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Antivacunas: inmunes a la evidencia

La carrera por una vacuna contra el Covid-19 ha aumentado las actitudes pseudocientíficas contra estos fármacos

La carrera por una vacuna contra el Covid-19 ha aumentado las actitudes pseudocientíficas contra estos fármacos. // X.A.

El mayor enemigo de una vacuna es su éxito. Con esta paradoja explica el inmunólogo Yago Pico de Coaña, investigador del Instituto Karolinska de Suecia, el aparentemente incomprensible éxito de los antivacunas. Olvidamos que las vacunas han permitido erradicar enfermedades más graves que el Covid-19: "Ya no nos acordamos de lo que es que un hijo se nos muera de sarampión, tos ferina o viruela. Esa es la mayor fuerza del movimiento antivacunas. Desafortunadamente -lamenta Pico de Coaña-, por el ruido que escucho en redes sociales, el movimiento antivacunas está reforzándose en sus creencias y en sus teorías de la conspiración".

Un 26% de los franceses son reticentes u opuestos a acepar la futura vacuna para el Covid-19, según una encuesta realizada en marzo pasado por la organización Wellcome Global Monitor. Francia es uno de los países con menor confianza en las vacunas. Un estudio realizado en 2016 por la prestigiosa Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres concluyó que el 41% de los encuestados en Francia dudaba de la seguridad de las vacunas en general. Los antivacunas han tenido éxito en el país vecino y también en otras naciones desarrolladas como Alemania, Suiza, Italia, Rusia y Estados Unidos. Aunque 8 de cada 10 personas en el mundo reconoce que las vacunas son seguras, según el Wellcome Global Monitor, el impacto negativo de estas posiciones antivacunas llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar el escepticismo vacunal una de las diez prioridades sanitarias del pasado año. Además, la OMS advierte que la pandemia de Covid-19 puede dejar a 80 millones de niños sin vacunar en 68 países.

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"En España es irrelevante, tanto numéricamente como en impacto en la opinión pública, aquí las tasas de vacunación son altísimas", dice el médico Vicente Baos, que prefiere no hablar de "movimiento antivacunas", ya que no se trata de una asociación, sino de una "actitud que rechaza ciertas vacunas". Baos, miembro del comité asesor sobre pseudociencias del Ministerio de Sanidad, apunta al agricultor catalán Josep Pàmies, defensor de una especie de lejía, el MMS, como remedio poco menos que universal, como vector de difusión de las actitudes antivacunas. Este aspirante a curandero, con miles de seguidores en las redes sociales, ha sido sancionado por las autoridades sanitarias en varias ocasiones.

También menciona al canal de YouTube Mindalia TV, cerrado hace un mes, y en el que se hacía un cuestionamiento de ciertas vacunas de manera irracional. "Pámies y su Dulce Revolución, y Mindalia, pueden plantear si la vacuna del papiloma puede tener más riesgos que beneficios o cuestionar que se vacune de forma masiva, porque se está alterando la inmunidad de los niños, sin que hagan un ataque directo o mantengan una política clara", precisa Baos, que vincula las creencias de los antivacunas al cuestionamiento del progreso como riesgo: "Proponen las pseudoterapias como alternativas al desarrollo científico, químico e industrial, en una añoranza de un mundo natural ideal, donde todo es maravilloso, lo cual es rotundamente falso, mezclado con un ecologismo de interpretación simplona", resume. "He sido cooperante muchos años en África y te dan las gracias mil veces por las vacunas. Siempre lo digo: cuanto más pijo o ecopijo te creas, más fácil es que te tragues estas milongas", afirma Baos, que señala que el perfil de las personas que creen en las pseudoterapias en España es el de una mujer de entre 35 y 50 años, nivel cultural y económico medio-alto que defiende el mundo natural y comer sano y adopta la quimiofobia.

¿Pero, dónde está el origen de este movimiento antivacunas? El periodista y divulgador científico Luis Alfonso Gámez, en su libro "El peligro de creer", lo sitúa en una investigación del médico británico Andrew Wakefield publicada en 1998 en la prestigiosa revista científica "The Lancet". Dicho estudio vinculaba la vacuna triple vírica (SPR), contra el sarampión, paperas y rubeola, al autismo. La modelo de Playboy Jenny McCarthy, su pareja entonces, el actor Jim Carrey y la influyente periodista Oprah Winfrey contribuyeron a impulsar esta ola antivacunas en Estados Unidos. En 2004, diez de los coautores de la investigación de Wakefield retiraron su firma del artículo, y "The Lancet" publicó una rectificación poniendo en duda las conclusiones del trabajo, que retiró de sus archivos en 2010. Desde entonces Wakefield tiene prohibido ejercer por decisión del Consejo General Médico del Reino Unido, que castigaba así su actitud irresponsable en ese estudio.

En 2011, y tras siete años de investigación, el periodista Brian Deer desveló en "The British Medical Journal" que Wakefield había planeado ya antes de terminar su estudio negocios millonarios basados en el miedo a la SPR, como un fármaco alternativo a esta vacuna, y que había sido financiado secretamente por Richard Barr, un abogado antivacunas interesado en demandar a las farmacéuticas. "La investigación de Wakefield sobre la triple vírica y el autismo está considerada como uno de los mayores fraudes científicos de la historia y ha propiciado caídas en los índices de vacunación en el Reino Unido, Estados Unidos y otros países desarrollados -afirma Gámez en su libro-. La creencia de que las vacunas causan autismo se debe, en parte, a que los primeros síntomas del mal suelen detectarse a la misma edad en que los niños reciben la triple vírica, pero la ciencia ha demostrado que no hay ninguna relación entre ambos hechos, más allá de una coincidencia temporal". Gámez recuerda que los brotes de sarampión -una enfermedad más contagiosa que el Covid-19- han vuelto a ser habituales en Estados Unidos, donde la enfermedad se consideraba erradicada desde 2000, y la mayoría de las personas que la contraen no han sido vacunadas.

Uno de los últimos brotes de sarampión en Estados Unidos se produjo en una comunidad ultraortodoxa judía de Nueva York. El biólogo gallego Vicente Prieto matiza que, más que religiones concretas, son grupos extremistas o sectas las que suelen posicionarse contra las vacunas. "La mayoría de las religiones no tienen objeciones. El caso de Nueva York fue entre la comunidad ultraortodoxa, a pesar de que la mayoría de los rabinos animaba a la vacunación", explica Prieto, presidente del Círculo Escéptico, asociación que combate las mentiras de las pseudociencias. "En la propia Europa, tenemos el 'Cinturón Bíblico Holandés' donde medio millón de calvinistas se niegan a vacunarse. También ciertas vacunas, como la del VPH, tiene muchos detractores religiosos, por su relación con las relaciones sexuales". Y eso que la vacuna contra el virus del papiloma humano es una de las más eficaces y seguras. Desde el inicio de las campañas públicas de vacunación en 2006 y 2007, se estima que unos cien millones de personas han sido vacunadas, con excelentes resultados de eficacia y seguridad.

Vicente Prieto, científico del cuerpo facultativo superior de la Xunta, ha advertido en redes sociales sobre Robert F. Kennedy Jr, miembro del clan Kennedy que vinculó las vacunas al autismo e intentó influir en la política sanitaria de Trump. El papel de este y otros famosos ha sido clave en el relativo éxito de los antivacunas. "Que personas con millones de seguidores propaguen estas peligrosas mentiras es un grave problema. Mmucha gente tiene la falsa idea de que, por ser famoso, se está mejor informado", señala Vicente Prieto, que añade que la mayor parte de la propaganda antivacunas "se apoya en vídeos de YouTube y se retroalimenta en grupos de Facebook. En redes que permiten el debate abierto, como Twitter, tienen más dificultades para colocar sus falsedades", precisa.

En los últimos días se ha compartido millones de veces en Facebook por grupos antivacunas el vídeo "Pandemia: la agenda oculta detrás del Covid-19", en el que la supuesta viróloga Judy Mikovits cuestiona las vacunas contra la gripe y el uso de las mascarillas, además de sostener que el SARS-CoV-2 fue creao en un laboratorio de EE UU. Mikovits es una conocida activista antivacunas cuyos argumentos han sido desmontados por "Science", publicación que le retiró un artículo sobre un supuesto origen vírico del síndrome de la fatiga crónica por contener pruebas contaminadas.

¿Cómo distinguir la verdad de la mentira, si incluso del ámbito científico surgen iluminados que engañan con argumentos pseudocientíficos? Quizá la respuesta esté en esta cita del célebre científico Carl Sagan (1934-1996): "Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente; la inteligencia no es solo información, sino también juicio, la manera en que se recoge y maneja la información".

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