Eduardo Zamácola (Madrid, 1973) sufre en partida doble los efectos de la pandemia del nuevo coronavirus en el sector de la moda. Por una parte, desde el negocio familiar de moda infantil. Por otra, como presidente de la Asociación Empresarial del Comercio Textil y Complementos (Acotex). En esta entrevista, habla del "estigma" del mundo de la moda en esta era Covid-19, de la inseguridad del consumidor y del propio comercio.

-Los pronósticos señalan que el comercio online tendrá mayor protagonismo a partir de ahora. ¿Cree que será una tabla de salvación?

-Es verdad que el comercio online ha tenido un repunte pero solo supone en España entre el 8 y el 10% de la venta total. Por lo tanto, no palió la pérdida de todo el sector.

-El pasado lunes 25 de mayo fue como la fecha clave para la reapertura generalizada del sector de la moda en buena parte de España. ¿En qué medida el temor a comprar puede pasar factura?

-Señalar la ropa como un artículo que solo con tocarlo o probarlo hay que desinfectar o poner en cuarentena es una medida que no entendemos. ¿A qué viene hacer pensar que es el objeto más infectante? ¿Por qué ese estigma con el mundo de la moda? Los probadores también parecen un foco de infección. ¿Por qué? Yo tengo varias tiendas de ropa infantil. ¿Qué hago cuando va una madre con varios hijos? ¿No dejo entrar a la madre en el probador? Me parece ridículo. No entiendo por qué el probador es un espacio de más riesgo que el transporte público donde se sienta una persona y nada más salir me puedo sentar yo. Ese asiento ni se ha higienizado, ni desinfectado ni puesto en cuarentena. Por eso, es fundamental lanzar mensajes de tranquilidad de que en las tiendas se puede ir a comprar sin ningún problema.

-¿Qué cambios en el comportamiento del consumidor augura usted?

-Primero, hay que crear confianza sanitaria para pensar que una tienda de ropa no es un foco más allá del supermermercado, farmacia u otros. Quiero enviar este mensaje de tranquilidad.Tardaremos en recuperar esa confianza en todos los sectores. Más allá de la confianza en la seguridad sanitaria también hace falta confianza económica. Hay una crisis de proporciones inmensas. El consumidor no está con ganas inmensas de ir a comprar a las tiendas porque no sabe ni cuándo ni cómo se podrán poner esas prendas. Estamos en desescalada y no sabemos cuándo podremos salir a cenar, bailar, ir a una boda o una comunión. Eso afecta mucho al comercio.