. El coronavirus ha sido un auténtico tsunami.

- ¿Cuáles fueron las primeras medidas para contener ese tsunami?

- Tuvimos que reorganizar con carácter inmediato todo el hospital. Pasamos de tener un centro convencional, con cerca de 1.300 camas en total, a un hospital que solo era Covid. En apenas dos semanas, hubo que cambiar muchísimas cosas. A día de hoy, echando la vista atrás nos preguntamos cómo fuimos capaces de sacar la situación adelante...

- ¿Cómo lo hicieron?

- En el Servicio de Farmacia partíamos de una situación que nos ayudó muchísimo. Contábamos con una base sólida, en el sentido de liderazgo muy transversal. Aquí somos muchos tirando del carro. Además, disponíamos ya de una Unidad de Farmacia en el propio Servicio de Urgencias, y de un circuito del medicamento totalmente automatizado. Esto nos permitió conocer en todo momento el stock real de los medicamentos en todo el hospital. Fue muy útil, porque tuvimos grandes dificultades de aprovisionamiento.

- ¿A qué medicinas afectaron los problemas de aprovisionamiento?

- Por un lado, a los fármacos utilizados para el tratamiento de la propia Covid. Por otro, a medicamentos de uso habitual en las unidades de críticos, sobre todo sedantes y relajantes musculares. Hubo una situación muy crítica en el mercado, que se pudo sortear gracias a la red que se formó entre los farmacéuticos de los hospitales, y a que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), dependiente del Ministerio de Sanidad, intervino toda la producción de esas medicinas y empezó a hacer un reparto controlado. Así se pudo evitar que algún hospital acaparase medicinas por el pánico, y se garantizó que todos tuviesen suministro.

- Los cambios en la terapéutica de la Covid se fueron produciendo a medida que se generaba conocimiento sobre la enfermedad. ¿Qué dificultades encontraron para adaptarse a esa situación?

- Tuvimos que hacer un esfuerzo importantísimo para seleccionar y protocolarizar los tratamientos, adaptándonos a la evidencia científica que había en cada momento. Una vez que teníamos claro qué fármacos queríamos utilizar, había que garantizar el aprovisionamiento, y esto resultó muy complicado. Como nos cambiaban continuamente de presentaciones comerciales, tuvimos que incrementar muchísimo nuestra producción de muestras intravenosas. Decidimos hacerlo así para evitar errores en las plantas a la hora de preparar esos tratamientos. Hay que tener en cuenta que no había internistas ni infectólogos suficientes para atender a los más de mil enfermos con Covid que llegamos a tener ingresados. Todo el mundo ayudó a tratar a esos pacientes, y esto hizo más necesario que nunca que hubiese un farmacéutico detrás, vigilando el cumplimiento de protocolos, las dosis máximas o mínimas, las posibles interacciones?

- Y al mismo tiempo continuaban atendiendo a los pacientes externos del hospital...

- Así es. Tuvimos que rediseñar totalmente los circuitos logísticos. En nuestro Servicio tenemos un colectivo de más de 10.000 pacientes que vienen regularmente al hospital a recoger fármacos que solo les podemos dispensar nosotros. A todos ellos, se les empezó a enviar la medicación a domicilio para evitar desplazamientos al centro. Además, pusimos en marcha la consulta farmacéutica telemática -telefónica o a través del ordenador- y, a mayores, hemos desarrollado una importante labor investigadora. De hecho, estamos participando en más de una decena de ensayos clínicos sobre Covid.

- ¿Cuál fue el peor momento de los últimos tres meses?

- Cuando no sabíamos en qué momento se iba a doblar la curva de contagios y hospitalizaciones. En un solo día -el 26 de marzo- llegamos a ingresar de golpe a más de 300 pacientes, y apenas nos quedaban camas libres. Fue muy duro. Se montó un hospital de campaña, y nos cedieron las instalaciones del Hotel Colón para albergar a pacientes que habían recibido el alta hospitalaria pero que no podían realizar la cuarentena en sus domicilios. En total, 170 camas más. Nuestro centro, que en circunstancias normales dispone de unas 1.300 camas, amplió su capacidad a unas 1.500. Por fortuna, después se abrió la infraestructura de Ifema, que para nosotros supuso un desahogo muy importante.

- ¿Cuál es para usted la imagen más dura de esta pandemia?

- [Largo silencio]. Ver todos los pasillos vacíos, las urgencias colapsadas... fue desolador. Pensar en los primeros pacientes que fallecieron solos... [de nuevo, silencio]. Luego se empezaron a poner en marcha medidas de humanización, facilitando que los enfermos pudiesen contactar con sus seres queridos a través de videollamadas, y se dejaba entrar a las familias a despedirse... Creo que esta pandemia nos va a hacer reflexionar mucho sobre todo lo que debemos mejorar en los hospitales, pero cuando miro atrás, pienso que en dos meses hemos avanzado mucho más que en los últimos diez años. En esta crisis, como en todas, han surgido muchísimas oportunidades de mejora que tenemos que saber aprovechar. Tanto ahora, como en el futuro.

- ¿Cuáles?

- Se implantaron un montón de ideas innovadoras que, planteadas en circunstancias normales, o no se habrían podido llevar a cabo o se hubiese tardado muchísimo más tiempo. Por ejemplo, la sanidad pública ha sufrido estos meses una transformación digital brutal. La telemedicina es el futuro. Va a ser una herramienta maravillosa para que los pacientes crónicos no tengan que desplazarse tanto al hospital, de gran utilidad también para la Atención Primaria y especializada. Esta crisis también nos ha enseñado a trabajar más coordinados. Esa gestión compartida de los hospitales entre gestores y profesionales clínicos no se debería perder. Tenemos que ir de la mano. Todos. El conjunto de la sociedad.

- ¿Se refiere a no bajar la guardia?

- Así es. Lo hemos pasado muy mal. Los profesionales sanitarios tienen un reconocimiento público maravilloso, pero ese reconocimiento debe manifestarse en que todos seamos responsables y hagamos lo que se nos están diciendo: mantener la distancia social de dos metros, lavarse frecuentemente las manos con jabón o con una solución hidroalcohólica... Los aplausos en los balcones están muy bien, pero la mejor manera de homenajear a los sanitarios es ser responsables y colaborar en erradicar la transmisión de este virus.